30 días en la cárcel
Treinta días en la cárcel
El contrato.
Una llamada de telefónica me saco de mis superfluas cavilaciones treintañeras, me llamaba una amiga que desde un restaurante en la capital del país, medio en susurros me decía:
-Maracucho aquí en la mesa de al lado están hablando de ti.
Le pregunté de inmediato:
-¿Y vos como sabéis que están hablando mío?
Ella sin disimular que se reía de mi marcado acento, me respondió:
-¿Cuantos Ingenieros civiles de Maracaibo, que tengan ese nombre hay en el mundo?
Entonces el que comenzó reírse fui yo. En el rato siguiente me echo todo el cuento de lo que hablaban referente a mi persona los señores sentados en la mesa contigua.
-Mira son dos catires medio viejones y están diciendo que…
Hombre 1:
-Nojoda vale, ese trabajo no lo quiere hacer nadie, no encuentro un ingeniero que le quiera echar bolas a medir esa vaina.
Hombre 2:
-Chamo yo tengo al tipo para eso y esta en Maracaibo.
Hombre 1:
-¿En serio o me estas jodiendo?
Hombre 2:
-Conozco un ingeniero allá en Maracaibo y estoy seguro que te agarra ese trabajo sin pensarlo, toma sus datos, el pana se llama… Lo llamas con confianza de mi parte.
Hombre 1:
-¿En serio se llama así?
Hombre 2:
-De panita y todo ese es el nombre.
Finalizado el cuento nos despedimos afectuosamente con la promesa de reunirnos pronto, cerré el teléfono y no pensé mas en todo aquello.
Pero en el transcurso de una semana recibí la llamada con la consiguiente oferta.
Después de desoír todas las recomendaciones de personas cercanas y colegas que me aconsejaban no comprometerme en esa labor acepte un trabajo que nadie quería, ni por asomo de necesidad hacer… El relevamiento de la Cárcel Nacional de Sabaneta, con sus correspondientes cómputos métricos, informe y recomendaciones finales, en nada más ni en nada menos me había comprometido casi sin meditarlo.
Esta de mas comentar los riesgos que asumía aceptado el trabajo en el hostil recinto penitenciario.
Días posteriores coincidí en un café con un ingeniero amigo que había realizado unas reparaciones dentro del penal de Sabaneta. Cuando le pregunte sobre como era el asunto allá dentro, su respuesta fue mas que ilustrativa dejándome claro el panorama que me esperaba:
-¿Pa’ la cárcel? Pausa de asombro.
¿La cárcel Sabaneta? Insistía mi colega y amigo.
¡Lo que cobréis es barato! Exclamo al borde de la histeria revolviéndose en su asiento.
Preso del mismo ataque histérico que le produjo mi consulta acerco un poco más la taza de café negro expreso al borde de la mesa, se regodeo en continuar hablando pasando el dedo índice por el borde del pequeño plato, así estuvo jugando hasta que por fin tomo un sorbo del café y mirando por encima de mi cabeza suspiro con la fuerza que se recuerdan las cosas terribles.
-Te voy a contar lo ultimo que paso tres semanas antes de terminar el trabajo que me dieron. Apuro lo que restaba del expreso con un solo gesto y se concreto a contarme sin censura como habia sido su experiencia dentro de la cárcel.
-El trabajo que me dieron era bien sencillo, reparar unas paredes. Pero necesariamente tenía que hacerlo con cuadrillas que incluyeran a los presos, finalmente contrate solo presos y puse de encargado de la obra un maestro de obra al que le tenía mucha confianza y hasta aprecio. Se detuvo para tomar aliento y hacer el gesto con el que se ordenan un par de cafés más.
-Cuando estábamos por terminar empezamos con el calculo de las liquidaciones, vos sabéis nadie esta conforme, siempre les tocan más cobres, en fin lo mismo de siempre con la diferencia que los que empleas allá adentro si son delincuentes declarados, dijo esto ultimo haciendo una pausa reflexiva sobre lo que me habia dicho y acomodando en su memoria la secuencia de lo que me iba a decir;
-Hasta la fecha no entiendo cual fue el motivo para que los presos enfocaran toda las arrecheras sobre el maestro de obra. Un rictus de pesar le colmo el rostro.
Llegaron los recién colados cafés, retirando las primeras tazas de la ronda, que se despidieron con el tintineo particular que hacen las cucharitas de metal al golpear la cerámica. El que estaba en mi taza se lo llevaron frio e intacto. La narración de la tragedia del maestro de obra continuaba entre las arábigas pausas.
-Acostumbre a reunirme con el maestro de obra en un puestecito de desayunos y almuerzos que queda frente de la cárcel un pelo antes de las siete de la mañana, no quería estar entrando pa’ esa verga todos los días.
Detuvo otra vez la conversación para chequear la temperatura en la taza acercándola al borde de su labio inferior. Pareció estar bien pues el leve roce dio paso a un largo sorbo y a la continuación de la historia.
-Una mañana no apareció, lo espere hasta las ocho y no llego. Con un poco de preocupación pues ya estábamos por terminar la obra me deje rodar hasta la casa del hombre. Llegue y encontré a la esposa entre preocupada y arrecha por la ausencia del marido. A partir de ese momento entro en los detalles de la búsqueda del maestro de obra por tres semanas hasta que al fin lo encontraron en pedazos, quiere decir descuartizado, en diferentes áreas del penal. Como punto final de su historia me dijo:
-Esta de más que te diga que deje botá esa verga, no fui más, no me terminaron de pagar y no me importa. Respiro profundo al terminar de hablar como quien termina de cargar un objeto bien pesado
Desde el fondo de mi alma solo atine a responderle:
-Ahora si me estáis animando. Aún así seguí adelante con la intención de emprender la tarea en la que había empeñado mi palabra.
Acordada una reunión el hombre 1 del relato telefónico, este se traslado hasta Maracaibo unas semanas más tardes y en esa entrevista me explico cuales eran las especificaciones requeridas, me dio un cheque con un anticipo para gastos, incluyo una autorización para que pudiese entrar, medir y fotografiar cualquier área del penal y por último algunas recomendaciones que luego resultarían veladas advertencias.
De estas recuerdo particularmente cuando me preguntó si alguna vez había entrado a una cárcel, le respondí obviamente que no, entonces me dijo algo que sentiría personalmente en las semanas siguientes:
-Una cosa que te va impactar al entrar por primera vez a una cárcel es el olor, ese olor a cárcel se te va a pegar en la nariz, en la ropa y te va perseguir de dos a tres días, sin importar lo que hagas, ni cuantas veces te bañes. Cuanta razón tenia aquel señor. Antes de despedirnos me dejo claro que el trabajo era urgente con esa expresión que todos los ingenieros nos hemos acostumbrado a escuchar durante toda nuestra vida profesional:
-Ese informe completo lo necesito para ayer. Era el año 1996.
Tardé varios días en depositar el cheque, con la esperanza de tener el valor de arrepentirme, de desdecirme y quedar mal, de echarme para atrás en cualquier momento y así evitar el tener una “entrada” a la cárcel, no fue una fueron doce las veces las que tuve que internarme en ese infierno indescriptible. Finalmente cobre el anticipo, dispuse de los fondos y no restaba nada mas que dar inicio a la labor que se me había encomendado. La mañana de un día intermedio, de no se que mes, a una hora cualquiera de la mañana, me estacione frente al penal. Baje del carro con una carpetica marrón sin gancho en la mano donde llevaba mi autorización emitida por la autoridad penitenciaria de la nación, y en la otra apretado el puño. Mi intención inicial era solicitar una reunión con el director del penal para explicarle el motivo por el cual los visitaba, solicitar su permiso y comenzar a medir, fotografiar, hacer los croquis que serian los soportes de campo de mis cálculos e informe final. En el camino a la alambrada cerca de ciclón que guardaba el acceso a la cárcel mentalmente repasaba lo que quería decir, como lo iba a decir y además en otro plano mas profundo de pensamiento trataba de convencerme que ese era solo otro trabajo mas, que no necesariamente presumía algún riesgo. Caminando firme sobre el asfalto caliente que hacia hervir mis botas amarillas de trabajo, escuche que alguien me llamaba a gritos con el diminutivo con que me llamaban de niño y con el que hasta el sol de hoy solo me llaman mis compañeros del colegio y mi papá. Detuve el paso sin reconocer a la mujer que se aproximaba hasta donde me había quedado petrificado ante la sorpresa de encontrar a alguien que me conociera en aquel lugar y en tan fortuita circunstancia. Caminando apurada hacia mi una señora mestiza de abundante cabello entre negro azabache y cenizo ya entrada en años, que de seguro en un momento de su vida fue una mujer hermosa, seguía repitiendo mi nombre a gritos sin dejar de caminar directo hacia mi enarbolando una triste sonrisa. Ya frente a frente me sostuvo por los hombros mirándome con ojos húmedos y la expresión en su rostro del que ve a quien no esperaba a ver mas nunca…
-¡Estáis hecho un hombre!
