06 de agosto

06 de agosto

Un día como hoy, pero en 1945, se arroja la primera bomba atómica de la historia, sobre la ciudad de Hiroshima. Aproximadamente 80.000 personas mueren como consecuencia directa de la explosión, y otras 35.000 resultan heridas. Por lo menos 60.000 personas más morirían antes de fin de ese año por los efectos de la lluvia radiactiva… y sólo fue la primera.
Pensar que somos los dueños de otras vidas humanas, debe ser la demostración más absoluta de involución y estupidez, que conllevan a la extinción.
No estamos aquí, 06 agosto de 2018, siglo XXI; sólo porque tuvimos suerte. Estamos aquí, hoy, porque demostramos estar más capacitados para sobrevivir a los constantes cambios que tiene la vida. Estamos aquí, porque evolucionamos; porque entendemos la armonía de la vida, aprendimos a depender del planeta y sus recursos; y cuidarlo (o al menos eso creo).
Evolucionar implica entender que el ser humano es un ente individual, familiar y social; y la sociedad, precisamente, fomenta el entorno habitual (hábitat) y en constante cambio que todos deben comprender y adaptarse, según sus mejores habilidades y fortalezas; según su capacidad de sobrevivir. Después de todo, el más fuerte sobrevive.
Pensar que las guerras generan avances y mejoras, debe ser la demostración más absoluta de involución y estupidez, que conllevan a la extinción.
La guerra sólo demuestra el único propósito egocéntrico, primitivo, esclavizante y poco entendido de todo ser humano. El Poder.
Absolutamente todo ser humano nace y crece con formas de dominancia (poder) hacia otras vidas (humanas o no). Es decir, todos tenemos esa significancia tácita, intangible y constante que aprendemos a sobrellevar según nuestros conocimientos y análisis; pero sobre todo, según nuestra filosofía de vida. Por lo tanto, la necesidad de poder no es ajena a la existencia humana, incluso es parte de la vida misma para mantener la armonía; pero el abuso de ella genera caos.
No estamos aquí para ser los dueños de otras vidas, estamos aquí para ser dueños de nuestras propias vidas, darle significancia y generar armonía. Aunque sea una millonésima parte del todo, aportar para crecer individual, familiar y socialmente; siempre será la forma correcta de vivir, entendiendo que el límite de una persona termina donde empiezan los de la otra.
Seamos justos, adaptémonos a esta sociedad tan cambiante, hagamos un acto de bien, sigamos creciendo, respetemos a la familia como núcleo fundamental, sigamos implantando valores y cuidemos el planeta.
PD: Ya dejen de escuchar tanta basura musical y de ver tanta televisión idiotizante. Empecemos por ahí.




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