Relato1
La piñata
Dejamos de ver pornografía por televisión.
Nina (mi gata) y yo nos asomamos por la ventana, escuchamos gritos, golpes, algunas malas palabras.
Dejé el vaso de ron sobre la mesa y salimos, Nina paraba las orejas.
A lo lejos se veía un mutante pendiendo de una cuerda, abajo, siluetas salvajes cual aves de rapiña diurna hendían con vociferaciones frías la mescolanza de la noche taciturna.
Por un momento pensé –diablos, estoy otra vez en ese burdel- pues focos multicolores flotaban y me hacían guiños hipócritas desde las alturas.
Encendí un cigarrillo, agucé la mirada, ¡eso es! pude ver una plétora de muchachitos imberbes golpeando las extremidades del mutante, carcajadas ahogadas salían de la masa infantil.
Tenían un trozo de madera con el cual golpeaban a la deformidad colgante, el golpeador tenía los ojos vendados y sudaba excitado.
Me mezclé en la muchedumbre caliente y les arrebaté el palo, asesté un fuerte golpe al mutante de siete picos y en seguida explotó.
Los mocosos miraban atónitos, recogí los dulces, dejé las frutas y las serpentinas y nos alejamos.
Al llegar a casa, le di los dulces a Nina para que jugara, supe que era Navidad, una fiesta por demás rara.