Me dijo con no fingido afecto.
-¿Que hacéis por aquí?
-¿Vos soís abogado?
No atine a contestar estas ni cualquier otra de sus preguntas siguientes.
En ese instante bajo el inclemente sol de la media mañana que literalmente derretía la suela de mis botas me perdí en escrutar aquel cobrizo rostro. Ella percatada de mi falta de memoria sosteniéndome la cara con sus húmedas y callosas manos con la confianza de quien te conoce de años me dijo:
-Soy yo, ¿no te acordáis mío?
¡Tanto que te cuide y te malcríe!
En ese momento hice remembranza de tantas cosas de mi dificultosa infancia. Pero sobre todo la recordé a ella. Recordé un recorte de prensa donde se reseñaba la noticia sobre la madre mas joven del país, la habían preñado a los 11 años. Recordé que esa niña de 11 años había parido a otra niña que solo pudo sostener en brazos unas pocas veces antes que el estado se la quitara para darla en adopción. Recordé sus 8 hijos de diferentes padres. Recordé que antes de que mi madre la llevara a nuestra casa vivió mucho tiempo en un carro viejo con muchachos y marido de turno incluido en un terreno enmotado. Recordé cada una de las terribles historias que aquella mujer sin yo tener la edad para escucharlas y mucho menos entenderlas me había hecho escuchar una y otra vez perfumadas con el aroma a canela que despedía un humeante atol de arroz desde el fogón de la cocina. Recordé la rica sazón de sus comidas, pero por encima de todo, recordé el amor que por exceso nos brindo a mi y a mis hermanos. La abrace muy apretado, ella me beso con el afecto y frenesí con el que se besa a un niño perdido. Resulto que por un tiempo fue mi circunstancial nana, por llamarla de alguna manera, que me contaba entre lágrimas de alegría y tristeza que su ultimo hijo estaba preso por asesinato y todas las vicisitudes que aquello implicaba. Luego de explicarle que no era abogado tomando un refresco bajo la sombra de un quiosco de latón que multiplicaba por diez el calor de lo que casi era el medio día, decidí con el rostro mojado por el sudor, las lagrimas y los besos de aquella matrona que se despedía feliz por haberme visto, que no iba a poder decir lo que tenia que decir, como lo quería decir, ni en el tono que lo debía decir y sin mas regrese a mi carro mirando la punta de mis botas amarrillas de trabajo recortar la calzada hirviente, posponiendo mi primera “entrada” a la cárcel para otro día.
Quizás aquel amoroso encuentro, para ese que era yo en un olvidado mes de 1996, no era un buen presagio de las circunstancias que debería afrontar en las próximas semanas, a pesar que ya la disposición para hacer aquel trabajo era una decisión tomada.
El cantante.
-No doctora, no, los muchachos no quieren ir a tocar pa’llá.
-Yo no los puedo obligar-
-Usted saben como son los músicos-
Este dialogo de uno solo retumbaba con la voz de un volcán en toda la panadería. El reconocido cantante seguía escuchando a través del teléfono pegado a su oreja con la ayuda del hombro. Al parecer su interlocutora, la doctora en cuestión, le insistía y el artista seguía negándose con vehemencia mientras terminaba de pagar sus compras en la caja y las acomodaba en las bolsas para víveres hechas de plástico anaranjado. Yo era el siguiente en turno y era imposible no enterarme pero además con la familiaridad para tratarse del maracucho el famosos solista nos hacia participe de la conversación a todos en la fila y con gestos y ademanes se entendía perfectamente que por encima de lo que afirmaba al teléfono imperaba su opinión personal. Terminada la conversación telefónica se dirigió al espacio que ocupábamos nosotros, tomando sus bolsas y con toda la potencia de su voz y el mas marcado de los acentos nos dijo a todos los que quedábamos en la fila:
-Va pues, que les parece que vaya a tocar en la cárcel, allá en Sabaneta.
Para luego terminar la conversación con el mismo:
-Como casi no es peligrosa la cárcel, cualquiera va y les hace un toque.
Negando con la cabeza salió de la panadería pero aún nos dejo escuchar
-Ni los músicos, ni yo queremos ir a tocar pa’llá.
La puerta de vidrio comercial termino de cerrarse e inútilmente trate de leer al revés los avisos pegados en ella. Quizás con la intención de pasar por alto la información que la Divina Providencia me había puesto delante, pague mi café y mi cachito integral de ricota, sin echarle mas coco al asunto desayuné en el carro antes de seguir mi camino.
Everything’s gonna be all right
I said, everything’s gonna be all right-a
Everything’s gonna be all right
Everything’s gonna be all right, now
Everything’s gonna be all right
So, woman, no cry
No, no, woman, woman, no cry
Woman, little sister, don’t shed no tears
No, woman, no cry
Me aseguraba Marley desde le reproductor de mi carro camino de mi segundo intento de tener mi primera “entrada” a la cárcel. Llegue mucho mas temprano que la vez anterior justo a la vera del quiosco de latón una gigante mata de mangos brindaba una sombra increíble. Estacione el carro debajo de la mata, agarre mi carpetica marrón sin gancho y me baje del carro.
El señor que atendía la venta de refrescos, jugos, pastelitos y empanadas me saludo amablemente por encima del calentador de aluminio y vidrio de la apetitosa fritanga, anaranjada y grasienta.
-Buenos días Doctor.
Buenos días respondí en voz alta y mentalmente le dije “Pana yo soy ingeniero”.
Camine hasta el portón, no había mucha gente un guardia nacional se acerco hasta donde estaba parado para preguntarme:
-¿Buenos días Doctor a quien solicita? Y dale con los abogados y doctores, coño no me ven las botas y la pinta de ingeniero que se nota a cuadras.
Le explique el motivo de mi presencia, le deje claro que no era abogado, pero el efectivo de la GN tenia cara de no entender nada y en el ínterin seguía llamándome doctor. Para aclarar la cosa por la separación entre los dos portones le pase mi carpetica marrón sin gancho y una vez termino de leer el papel me indico:
-Espere un momento “ingeniero” ya le aviso a mi superior. Coño por fin me dije aliviado.
No tardo mucho en regresar de prisa blandiendo la carpeta en el aire en la carrera, con la misma carpeta me señalo la puerta peatonal, coincidimos en ese punto abrió el pequeño portón y cruce el umbral entre la prisión y la libertad o por lo menos eso sentí. El espacio entre la cerca perimetral y el edificio era de 15 metros, en ese momento no lo sabia pero ahora si pues lo medí. La pared frontal estaba flanqueada por sendas garitas construidas en impecable obra limpia de concreto, me pregunte si con aquel papel que reposaba en mi carpeta me permitirían subir y hacer una foto con el plano general de la prisión. Esa seria la portada de mi informe. La puerta de acceso al área del penal estaban hechas de metal y pintadas con esmalte brillante marrón, cada hoja media tres metros de ancho por tres de alto, también las medí. En ese punto el guardia me devolvió mi papel y me encomendó a otro funcionario. Traspase otro umbral en este espacio de ocho metros de ancho por seis de alto con un techo tipo bóveda con piedra de tranca había muchos guardias que se alertaron con mi presencia. Un sargento se acerco al guardia que me servía de escolta y le ordeno que me pasara al área de requisar, este le contesto:
-No lo podemos requisar, el ingeniero tiene autorización para entrar y salir cuando quiera sin que lo revisen.
Eso rezaba mi autorización, con el ultimo pedazo de esa frase “para entrar y salir cuando quiera” respire un tanto mas aliviado.
Hacia la longitud mayor del rectángulo estaba otra puerta de metal, el guardia destrabo la cerradura con un sonido que hizo eco en mi cerebro. Sin cruzar este punto me dio las instrucciones para llegar a las oficinas del director encargado pues el director oficial estaba de permiso por no sé que atentado, antes de cerrar la puerta me advirtió:
-El director no ha llegado, va tener que esperarlo.
Entonces trabo la puerta con el mismo estruendoso sonido dejándome solo dentro de las áreas de reeducación, información que en ese momento también desconocía. Con el cerrar de la puerta una carga de energía espesa y desagradable cayo sobre mis hombros, pretendí no prestarle mucha atención pero el peso de las malas vibraciones me hizo arquear la espalda. Trate de enfocarme en la estructura del edificio pero el ambiente era denso, esa era una sensación innegable y resulto ser solo una muestra de las cargas de negativas confinadas entre aquellas antiguas paredes.
