El olvido
Anna Hepton, “Annie”, como siempre la llamaron, se encontraba sentada, mirando hacia el techo. No es que este tuviese nada de especial, era un techo de madera común y corriente, eso sí, estaba en muy mal estado y con moho a causa de la humedad.
Annie, de 95 años (edad que sorprendió a más de uno), antigua cantante, ahora residente en el viejo asilo “Atardecer”. Cuyo nombre encajaba con su función, cuidad a las personas hasta su muerte.
En ese momento entró una enfermera, quien le colocó una pastilla en la boca y le dio agua por la fuerza. Esta la salpicó, enojando a Annie, pero esta se quedó quieta y no dijo nada. Luego de esto la mujer la observó, le dio una palmadita en la espalda y se fue. Miriam como se llamaba, era la única persona que visitaba a Annie, además del doctor Faher, que la veía cada semana, por su delicada salud.
Además de ser viuda, Annie, había perdido a sus dos hijos en una devastadora guerra y su hija llevaba 15 años muerta, a causa del cáncer. El único familiar que le quedaba era su nieta, quien la visitaba y le llevaba postres, hasta que por una oferta de trabajo se tuvo que mudar a otro país, dejando a su abuela completamente sola, en un mundo pequeño y decadente.
Ya no le quedaba nada más que su vida prolongada, que le permitía notar cómo se apagaba, perdiendo sus fuerzas, sus virtudes. A pesar de ser una persona resistente (no todos llegan a esa edad), su salud empeoraba cada día.
La vejez nunca viene sola, siempre está acompañada. Lo primero que sintió, fue el deterioramiento de sus huesos. Luego sufrió problemas en los pulmones y en las articulaciones. Por lo que quedó bajo el cuidado de su hija, hasta que le diagnosticaron cáncer. Por lo que fue trasladada al asilo.
De esto nada se acordaba, como hojas en el viento, sus recuerdos se habían volado. Ya no recordaba nada, ni su familia, ni su historia, cargada de felicidad y dolor, pero ya no era nadie, solo un cuerpo casi inerte. Que pasaba sus horas, mirando desorientada, los rincones de su habitación.
Su infancia, había transcurrido, en una pequeña casa, en las afueras de la ciudad. Hija de trabajadores, creció en un ambiente de amor y esfuerzo .En donde aprendió las cosas más importantes que marcaron su vida.
Luego vino la escuela y aquel primer beso, con quien sería su único amor de su vida. Alcanzó con tan solo verlo, para darse cuenta que tenía al hombre indicado ante sus ojos. Aunque el camino juntos fue difícil, en la secundaria, él se mudó a la gran ciudad. Luego ya mayores, se volvieron a encontrar, en un emotivo día. Pero él no era en lo único que pensaba y a causa de su carrera como cantante, por una oportunidad, de brillar en el exterior, tuvo que tomar una dura decisión, volviéndose a separar.
Lejos de casa no le fue nada mal, llegando a ganar una fama considerable, grabando 5 discos. A pesar de su talento, sufría problemas en su voz, quedándose momentáneamente casi muda. Realizó varios tratamientos, pero no mejoraba, haciéndola sufrir. Esto provocó que primero su representante u luego también ella, decidiesen dar un paso al costado en la industria musical.
Sin embargo, no abandonó del todo los escenarios. Devuelta en casa, solía tocar a menudo en bares o restaurantes, en donde por fortuna, se encontró con su amado. Hubo un encuentro seguido de otro, en donde resurgió el amor entre ellos. Al año se casaron y con mucho esfuerzo, compraron una casa, donde criaron a sus 3 hijos.
Siempre estuvieron juntos, en las buenas y en las malas, durante más de 40 años, hasta que la muerte se lo llevó, una mañana de noviembre. En los días previos a su fallecimiento, sufrió unos dolores, a los cuales ignoró, pero estos se fueron agravando, con la enfermedad avanzada, poco pudieron hacer. El único consuelo que ella tuvo fue que no sufrió, (ya que se encontraba durmiendo), al irse. Desde ese momento, Annie, supo que había perdido no solo a su compañero, sino que también una parte de ella.
Si ahora recordase esto, seguramente tendría dolor en el corazón, pues cualquiera se sentiría afligido, destruido por tanta desgracia, pero ya no podía hacerlo. Ya no era Annie Hepton, la cantante, la amorosa madre, la esposa feliz, esa ya no era su vida, ahora era una anciana que pasaba sus últimos días sentada, mirando el techo y las paredes.
En ese momento Annie, sintió un tirón en su pecho, seguido de un frío que se expandía por todo su cuerpo. Sus parpados de cerraron, aunque al escuchar un ruido los abrió. La puerta de la habitación se abrió y despacio entró su marido. Vestía un traje blanco y olía a perfume francés como aquella noche en el bar. Al mirar los ojos perdidos de ella, sonrió y dijo con su dulce voz:- Sigues hermosa como siempre.
Ella entonces lo miró a él, lucía igual que antes de perderlo, con su brillo característico, que tiempo atrás había logrado enamorarla. Mientras observaba sus ojos azules, una lágrima le brotó como si hubiese recordado algo, un sentimiento tal vez. Con su voz ronca, dijo al hombre:- Aunque no pueda recordar quién eres, puedo sentir lo mucho que te amo.
Hombre:- La mente puede olvidar, pero el alma siempre recuerda
Annie:-¿Viniste a buscarme?
Hombre:- He venido a llevarte conmigo, ya nunca más nos separaremos.
Despacio, ella se levantó de la silla, le sujetó la mano y sin prisa se fueron. Nadie los volvió a ver, pero seguramente se encuentran juntos en un lugar mejor.
FIN
Mariano Lena