EL ERMITAÑO
Sentado en la oscuridad contemplaba la lluvia golpear los cristales, llevaba toda la noche sin dormir, a veces tenía la esperanza de un cambio. Era uno de los pocos humanos que todavía sabían leer, quizás el último, su inteligencia como su torpeza se hallaba por encima de la media.
Se pasaba los largos días recluido en una pequeña construcción de madera que le había sido asignada, solamente salía de ella para explorar entre las ruinas en busca de libros. Sabía que era vigilado, pero no le impedían devorar libro tras libro en búsqueda de una esperanza. Un sueño inalcanzable, los humanos jamás saldrían de su estado, llevaban milenios así, esclavizados por sus propias creaciones, ellos se las arreglaban para darles lo esencial: la comida, una casa y una cierta comodidad en la vida.
Se trataba de una anestesia, de una parálisis mental, nadie pensaba en una revuelta, en huir, era la cárcel perfecta, la pantalla les ofrecía todo lo necesario para sus mentes. En cambio, a él una anciana le enseñó a leer, disfrutaba del silencio, de la soledad, en contra de sus congéneres que vivían en el bullicio y en pequeñas casas comunas, por eso se alejaban de su compañía, vivía en soledad, era ser anti-social. Incluso él mismo a veces se preguntaba para qué rebelarse si los días se deslizaban sin hacer nada, todos sus caprichos eran satisfechos entre el lujo y la lujuria. Nunca el ser humano había sido tan bien tratado.
—Tu nunca serás feliz –le dijo su esposa antes de abandonarlo—. Piensas demasiado. ¿Para qué? No puedes cambiar nada. Nuestras creaciones nos hacen felices, no hay que hacer nada solamente
disfrutar de la vida.
Los otros humanos lo habían denunciado en varias ocasiones, el castigo para él era una bendición, pasar una noche sin pantalla. Tres agudos pitidos anunciaron la finalización de la sanción, dentro de unos segundos se encenderían las siete pantallas de su pequeña cabaña. El hombre horrorizado ante esa idea salió al porche, seguía lloviendo, encendió una pipa y se quedó mirando cómo se deslizaba la lluvia por las hojas de los árboles perdido en sus pensamientos, del interior de la casa salían voces, música, noticias, rezos…….
Al cabo de un rato vio aparecer una figura en el linde del camino con una mochila a la espalda, avanzaba hacia él, se trataba de una muchacha de edad indefinida, vestía como todos los humanos de la colonia una túnica gris turquesa, cuando la tuvo a su lado se fijó más detenidamente en que la ropa empapada marcaba sus formas femeninas, resaltando sus pechos turgentes, al fin y al cabo él era un hombre como otro cualquiera.
—¿Qué quieres? – Le preguntó malhumorado
—¿Eres el ermitaño de los libros?- Su voz era dulce y melodiosa
—Si
—Quiero aprender a leer
El ermitaño sintió como el corazón le daba un vuelvo, quizás todavía hubiese esperanza para los seres humanos.
—Será mejor que entres y te cambies de ropa.
La muchacha entró, él la acompañó, ella sin ningún pudor se quitó la túnica quedando completamente desnuda, era realmente hermosa, buscó ropa seca en la mochila, el ermitaño sintió un viejo deseo olvidado, el de hacer el amor, pero supo controlarse, tenía una tarea mucho más importante.
—¿Sólo hay una cama? —Preguntó la sorprendida por la sobriedad de la casa
—Sí, pero no importa duermo poco y puedo hacerlo en el porche
—A mí no me importa compartir la cama
—¿Cómo te llamas?
Esta fue la primera palabra que el ermitaño le enseñó a la chica. Pero las cosas no fueron como se había imaginado, se pasaba casi todo el dia sin hacer nada mirando las pantallas, el resto del tiempo era una tortura para el ermitaño. Ella apenas si ponía atención a las clases, realmente no sentía ningún interés por los libros, bromeaba con él, lo peor venia por las noches cuando se desnudaba y lo invitaba a dormir con ella.
Desesperado salía a leer en el porche a la luz de las velas, apenas ya ni iba en búsqueda de libros, además, la losa del fracaso caía sobre su conciencia, era incapaz de enseñarle a leer, hacia recaer sobre él toda la responsabilidad.
Una noche se sorprendió a sí mismo, estaba delante de la cama espiando como dormía, desprendía tanta belleza y tranquilidad a la vez que voluptuosidad que tuvo que salir a dar un paseo alrededor de la cabaña. Estaba asustado recordaba a personajes de los libros que había leído que estaban obsesionados por algo o por alguien, estaban locos o cercanos a la locura. Horrorizado pensó que tantos años de soledad perdido entre las páginas de aquellos que consideraban sus amigos le habían hecho perder la cordura. Andando llegó al riachuelo del bosque y vio su rostro reflejado por la luna en sus aguas, era un hombre cercano a la vejez que sentía un irrefrenable deseo sexual hacia una jovencita, ahora poco le importaba la lectura y la esperanza de la humanidad.
Volvió sobre sus pasos andando mucho más deprisa dispuesto a hacerla suya cuando de pronto se paró, y se preguntó en qué clase de persona se iba a convertir si seguía avanzando hacia la cabaña.
Entonces recordó la pregunta.
Llegó al amanecer y esperó a que se despertase, al verlo a su lado se incorporó dejando desnudos sus hermosos pechos y mostrando una seductora sonrisa.
—¿Por qué?
—No te entiendo. ¿Qué quieres decir?
—¿Por qué? —Volvió a preguntar el ermitaño, sin contestar se dio la vuelta en la cama, ahora dejando desnuda su espalda así como el inicio de sus nalgas—. Date la vuelta y dime por qué. ¿Por qué quieres aprender a leer?
El ermitaño esperaba de nuevo un silencio, pero ella se giró, sus ojos lo miraban con rabia y odio
—¿Por qué no te has acostado conmigo? Ahora he perdido mi gran oportunidad viejo asqueroso
—¿De qué hablas?
—Piensas que alguien puede pensar en esa mierda de libros. Me ofrecieron mi propio programa en las pantallas si era capaz de subir tu audiencia.
—¿Qué?
—Durante años la gente siguió tus aventuras en las ruinas, viajando de un sitio para otro, conociendo gente, hasta que poco a poco te fuiste encerrando en esta cabaña con tus libros. Fui elegida por nuestras creaciones para salvar tu programa.
El ermitaño desvió su mirada a las pantallas en todas ellas estaban ellos, comprendió que ahora los espectadores esperaban su reacción. ¿Huiría? ¿La golpearía? ¿Se pondría a llorar? ¿La violaría? ¿Se suicidaría?……..
Admiro tu creatividad.
He disfrutado la lectura de tu original creación.
Shalom amigazo
B.B.