Inmediatamente camine hacia a derecha como me habían explicado, hasta el final del pasillo pintado en dos colores el mismo marrón esmalte brillante hasta un metro veinte de altura y a partir de allí en beige sucio, esmalte sin brillo hasta el techo blanco en tono de suciedad igualmente. En el patio interior el edificio asemejaba un liceo grande, muchos árboles, bancas y sombra en todas direcciones si no hubiese sido por lo umbrío de ese solar nada tendría de extrañar ver a dos adolescentes con uniforme de liceístas basándose en una de las bancas. Pero no era así y distaba de serlo…
La masacre
Las baldosas que conformaban el mosaico del piso del ancho corredor acolumnado por la izquierda resultaban de un estampado indefinido bien podían ser la representación de muchos demonios escapando del averno, o de la invasión de asimétricos alienígenas que invadían la tierra en hordas que ascendía desde el subsuelo obligados por el peso de mi tensa musculatura. Ese mosaico bien podría haber sido rojo o marrón o naranja; con manchas negras. También pudo ser una combinación de naranja con marrón y rojo con las misma manchas negras. En cada paso que daba observaba como el contorno de mi huella derecha era alcanzado por el contorno de mi huella izquierda en la sucesión de pisadas que una por una se convierten en el andar, medite un momento sobre esto, ese paso firme me había llevado por enmontados lotes de terrenos que luego se transformaron en complejos de urbanismo que con el tiempo se convirtieron en el hogar de esperanzadas familias . Caí en cuenta que caminaba con la vista adosada al suelo lo que me obligo impulsivamente a levantar la mirada, a recomponerme irguiendo la cabeza, enderezando la espalda por encima de la opresiva sensación. Enseguida note que en esa parte del penal caminaban hombres de diferentes aspectos, me enteraría posteriormente que eran presos de baja peligrosidad otros que perdían la razón por no soportar el encierro y pasaban el día deambulando por los patios hablando solos, afirmando a gritos su inocencia o hablando con los muertos que cundían los lúgubres corredores . Los últimos de este grupo de presos “sueltos” asistían en los quehaceres diarios de la cárcel. Inmerso en esa pesada atmósfera no pude notar la diferencia entre el personal de custodia del ministerio de justicia y los reos a los que solo pude identificar porque a cada paso se acercaban para preguntarme vez tras vez si era abogado o defensor publico y si podía enterarme de su caso y de ser posible ayudarlos en su causa. Antes de llegar a la fila de tres sillas empotradas en la pared del pasillo al lado de la puerta de la oficina del director uno de los reclusos se cruzo en la línea directa de mis pasos saludándome con una incompleta sonrisa al mismo tiempo que extendía su brazo para darme la mano y presentarse formalmente:
-Mucho gusto doctor, tenga usted buenos días.
La formalidad de aquel hombre bajo un poco mis niveles de tensión pues una vez me corto el paso me sobresalte al recordar el relato de mi amigo además de un incidente reciente del que me había enterado por un programa de televisión internacional y que luego me seria corroborado dentro del propio penal. La noticia hacia referencia a la visita de un equipo de periodistas extranjeros para realizar una entrevista a uno de los internos celebre por acciones que de ninguna manera deberían otorgarle notoriedad a un ser humano entre sus iguales pensantes…Cuarenta y dos asesinatos. Durante el desarrollo de esa entrevista el equipo había sido secuestrado despojado de sus pertenencias y equipos. Fueron liberados unas cuantas angustiosas horas después y solo les devolvieron parte de sus equipos y nada de sus enseres personales. Esos recuerdos me hicieron preguntarme por primera vez durante todos estos días -¿Qué coño hago yo aquí?- Entendiendo por fin las palabras de mi amigo… ” ¿Pa’ Sabaneta?…Lo que cobréis es barato”
Con los pensamientos de vuelta al pasillo correspondería el saludo a aquel hombre de edad imprecisable extendiéndole igualmente mi mano y explicando por enésima vez que no era abogado y que solo esperaba tener una entrevista con el director.
-¿Lo puedo acompañar mientras espera entonces? Me preguntó aún sonriendo.
Quien calla otorga.
Sentados en el mal iluminado pasillo, silla de por medio, entable una conversación inolvidable con aquel hombre, que con sus palabras atosigo mis sueños por varias semanas.
-Sabe ingeniero yo soy artista plástico, pintor para mas detalles, además de ser sobreviviente de la masacre-
Masacre es una palabra fuerte que me obligo a preguntarle de vuelta.
-¿Masacre?
-¿Cuál masacre?-
Ajustando su posición en la silla y tomando aire profundamente me respondería con una pregunta que no tendría oportunidad de contestar.
-La masacre del 3 de enero de 1994 ¿No se entero por la prensa?, no hubo pausa.
-Resulta que la gente de las zonas de penal y reeducación siempre han sido enemigos, es una cosa de años.
Mientras hablaba aquel desconocido mi atención iba y venia entre -¿El que hago yo aquí?- y en la necesidad morbosa de enterarme de primera mano de los hechos que desencadenaron en una masacre. De todas maneras era tarde para detener el alud del modesto pero educado verbo de mi compañero de espera que proseguía ensimismado en su relato.
-Entonces la gente de reeducación logro infiltrar uno de los de ellos entre los de penal con la finalidad que este infiltrado asesinara al líder de’llos.
Decía estas ultimas palabras señalando con ambas manos en dirección de las sombras de las matas que teníamos en frente.
-¿Ve esa pared? Eso no existía, no había separación entre aquí que es penal y allá del otro lado que es reeducación y máxima- -¿Me entiende verdad?
Un muro de ocho metros de alto con robustas columnas y vigas proporcionales ocuparon mi atención esos segundos y enseguida pude inferir que era la pared que intento reparar mi colega y su maestro de obra descuartizado, pero reconocer el muro y relacionarlo con el sangriento hecho no produjo ninguna reacción en mi ya el relato de la masacre me tenia atrapado sin capacidad de articular una sílaba, sin capacidad para asustarme.
-El 29 de Diciembre de 1993 los del penal descubrieron los planes y al infiltrado y sin darle chance de decir ¡ay mi madre! lo decapitaron con un chuzo de doble filo.
Un escozor gélido me corrió por la espalda y aún faltaba mas de la mitad del cuento.
-No conforme con arrancarle la cabeza de un solo golpe al pobre desgraciado ¿Sabe usted que hicieron después?
En ese momento por pura morbosa curiosidad si atine a contestarle.
-No, no me imagino que pudieron hacer.
-Pues echaron un partido de futbolito con la cabeza, imagínese que hasta que entro la guardia a imponer el orden estuvieron pateando la cabeza del infeliz por todos estos patios.
Me dijo sin una pizca de espanto, sin pausar el macabro cuento.
-Ellos, los de penal pensaron que los de reeducación iban a dejar esa cosa así, que se habían ganado el respeto de los otros, pero ni cerca todo fue para peor.
Los hechos que me narrará después se sucederían de la siguiente manera;
Pasado el asunto del decapitado y tras celebrar el año nuevo los internos de penal estaban confiados que la gente de reeducación se iba a quedar tranquila. Hasta la noche del 2 de enero la situación era normal, la misma desgracia de todos los días, hasta la madrugada del 3 de e ero antes que el sol aclarara un poquito los cielos los presos de penal fueron encerrados en sus pabellones para que luego los enajenados reos de reeducación lanzaran bombas incendiarias de gasolina hacia el interior donde aún dormían desprevenidos y confiados los del lado de penal. Esto desató una locura dentro de los pabellones, el gentío acorralado trataba de escapar del fuego, muchos dormían encerrados en sus “bugalu” que es una estructura que funcionaba como refugio cúbico nocturno sin ventilación y con una sola entrada, construido en mampostería con apenas espacio para un hombre. Estos “bugalu” funcionaron para los menos afortunados como horno de cremación. Para los que lograban por suerte salir del pabellón encontraban apostados en las rejas de salida chuzo en mano a los de reeducación para despachar con repetidos mandobles aquellos que escapaban del candelero. Sin embargo algunos lograron burlar el fuego y la afilada aduana exterior escapando por espacios por los que a simple vista resultaba imposible siquiera imaginar pasar un hombre adulto, el pintor fue uno de ellos.
El tamaño de estos resquicios escapatorios era inversamente proporcional a la magnitud de la desesperación, a menor espacio mayor desespero.
-Tengo una pintura de lo que vi ese día, me dijo el artista preguntándome en la misma oración si quería verla, asentí con la cabeza, el artista se marcho raudo como una exhalación para regresar con un cuadro abstracto de gran formato compuesto por la sobre posición caótica en trazos gruesos de marrón, rojo en mucha mayor proporción, negro, celeste, blanco y amarillo.
-Cuando abrí los ojos en el patio apretuja’o en una pila de muertos esto fue lo que puede ver, me dijo para luego explicarme el significado de su obra.
-Mire esta parte marrón es la tierra, el suelo que se iba a tragar todos esos hombre también de piel marrón que yacían muertos, todo este rojo es la sangre, mucha sangre y muchas las heridas, el negro expresa la carne quemada y el celeste, el amarillo y el blanco son el sol, el cielo y las nubes que vi cuando me colocaron acostado boca arriba dándome por muerto y pensé cosas tan horribles pueden suceder bajo un cielo tan hermoso.
