Cuando ví el mar por primera vez

Cuando ví el mar por primera vez

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Por fin se acercaba mi día soñado: conocer el mar.
Cuando era muy niño bombardeaba de preguntas a mis padres diciéndoles: ¿cómo es el mar? ¿sabe hablar ? ¿sabrá quién soy cuando nos veamos por primera vez? Esos y otros interrogantes pasaban por mi cabeza una y mil veces…
Transcurrieron los años y mi sueño estaba a punto de hacerse realidad.

Era el día de Navidad y nos levantamos muy temprano. Mi hermana mayor quería hacerme un regalo.

Después de un viaje que duró varias horas, condujimos por una sinuosa carretera que bordea la costa…
Mi hermana, un poco antes de llegar al lugar que nos dirigíamos, como si de un ritual se tratara había tapado mis ojos con un pañuelo de seda blanco… Ella quería que mi encuentro con el mar fuera muy especial…

Llegamos… Bajamos del coche… Mi hermana me acompañaba de la mano para así guiar mis pasos…Yo estaba emocionado.
A pesar de tener mis ojos tapados era muy sensible al paisaje, a los olores, a los sonidos, al silencio que reinaba en tan temprana hora de la mañana.
Me costaba caminar. Intuí que ascendíamos a un punto muy alto.

Nos detuvimos. Sólo se oía nuestra respiración agitada por la subida… Al parecer habíamos llegado… Había llegado el momento … había llegado el mágico momento…
Mi hermana empezó a desatar el nudo del pañuelo con cuidado. El pañuelo se deslizó lentamente por mi rostro.
Ella dijo: ¡Abre los ojos Alfonso! ¡Vamos! ¡Abre los ojos!

Yo, me quedé mirando atónito, mudo, sin palabras, y no pude evitar que se me saltaron las lágrimas.
Desde lo alto contemplé un pequeño pueblo de pescadores. Junto a él se extendía una playa de arena blanca y el mar inmenso parecía un gigante dormido en un sueño ondulante y azulado.
Yo estaba frente a él, el mar, mi amigo… sin poder evitarlo me sumergí en sus aguas y solo más tarde me di cuenta de que no había pensado en quitarme la ropa… Me senté en una roca de la orilla para secarme al sol. Las olas me acariciaban los pies mientras mi hermana próxima a mi sonreía…

Estuve allí durante horas aunque para mí fueron instantes… Escuchaba la música del mar… Y me sentí roca, arena y viento… Luego también me sentí mar.
Hubiera podido desvanecerme, estar en ninguna parte. Ser una ilusión.
Mi océano interior fusionándose con el mar hasta descubrir que ambos éramos, en esencia, la misma cosa.

Cuando llegó la hora de partir le dije al mar: Gracias mar por tu acogida, sabía que me reconocerías…
Gracias por permitirme viajar a través de ti… Una y mil veces vendré a visitarte otra vez…
Lloré unos instantes. Y mis lágrimas se unieron al mar con un inmenso abrazo.




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