No hubo tiempo para reflexionar ni seguir con la conversación el director encargado apareció por el pasillo acompañado de una abogado defensora publica. Nos pusimos de pie el director encargado despacho al pintor con bastante poca cortesía para luego dirigir su atención hacia mi, pensé en ese momento, por el trato que le habían dispensado el encargado de la prisión al conversador recluso, en esas películas que alguien por error se queda preso en una cárcel sin que nadie le crea que no debería esta preso ni el motivo de su presencia dentro de la prisión. Sentí como negaba moviendo la cabeza aquella horrible idea. Pero este no fue el caso, gracias a Dios para mi, el encargado me trato de manera amable aún antes de leer mi autorización. Luego hizo venir al oficial de la GN nacional para que me asignará una escolta y planificar mi visita al interior de la cárcel. Le pregunte que si podría subir a las garitas de vigilancia.
-Con esta autorización tiene acceso a todas las áreas del penal, le recomiendo que evite algunas a las que ni yo entro.
Me respondió mirando fijo el oficio. Se disculpo por no haber presentado a la abogado para hacerlo de seguido. Al extender la mano una fotografía de ese rostro de mujer pero mucho mas joven parpadeo en mi memoria. Resulto ser una compañera del liceo donde estudie el primero de bachillerato. Ella también recordó mi particular nombre y mientras el director encargado atendía su teléfono iniciamos una conversación. Me anime a preguntarle si conocía el caso de el señor con el que apenas hacia un rato compartía el asiento. Por supuesto me contesto, su esposa lo acuso del asesinato de su hija de tres meses de nacida cuando en el transcurso de una discusión teniéndola en brazos la arrojo contra piso causándole la muerte instantáneamente. Él en todo el juicio mantuvo que la niña se le había caído en un descuido momentáneo, que estaba borracho, que era inocente como afirman todos los que están encerrados aquí. Pero terminaron condenándolo a 30 años por asesinato. Seguimos conversando de lo que había sido la vida de cada uno desde aquel primer año que lucía tan lejano. Me contó orgullosa que desde que se graduó e hizo su post grado había trabajado como defensora pública y que en los últimos dos años presidía una fundación para mejorar las condiciones del recluso y prepararlos para cuando recuperaran su libertad.
Ahora mismo estaba tratando de convencer al cantante y dueño de una reconocida orquesta de la ciudad para que fuera a darles un concierto pero aún no lo lograba…
Asignada la escolta programada la fecha solo restaba comenzar a medir…Las noches por venir no pude dormir ni una hora.
Max Mad
Tan, tan ta tan, tan ta tan…Tan, tan ta tan, tan ta tan…Las notas con las que se anuncia la entrada en escena de Darth Vader se repetía en mi cabeza con fuerte reverberación y hacia que ese siniestro compás marcara el ritmo de mis pasos. No podía tener una mejor música mental para el momento en el que caminaba por sobre el piso de concreto pulido con vetas de pigmento naranja.
Los bordes del piso estaban totalmente meteorizados e invadidos por el terroso material del suelo circundante asiento de la fresca arboleda que le dominaba los flancos.
¿El cine le pondría música a nuestra acciones o nuestras acciones le pusieron música al cine?
Me pregunte disperso contando mis pasos hacia el muro que bloqueaba la vista hacia los pabellones. Hacia el interior de la cárcel que por fin me abría sus siniestras fauces.
En la marcha hacia el interior de el área de penal me escoltaban 6 guardias nacionales tres a la vanguardia y tres mas con el fusil presto caminaban detrás de mi, a menos de un metro. Tan, tan ta tan, tan ta tan…Como no sentirme un mucho menos alto Darth Vader.
-Tenga cuidado con su cámara.
Me advirtió una vez más el sargento encargado de mi seguridad, quien además prácticamente antes de entrar me había obligado a regresar mi laptop hasta el carro.
Una reja metálica de dos hojas soportada por una estructura con arabescos coloniales sin candado ni color definido marcaba la frontera entre el frondoso patio y los pabellones, el personal de vigilancia interna a cargo del ministerio nos franqueo la entrada. Antes de cruzar el pórtico, instintivamente toque el bolsillo izquierdo de mi camisa, donde prensada con un banda elástica reposaba mi cédula de identidad, la autorización con mi nombre y datos, y… En medio de los dos documentos atrapada con toda la fuerza de mi fe una estampita con el Padre Nuestro. Revise que el bolsillo estuviese bien cerrado y puse un pie, al fin, dentro de los pabellones de la cárcel Nacional de Sabaneta.
Dentro la película era otra, mas terrible.
Todas las edificaciones presentaban grandes perforaciones de balas, la cantidad de agujeros uno al lado del otro era tanta que daba la impresión que esa “huecamentazon” era el recubrimiento original aplicado a las paredes. Recibí mi primera dosis de olor a cárcel, mi primera dosis de realidad penitenciaria;
Aguas negras corriendo a cielo abierto, pilas y pilas dispersas de enormes cantidades de basura, chorros desperdiciados de aguas blancas, ropa tendida al sol, hombres de cuclillas en el suelo lavando en baldes de raras aguas tornasoladas, fogones humeantes por doquier preparando la comida de esa hora.
Instalaciones eléctricas externas con cables de todos los colores, empatados con “teipe” de todos los colores. Hombres lastimosos de todos los colores, muchos muchachos casi hombres. Rejas pintadas en óxido y desesperación en corredores y ventanas que al intentar mirar a través de ellos solo dejaban escapar una oscuridad preñada de maldiciones. Montones de arena de diferentes tamaños, muy pocos árboles casi ninguno mucho menos una banca. Una desvencijada cancha de usos múltiples que de seguro debía tener años sin escuchar el rebote de un balón. Un tanque metálico elevado hermano menor de las ocho garitas mas altas pintado de óxido con las tuberías corroídas vigilando desde el fondo de su inutilidad el apocalíptico paisaje.
Un barullo invadió de pronto el ambiente un corre, corre de gentes en todas direcciones el sargento noto mi aprensión;
-Quédese tranquilo ingeniero es la hora del numero, la hora en la que cuentan a los presos. La hora del numero es el único periodo del día en el cual los presos vuelven todos a los pabellones para ser contados de manera rudimentaria, mas severidad para con la asistencia y contestar la lista con el consabido presente tiene una maestra de primaria. El resto de las horas de sol y unas cuantas de la noche los presos deambulan por los patios y edificios con libertad que las fronteras por ellos establecidas les permiten. La realidad de esto, por lo menos la impresión que me produjo aquella forma de reclusión, es que los presos no están tan presos como deberían estar, suposición que después corrobore durante la investigación que realice para redactar las recomendaciones finales. En algún texto de los que revise, que quisiera recordar con exactitud, se establecía categóricamente que el encierro, el confinamiento es la forma de castigo que más atemoriza a los seres humanos, por encima de la muerte y con base en esa premisa los tiempos de confinamiento, ejercicio y otras actividades de los presidiarios deben ser estrictamente controlados. El mismo texto establecía que el sistema de pabellones era poco adecuado, difícil de controlar y solo aplicable para criminales de muy baja peligrosidad que cumplan condenas cortas no superiores a los tres años.
Aprovechando el momento en que los presos vuelven a los pabellones los efectivos de la guardia nacional me hicieron un recorrido. Cuatro grandes edificaciones ocupaban el centro de la parcela en la periferia ocultos y en caótica disposición nueve edificaciones mas pequeñas conformaban el total de las instalaciones del penal, cada uno asilo de las diferentes tribus de prisioneros. El sargento me indicaba;
Allá están los evangélicos y otros religiosos con ellos nadie se mete. Esos altares que están a la izquierda son el área de los santeros y brujos. Por aquel lado están homosexuales y los travestis juntos pero no revueltos, y mas atrás los locos y “sidosos”. En los pabellones esta la población general presos comunes mas y menos peligrosos.
-Y ese cuartico que ve allá es la celda de castigo, señalando con el brazo extendido.
Terminada la hora del numero mi presencia atrajo la atención de los internos que enterados del motivo de mi visita intentaban acercarse para mostrarme las condiciones infrahumanas en las que estaban detenidos y todas las penurias que día a día soportaban. Falta de comida por lo cual ellos mismo debían prepararse sus alimentos, el control del agua potable y la electricidad por grupos de presos mas fuertes, la falta de medicamentos y el convivir con otros internos afectados por enfermedades infecto contagiosas, falta de instalaciones sanitarias, falta de lencería y en general falta de todo. Del grupo de presos sobresalió uno que me invito a visitar el interior de los pabellones. El sargento me conminó a no entrar;
-Le advierto que los guardias no lo van a acompañar pa’llá dentro.
En un estúpido acto de coraje deje mi escolta parada al borde de la reja y rodeado de presos me interne en la intrincada disposición de los pabellones.
-Venga por aquí ingeniero y “estese” tranquilo que nadie se va a meter con usted, pero si va hacel un infolme que diga como nosotros los presos vivimos como animales.
El interior de los pabellones resultaba en un laberinto, los incontables “bugalu” ocupaban todo el espacio dificultando incluso caminar. Sábanas y toallas de todos los tamaños y estampados posibles colgaban de todas partes. El calor, humedad y la sensación real de la desesperación copaban la atmosfera, si alguien hubiese querido recrear el infierno y su condenación en aquel lugar, tendría que darse por satisfecho.
Algunos de la comitiva que me acompañaba me abrieron las puertas de sus refugios para mostrarme como eran en su interior. Irreflexivamente me sumergí en una de las mazmorras de bloque y cemento. Dentro una colchoneta cubierta por una muy gastada sabana, una toalla vieja y desteñida que doblada hacia el propósito de ser una almohada, el cableado irregular alimentaba los filamentos ardientes de un único bombillo dispuesto en una esquina, fotos y recortes de páginas de prensa con mujeres desnudas estampaban las paredes sin friso. Al cerrar la puerta de latón se hacia imposible respirar el poco aire que quedaba atrapado además de lo insoportable del calor no permitían siquiera imaginar el pasar una noche encerrado en ese incomodó rectángulo, cumplir una condena encerrados dentro del encierro para medio resguardar mientras dormían asfixiados lo poco que les quedaba de vida.
Los presos se arremolinaban a mi alrededor cada vez en mayor numero y en tropel me llevaron de pabellón en pabellón. En un punto me sentí desorientado solo podía ver la masa humana que me rodeaba, ni rastro de la escolta de los guardias y por primera vez note que los hombres que me acompañaban lucían apretados a la pretina de sus pantalones armas blancas de diferentes tamaños de confección artesanal. Los famosos chuzos. Pedí a uno de ellos que me mostrara su arma y en un momento todos los demás blandían orgullosos sus respectivos puñales, mas de uno de aquello afiliados artilugios paso por mis manos dejando al contacto con mis dedos el grito de mil dolores en mi cabeza, el ardor de mil puñaladas en mis entrañas. Estando dentro muy profundo del ultimo pabellón llegue a pensar que podrían matarme allí mismo sin ninguna consecuencia, era yo un punto en la oscuridad de un perdido laberinto olvidado del mundo. Los presos se convirtieron en mi escolta, los guardias habían desaparecido, ellos los presos, me llevaron a lo que en un tiempo debió ser una cocina y un comedor ambos espacios asquerosos por exceso cundidos de ratas y alimañas.
Luego pasamos por una improvisada capilla y por ultimo me detuve frente a la celda de castigo. Este edificio era el mas pequeño del complejo solo tenia cuatro metros de ancho por tres de largo y escasamente sobrepasaba los dos metros de altura. Una vez estuve parado en frente daba la impresión de estar vacío. Una reja metálica ubicada en el extremo izquierdo de la pared frontal era el único modo de mirar hacia adentro de la espesa oscuridad desde donde se escapaba con fuerza un vaho pestilente por cada resquicio del recuadro de la entrada. Me acerque un poco mas y de las sombras emergieron, ojos desorbitados y las siluetas de hombres sofocados pegados unos a otros que por turnos ocupaban el lugar junto a la puerta para respirar. Le pregunte a uno de los que con las manos y cara pegados al metal me miraba desde otro mundo cuantos hombres había encerrados en esa celda de castigo. Me respondió de inmediato y sin dudar;
-Ahorita semos 24 doctor. Su abdomen se hundió en medio de su descarnado costillar haciendo acopio del poco oxigeno que necesitaba para hablar.
-Pero han meti’o aquí hasta 40 presos.
-Cuarenta personas en 12 metros cuadrados, le replique incrédulo, eso es imposible, con una torcida sonrisa de resignación me contradijo
-Doctol en la calcel todo lo malo es posible.
Decidí que había visto suficiente que era el momento de salir mire en toda las direcciones buscando al sargento y al grupo de guardias pero literalmente habían desaparecido. El grupo de presos me acompaño hasta la reja de salida donde el custodio del ministerio preguntó que quien coño era yo y como que era -esa vuelta- que iba a salir, con cual autorización. Con la imagen mental de Robert Redfort en Brubaker solté el botón del bolsillo izquierdo de mi camisa con el fin de sacar la autorización, la cédula y el Padre Nuestro pero no hubo necesidad el recluso que inicialmente me había abordado para conducir mi tour por los intestinos del presidio le hablo con autoridad clara al custodio de la puerta;
-Que te pasa, marico, mamagüevo le vas a faltar el respeto al ingeniero, abre la puerta antes que te vuele de un solo coñazo tó los dientes, el resto de los presos detrás de mi hizo un coro de maldiciones e insultos que se multiplicaban por mil cada segundo. Al fin de mala gana el custodio abrió la reja me despedí del grupo de hombres que debían permanecer en el infierno del encierro y salí caminando sin detenerme y sin capacidad de prestar atención a cualquier detalle hasta que en la zona de requisas el sargento que temprano me había acompañado se acerco para franquearme la salida al exterior y para decirme:
-Usted esta loco e’ bola.
Salí con el olor a cárcel tatuado en el cuerpo al punto que no me permitía respirar con el alivio que sentía por estar afuera, por pisar el asfalto de la calle.
En el quiosco de refresco me encontré con la defensora publica, que estaba conversando con un grupo de mujeres que resultaron ser madres, hermanas, novias y esposas de algunos de los reclusos, las mujeres son en su mayoría las que se preocupan y ocupan por sus familiares presos, las mujeres de los criminales convictos también sufren la condena. Espere que terminara para invitarle un refresco y conversar con ella un rato, desahogarme con alguien que conociera a la bestia carcelaria, hablar con alguien que por lo menos me enseñara como evitar que la bestia carcelaria me mordiera o peor aún me tragara vivo para luego aparecer en sabe Dios cuantos pedazos. Atropellando las palabras comencé la conversación.
-Chama ese trabajo es demasiado para mi solo, esos edificios están en ruinas y el complejo es inmenso, hoy solo visite el área de penal no hice una sola medición y todavía me falta visitar reeducación y máxima-
Le dije sin respirar liberando la presión acumulada en las horas precedentes.
-Contrata a alguien de adentro, para que te ayude.
Me respondió para luego tomar un nuevo sorbo de su refresco que ascendía con burbujas por su pitillo hasta sus colorados labios.
-¿Que contrate a alguien? ¿ Vos sabéis que nadie quiere venir a trabajar allá adentro?
Se sonrió;
-No chico contrata a los presos. Presos hay maestros de obras, albañiles hasta un ingeniero mecánico tengo entre los que estoy defendiendo-
Volvió a sorber por su pitillo;
-Yo te armo dos equipos uno para penal y otro para reeducación y máxima.
¿ Si quieres?-
-Por supuesto- Le respondí con el alivio del que respira por primera vez tras mucho tiempo bajo el agua.
-Tranquilo yo te cuadro eso, nos vemos el jueves.
No deje que se fuera sin antes preguntarle:
¿Raiza, es peligroso allá adentro, lo pueden joder a uno?
Coloco la botella casi llena sobre el mostrador de latón y me miro profundo con unos ojos mestizos que habían visto muchas veces las miserias que para mi eran desconocidas hasta ese día.
-Si, es bien peligroso y de ser posible no entres más.
Y se despidió con un beso.
La noche de ese día fui al gimnasio e hice ejercicios con vehemencia. Luego me bañe con exagerados escrúpulos tratando de exorcizar de mi cuerpo y sobre todo de mi nariz la memoria aromática que me atormentaba. Luego salí a cenar y durante la comida trate de dirigir el rumbo de la conversación hacia otras cosas, menos crudas, menos reales, pero en determinado momento mi acompáñate me increpo curioso:
-¿Aja y como es esa verga en la cárcel, es horrible que jode?
Después de pensarlo un rato le conteste:
-¿Vos habéis visto las películas de Max Mad?
-Claro, son una verga del futuro donde no hay un coño que comer y pura gente rara que se vuelve loca matándose por cualquier güevonada entre ellos, son como unos zombis con armas de metal que ellos mismo hacen.
Contesto a mi pregunta entre bocado y bocado de ensalada quien me acompañaba a cenar.
-Bueno imagínate esa verga Igualita, pero peor-
Le respondí.
Tarde acostado en mi cama desde la oscuridad de cada rincón de la habitación los ojos enajenados de aquellos hombres continuaron enfocándome desorbitados por horas, mirándome con esa mezcla de arrechera, dolor y desprecio que se funden en las miradas de los convictos.
Las cuadrillas.
Se me hizo jueves desde las tres de la madrugada, desvelo que logre capear con mis acostumbradas sesiones a deshora de ejercicios y leyendo poesía. Solo la inmensa porción de responsabilidad que compone mi humanidad y lo mucho, por no decir lo imposible, que me cuesta desdecirme evitaron que abandonara la tarea de entregar el relevamiento, los cómputos métricos y el informe con las recomendaciones tal y como lo habia prometido, dentro mi yo superior me suplicaba para no cruzar más nunca aquel umbral . Antes que el sol pintara de naranja la mañana estaba bañado y afeitado, vestido como de costumbre, camisa con las mangas recogidas hasta los bíceps, mis botas amarillas de trabajo, el recuadro que formaban liga, la autorización, la estampita con el Padre Nuestro y mi cédula apretados en el bolsillo delantero de mis Levi’s y las bendiciones de mi madre entre pecho y espalda, así sintiéndome blindado me dispuse a salir. El plan para ese día contemplaba la visita a las áreas de reeducación y máxima seguridad, donde aún seguían confinados para la fecha algunos de los hombres que le metieron candela a los del penal. Zona de la cárcel donde continuaba privado de la libertad el celebre asesino de las 42 personas. La rutina fue la misma para entrar, el acceso a las áreas de reeducación y máxima es idéntico al de penal en una disposición contraria, como mirándola en un espejo, con la diferencia que para esta zona no habían dejado las áreas verdes que funcionaran a manera de barrera entre la entrada y los pabellones, la zona de la arboleda formaba parte del plantel de reeducación, de manera que una vez sorteado el cuarto de requisas de inmediato te encontrabas frente a una reja metálica de seis metros de ancho por cuatro de alto, detrás de la reja la población de reclusos iba y venia en un quehacer abstracto y confuso. Estaban encerrados pero sueltos. La defensora publica y morena colaboradora no llegaba, faltaba mucho para las nueve de la mañana, hora en la que habíamos quedado para encontrarnos. No entre a la zona reeducación decidí esperar por la abogado penalista, invertí esos minutos de espera en tomar algunas fotos del exterior, de la pared perimétrica, de las elevadas garitas que seguían invitándome a subir. Hice algunas anotaciones y como los guardias ya estaban al tanto de mi presencia respondían de manera amable a todas las preguntas que les hacia. En el exterior del edificio existían otras oficinas encargadas de funciones de atención a los familiares, defensoría publica y régimen de prisiones, todas derruidas con mobiliario que claramente databa de los tiempos de la penúltima dictadura venezolana y a pesar de ser los finales de la década de los años noventa, época de la expansión mundial del uso de las computadoras en ninguna de las oficinas habia siquiera un laptop. En la oficina de régimen de prisiones, encargada de controlar la población penal me entreviste con el funcionario a cargo que cortésmente me dio los datos del numero de personas por reglón, esto es los procesados a los que ya se les habia dictado sentencia, los procesados cuyos juicios habían terminado y estaban a espera de la sentencia y los que estaban siendo procesados, además de un grupo de detenidos que se encontraban en un limbo jurídico debido, principalmente, a que no tenían a nadie que se preocupara por ellos o sus casos y estaban condenados a penar a la buena de Dios en la cárcel hasta que por fortuna alguien se acordara de ellos. En total sumaban tres mil ochocientas almas para el año 1996. La cárcel nacional de Sabaneta fue construida inicialmente como reten policial para albergar doscientos treinta hombres, con las sucesivas remodelaciones a través de su historia y la construcción de un edificio de máxima seguridad la capacidad de reclusión habia sido aumentada a ochocientos cincuenta reos, lo que significaba que para ese momento existía una sobrepoblación de aproximadamente tres mil hombres. Todos estos datos estaban celosamente guardados bajo estrictas normas de seguridad anotados en un destartalado pizarrón que colgaba torcido de la pared, el futuro, la condena a cumplir por faltas a la sociedad a las normas de convivencia ciudadana, la supervivencia de tres mil ochocientos hombres dependían de la memoria de un funcionario, del suministro de tiza y del fortuito azar que la vida dispusiera para aquellos desgraciados. El funcionario no me dejo tomar una foto del pizarrón de régimen de prisión, pienso que mi cara de estupefacción por lo ligero y absurdo de aquel sistema evito que me diera el permiso.
-Sabrá Dios que va hacer usted con esa foto, y yo lo que menos quiero es tener problemas con los de arriba. Fue su inmediata escusa. Para rematar la frase afirmo lapidario:
-No se meta en peos ingeniero, esta gente no le importa a nadie imagínese que allá dentro hay hombres que ni se acuerdan porque delito es que están presos. Por mi parte me abstuve de hacer uso de la autorización, aquello estaba fuera de los objetivos del trabajo y mi yo interno termino de convencerme que lo del pizarrón y los tres mil y pico de hombres no era mi problema. Al fin dieron las nueve de la mañana salí apresurado de la oficina hice el procedimiento para ingresar al edificio y parado frente a la reja, mirando a través de sus rectangulares barrotes me distraje observando ese universo paralelo que se movía en sentido contrario a la humanidad. Abstraído como estaba muy cerca de la reja un interno de reeducación bloqueo la visual que tenía del surreal universo. En un instante se sujeto con ambas manos de los barrotes dejando que su peso lo llevara hacia atrás formando con el enrejado un ángulo agudo. Mirándome con una expresión para la cual no tengo las palabras que la describan comenzó a hablarme directo y en un tono autoritariamente demencial;
-¿Vos soís abogado? ¡Hey parame bola que te estoy hablando!
-¡Cualquier mardito que llega a esta verga se cree mejor que uno, porqué uno esta preso como un güevón!
-¡Vos lo que estáis es caga’o, tenéis miedo que jode!
No respondí, ni le mantuve la mirada, en el momento no sabía si lo que sentía era miedo, una arrechera visceral, arrepentimiento, o una inconmensurable lastima. Un leve roce en el hombro me saco del trance, la abogado, mi amiga Raiza del bachillerato llego nuevamente a socorrerme.
Ella fue mi compañía y escolta para el recorrido por las áreas de reeducación y máxima seguridad, este ultimo complejo a pesar de ser de reciente construcción, máximo unos dos años, estaba totalmente destruido, las rejas abiertas y ningún calabozo albergaba prisioneros. Al igual que en las áreas de penal la población vagaba a su antojo por todo el complejo, además de estar conformada por similares grupos de hombres discriminados de la misma forma. En un momento pregunte cual era la diferencia entre un área y la otra y como se lograba estar recluido en reeducación o en penal. La ubicación la dictaminaba las autoridades y los condenados podían solicitar, según el crimen cometido cumplir su pena en reeducación aprendiendo un oficio, para lo cual habían talleres y aulas de clases. Las condiciones de ambos complejos eran las misma destrucción, miseria, enfermedades y podredumbre. El tiempo que estuve entre los patios y edificios de reeducación lo invertí en hacer cientos de fotografías, además de escuchar igual numero de historias espeluznantes, incluso conocí al reo de los cuarenta y dos asesinatos quien lucia orgullosos una gorra distintiva del equipo de periodistas internacionales que lo visitaron para entrevistarlo y terminaron siendo rehenes del terrible asesino. Terminado el recorrido nos dirigimos a las oficinas de la dirección para entrevistarme con los dos equipos que levantarían las áreas de reeducación y penal, cosa que solo resolvía parte del problema pues aun quedaban pendientes por medir el anexo femenino y el área de procesados militares o PROCEMIL. No puedo describir la sensación que experimentaba mi yo interno cuando las rejas que definían la frontera entre el cautiverio y la libertad se abrían para mi, en cada salida un sentimiento instantáneo me invadía y era la posibilidad cierta que por cualquier razón inventada el custodio de turno no me permitiera salir, en pocos minutos me enteraría cuan posible era tal imaginando y temido acontecimiento. Siete hombre nos esperaban en los patios sombreados del pena, tres eran internos de reeducación a los que a simple vista se les notaba el nerviosismo y la aprensión y los otros cuatro, entre ellos el pintor, eran reclusos de las áreas de penal. Raiza me presento a cada uno y en muy poco tiempo les explique lo que necesitaba que ellos hicieran, luego siguiendo un procedimiento que me ha ahorrado muchos dolores de cabeza les pedí que me explicaran lo que tenían que hacer. Quedo claro que habían entendido cuales eran las mediciones y actividades que les habia solicitado realizar incluyendo además en su exposición el monto que pensaban cobrar por realizar el trabajo. Casi para finalizar la reunión nombre los jefes de grupo y deje como mi asistente al pintor, quien me ayudaría a medir las áreas externas. Para reeducación seleccione como jefe de grupo a un convicto por narcotráfico, ingeniero mecánico y técnico en metalurgia. Su delito diseñar y construir un doble fondo en los tanques de gasolina que permitía trasladar sin ser detectados importantes alijos de droga. Uno de los vehículos por él modificado fue detenido por azar y en medio del procedimiento el chofer del carro no pudo con la presión y confeso que transportaba droga, donde la transportaba y llevo a la comisión de la guardia directo al taller donde le habían fabricado el doble fondo del tanque de gasolina. Por ese delito estaba pagando siete años de prisión de los cuales habia cumplido cuatro. Como era ingeniero o afirmaba serlo a partir de ese momento lo bautice como -El colega-. El jefe del grupo de trabajo de las áreas del penal tenia para la fecha tenía más de un año preso por causa de una equivocación, resultaba ser un señor bastante formal victima de la mala suerte según su relato del porque estaba detenido en la cárcel de sabaneta , en las visitas posteriores me enteraría de los enrevesados hechos que lo mantenían en prisión dependiendo su libertad únicamente de la verificación de sus huellas dactilares corroboradas por la oficinas del ministerio de identificación. La situación de este hombre que ya pasaba del año encana’o era la siguiente:
El hombre había sido victima de un atraco, en el asalto fue despojado de su cartera y en consecuencia de su cedula de identidad. Superado el trauma del atraco realizo los tramites para obtener una nueva cedula olvidando en el proceso realizar la respectiva y obligada denuncia del hurto de su papel de identidad, dejando en el olvido todo el trauma del asalto y sus consecuencias. El delincuente que lo asalto fue capturado por otro delito, juzgado y condenado usando durante todo el proceso la identificación que habia robado. Un domingo cualquiera de visitas en el penal el asaltante recupero su verdadera identidad con la complicidad de sus familiares y de los funcionarios que retienen las cedulas de las visitas dominicales. Terminada la visita el delincuente salido por la puerta principal de la cárcel volviendo a ser él. En un chequeo de rutina en un aeropuerto el atracado señor presento su cedula para descubrir que aparecía como prófugo de la justicia de inmediato fue esposado y trasladado de vuelta la penal de donde nunca se había escapado y en el cual llevaba casi dos años a la espera de que sus huellas dactilares fueran comparadas con las que se le tomaron al delincuente al momento de su detención, sencillo procedimiento que le hubiese evitado a aquel decente señor dos horribles años de martirio, en caso de que todo lo que el afirmaba convencido fuera verdad. La reunión termino pasadas las tres de la tarde nos despedimos de los dos grupos haciéndoles entrega de suficientes lápices, hojas y blog para anotaciones además de dos calculadoras para realizar las operaciones básicas que permiten calcular áreas y volúmenes. Como gesto de retribución y profundo agradecimiento invite para que fuéramos a almorzar a Raiza en el lugar que ella escogiera. Por mucho más iba a quedar en deuda con la humanitaria abogado. Durante el almuerzo hablamos de diferentes temas hasta que ella directamente me dijo;
-No puedes dejar que la realidad que afrontan los presos con sus respectivas consecuencias te afecte. Me dijo estas palabras dibujando con sus labios colorados cada una de las palabras. Hizo al mismo tiempo un gesto femenino acomodándose el cabello y con el que hilvano sus primeras frases con las siguientes:
-El noventa por ciento de los reclusos dentro del penal son culpables, son hombres terribles que merecen por exceso todas y cada una de las vicisitudes y penurias a las que son sometidos diariamente. Tras tomar un largo trago de agua de una copa preñada de gotas de condensación remato su exposición:
-Básicamente son criminales, que usan la victimización de sus casos para generar lastima y conmiseración por ellos, pero te digo basada en la experiencia que me han concedido quince años escuchando alegatos de inocencia, el noventa por ciento no merecen siquiera una lagrima, un oración por la salvación de sus almas y bien merecido se tienen el infierno que viven día a día. El pintor en un arrebato de furia alcohólica azoto a su inocente hija de tres meses contra el suelo, arrebatándole la vida al instante, ¿te imaginas la fuerza con la cual ese hombre arrojo a su hija al suelo? Interrumpí descortés su exposición;
-El dice que se le cayo de los brazos, porque estaba muy borracho. Entorno los ojos buscando las palabras para responderme:
-No te voy a atormentar con los detalles del informe forense, pero te puedo decir que no dejo dudas por el tipo de lección que presentaba la niña recién nacida que esta fue arrojada contra el piso con mucha fuerza. Tomo de nuevo agua de su copa.
-El colega- como vos lo bautizaste, estaba claro para que se utilizaban los dobles fondos por el diseñados y fabricados y por eso bien caro que cobraba esas modificaciones. Justo al concluir llego la comida que habíamos ordenado en el restaurante más alto de la ciudad. Desdoble la servilleta de tela color rosa pálido para colocarla sobre mis piernas y antes de levantar los utensilios para comenzar a comer le pregunte mirando fijo sus ojos mestizos:
-¿ Y que pasa con el diez porciento restante?, ¿los inocentes, los olvidados del sistema, los sin familias, los que ya han pasado más tiempo en reclusión que lo que ameritaba su falta?
Con un aire de orgullosa victoria me respondió clavando sus pupilas morenas en las mías;
-Esos son mi problema, puedes seguir viviendo tranquilo. Expreso segura la abogado penalista como una sentencia sobre una cosa juzgada. El almuerzo se convirtió en cena y el cielo de la ciudad fue decorando en claroscuros naranjas, rosados y celestes los girones de nubes que colgaban de la estratosfera hasta que la oscuridad que ascendía desde el horizonte se poso primero sobre el lago y finalmente sobre la ciudad. Las estrellas y el titilar nocturno de la ciudad nos acompañaron un largo rato tornando la fortuita casualidad en un encuentro agradable. Finalmente nos despedimos, abriéndole la puerta de su carro le pregunté:
-Vos te imaginaste alguna vez en la época del liceo que un poco de años después íbamos a estar cenando y conversando en un lugar como este?
No respondió hasta estar ya dentro de su carro y a través de la ventana abierta:
-Por lo menos con vos no, porque eras un catirito grilluo, pretensioso y odioso? Me dedico una ultima sonrisa que me hizo compañía todo el camino de regreso.
Me faltaba hacer las visitas de inspección y fotografiar las areas de anexo femenino y de procesados militares y ya me habia consumido quince días de lo treinta que disponía para entregar el trabajo, con cada hora transcurrida la ruta critica del diagrama de planificación se tornaba más y más critica. Y aún no habia subido una de las garitas.
Stairway to heaven
There’s a lady who’s sure
All that glitters is gold
And she’s buying a stairway to heaven.
When she gets there she knows
If the stores are all closed
With a word she can get what she came for.
Ooh ooh and she’s buying a stairway to heaven.
There’s a sign on the wall
But she wants to be sure
‘Cause you know sometimes words have two meanings.
In a tree by the brook
There’s a songbird who sings,
Sometimes all of our thoughts are misgiven.
Ooh, it makes me wonder,
Ooh, it makes me wonder
Las notas de escaleras al cielo se reproducían automáticas en mi cerebro al tiempo que ascendía por las escalaras de concreto confinadas en el estrecho espacio de geometría hexagonal de la garita. La pendiente de los escalones desafiaba con ventaja mi buena condición física y la del guardia que me acompañaba que hacia repetidos descansos en medio de cianóticos jadeos.
-Échese una calmaita ingeniero, alla’riba no lo esta esperando naiden. Lo reducido del espacio hacia difícil respirar y los pequeños rectángulos de ventilación dispuestos en los cruces de descanso de la escalera en poco ayudaban en la oxigenación del claustrofóbico recinto y menos aporte hacían en su iluminación. A medida que subía el aire se tornaba más ligero y respirable, -Ya vamos a llegar- me dijo el guardia desde atrás, que a pesar de ser unos diez años más joven le costaba el triple el ascenso. Al llegar a la torreta de vigilancia las frondosas copas de los arboles de mango con sus hojas entre moradas y verdes, las pocas tejas rojas que restaban dispersas sibre los perforados techos atenuaban en algo de la fealdad que se desplegaba con toda su indolencia unos metros más abajo. Desde ese punto se podía observar completamente el total deterioro de las instalaciones, las antiguas y las nuevas por igual. Las perforaciones hechas por las balas se apreciaban en todos lados incluyendo las viviendas aledañas presentaban grandes huecos en sus paredes producto del impacto de los proyectiles de gran calibre con los que se contenían las frecuentes revueltas. De inmediato hice un rollo completo de fotos y cargue el otro. El guardia me ofreció un cigarro, en tanto el ya se habia fumado tres:
-Veis por eso es que no podeís con la escalerita. Le dije con sorna rechazando el ofrecimiento del no húmedo vicio.
Las copas de los arboles, lo empinado de la escalera, las volutas de humo, lo irreal de todo el panorama obligaban al solo de guitarra de escaleras al cielo a retumbar cada vez con más fuerza en mi cerebro y -hacían que me preguntara-.
-¡Adelante garita uno, adelante! Resonó con estática la radio preñando con un eco angustioso el espacio.
-Adelante garita dos, informe que novedad. Respondió el guardia fumador.
-Interrogativo garita uno, observamos un civil dentro de la torre en actitud sospechosa. Reporte si hay novedad. El acceso de civiles a las garitas esta restringido.
-Positivo, el civil esta autorizado.
-Interrogativo, ¿Quién lo autoriza?, ¿el comandante de la guarnición?
-Negativo garita dos lo autoriza la autoridad penitenciaria, con acceso a todas las areas del penal.
-Negativa autorización del ministerio. Las garitas son instalaciones militares, la orden es abrir fuego ante la presencia de civiles.
-¡Negativo!, ¡negativo garita dos no hay novedad! ¡El civil está autorizado!
-Verga ingeniero mejor baja de una vez no vaya a ser cosa que nos caigan a plomo, ya tiene suficientes fotos.
-Adelante garita dos, el civil esta desalojando el puesto de observación. Esto fue lo ultimo que escuche antes de emprender la carrera escaleras abajo.
-Y hacían que me preguntara-, ¿que coño hago yo aquí? Baje corriendo las escaleras, que estuvieron a punto de llevarme, literalmente, desde el infierno al cielo.
El resto del día lo pasaría midiendo y tomando fotos con -el artista- teniendo el pendiente de las visitas a las areas de mujeres y de los militares. En ese punto estaba convencido que no era posible medir, hacer los cómputos métricos, compilar la información, hacer un resumen fotográfico en un informe final en los días que restaban, un poco más de quince. -El artista- pondría en mis manos una herramienta valiosa para lograr mi cometido.
Para las ultimas horas de esa tarde recibiendo parte de las mediciones recopiladas por los dos equipos, trabajo que iba desde bastante bueno a inentendible, utilizando para estas reuniones una pequeña oficina ubicada dentro de los patios del área del penal, -El artista- que tenía rato desaparecido, ausencia que se notaba de inmediato por el silencio que acompañaba su no presencia, no dejaba de hablar ni un momento, entro con su habitual talante repleto de nervios en el pequeño cuarto, su aparatosa entrada me hizo levantar la vista y echarme un poco hacia atrás de un silla metálica donde sentado trabajaba en un escritorio sin gavetas que se movía con una indescifrable cojera. La silla se me hacía idéntica a las que usan en los programas de lucha libre para golpearse los contendores. El hombre irrumpió llevando en las manos un sobre manila grande que coloco extasiado sobre el renco escritorio.
-Ingeniero, lo he visto dibujando toda la tarde con dificultad los planos de todo lo que medimos, ¿el dibujo no es lo suyo verdad?
Ciertamente el dibujo no se me da muy bien, aunque las palabras desbocadas de mi asistente no me permitieron ni responderle ni justificar mi impericia grafica.
-Pienso que estos papeles que están en este sobre le van a servir para que termine más rápido. Pausa para recuperar el aliento. -Y si con eso que usted esta haciendo van a arreglar la cárcel a lo mejor sobrevivo y paso los catorce años que me faltan por estar aquí en mejores condiciones. Me entrego el sobre en las manos. Eran cerca de las seis de la tarde, por simple precaución debía estar fuera de las instalaciones por lo menos hora y media antes. Me despedí del artista prometiéndole que en la noche iba a revisar lo que fuera que me estaba entregando. Coloque el sobre junto al resto de mis papeles y sin más me dirigí a la salida. Atravesé los puntos de control y requisas, me despedí de los guardias sin saber qué estaba sacando despreocupadamente debajo de mi brazo, con el estilo despreocupado con el que un estudiante lleva sus libros a clases.
Mentí, en la noche no abrí el sobre, como norma me impuse no meter nada de lo que estuviera involucrado con el trabajo de la cárcel ni con la cárcel dentro de mi casa. Me cambiaba de ropa en el gimnasio para entrenar, luego me bañaba en el gimnasio para vestirme de nuevo con otra rompa limpia. Colocaba mis botas amarillas de trabajo en una bolsa que dejaba en el carro y la ropa que sucia usada durante el día la llevaba directo al lavadero. Al terminar mi rutina de entrenamiento y de limpieza corporal y éterica trataba en lo posible de ocupar las horas previas a dormir en alguna cosa que despegara de mi mente la fea calcomanía con las imágenes que conservaba en la memoria del día.
En la mañana siguiente listo para salir, saque mis botas del maletero del carro y me reencontré con el sobre. Sentado sobre el piso caico rojo del estacionamiento me calce como de costumbre y abrí por fin el sobre. Dentro encontré los planos originales y completos de la Cárcel Nacional de Sabaneta o Cárcel Modelo como también se le describía en las cajeras de identificación y de especificaciones de muchos de los planos. Contenía el sobre croquis de las remodelaciones realizadas, mediciones, muchas de las que necesitaba, incluidos los anexos de mujeres y procesados militares. Era más de la mitad del trabajo hecho.
Para la misma tarde de ese día con la ayuda de Raiza organice una reunión con las dos cuadrillas de medidores, saque del banco el efectivo del pago total pautado, más un dinero adicional que le entregaría al artista como agradecimiento por su ayuda. Hice un juego doble de copias de toda la información contenida en el sobre, el empleado del centro de copiado no dejo de mirarme con recelo el rato que ocupo en copiar los documentos. Ansioso llegue cuarenta minutos antes que utilice para hacer las fotos de los anexos pendientes. A la hora prevista, como las once veces anteriores me dispuse a traspasar la frontera entre la libertad y la prisión. Todos los guardias que conocía hasta esa fecha fueron trasladados a otros puestos. Hice uso de la autorización por ultima vez pero en esta ocasión el guardia encargado de las requisas se empeño en revisarme, aludiendo que; “ese papel ya estaba venci’o” Entre al cuarto de requisas escoltado por el guardia que no reparo en el sobre contenía los planos, enfrascándose luego de hacerme una revisión corporal en los dos fajos de billetes. Unas 20 veces le explique las razones por las que llevaba esa cantidad de efectivo, el guardia insistía que le dijera que ese dinero era para droga. Pasaban los minutos dentro de la pequeña habitación, el guardia salió mal encarado, rumiando una arrechera incomprensible, quede solo por unos largos minutos en los que recordé un pasaje del libro de Henri Charrière -Papillón- quien aseguraba en un pasaje de su historia que el carcelero más despiadado que conoció en todas las cárceles que estuvo preso fue el carcelero venezolano. Regreso el guardia en compañía de un oficial al que de inmediato le extendí el oficio que me autorizaba a entrar y sobre todo a salir de la cárcel. Explique de nuevo la razón del efectivo al oficial, que me escuchaba en silencio. Pensé cientos de veces, -coño e’ la madre estos malditos me van a dejar preso. Le pedí al oficial que informara de mi presencia y situación al director, el teniente continuaba sin hablarme. Hasta que el director encargado se apersono en el cuarto de requisas, informado no por los guardias si no por el artista que a su vez fue informado por uno de los custodios internos del ministerio. Aclarados los motivos de mi presencia salí del cuarto de requisas aún con el corazón acelerado. Superado el muy mal, malísimo y aterrador incidente sostuve la reunión realice los pagos a cada grupo de medidores que me hicieron entrega de nueva información recopilada por ellos, devolví el sobre al artista pidiéndole que por favor lo colocara en el mismo lugar de donde lo saco. Luego de las despedidas con el grupo de colaboradores el director me acompaño hasta la salida.
Ultimo.
Elabore un minucioso informe de la situación del penal de Sabaneta. Anexe al informe unas recomendaciones producto de la investigación que hice sobre los sistemas penitenciarios de países desarrollados como Alemania, Noruega, Francia , Japón y los Estados unidos. Ninguno de estos países del primer mundo utilizan el sistema de pabellones para el confinamiento de criminales de alta peligrosidad. En las cárceles de máxima seguridad los presos son presos y pasan la mayor parte de sus condenas confinados en celdas para máximo cuatro penados. Los tiempos de esparcimiento y ejercicio son estrictamente controlados. Los emplazamientos de las prisiones de máxima seguridad para criminales peligrosos están alejados de centros poblados o ciudades. El contacto personal de las visitas para criminales de alta peligrosidad esta restringido a fin de evitar el acceso de armas, drogas y cualquier objeto susceptible de ser utilizado como arma, por eso vemos en las películas la repetida escena del vidrio y el teléfono en las dramáticas escenas de visitas carcelarias. Estas entre otras consideraciones necesarias para los reos y para la sociedad.
Cuando cerré el sobre con las fotografías, planos y croquis y demás información para entregárselo al empleado de la compañía de envíos sentí que me quitaba del cuello un cepo de varios cientos de kilos.
El hombre 1 con la información en sus manos, craso error, se desdijo de los honorarios acordados, los ingenieros aprendemos con la perdida de muchas horas de trabajo esta costosa lección, no entregar ni un solo numerito antes que te paguen.
Por la línea telefónica me aseguro que el tampoco habia cobrado lo que inicialmente presupuesto, que el ministerio había eliminado algunas partidas y que sé yo que más excusas balbuceo en esa conversación en la que ya para finalizar como ultima herramienta para no cancelar lo acordado me dijo:
-No te arreches vale, en cuanto salga el trabajo para realizar todo esto que tu dices que hay qud hacer en es vaina, te subcontrato a ti pa’ que te ganes esos reales.
Tras unos minutos en los que solo se escuchaba el sonido que producía el aire que salía apurado de mi nariz rebotando en el micrófono del teléfono le dije como punto final de la llamada;
-¡¿Pa’ Sabaneta?! Lo que cobre es barato.