La forjadora de estrellas
Recuerdo el día que la vi por primera vez.
Ella era una chica normal. Tenía una belleza sin comparación para un simple mortal, una familia común, estudiaba una carrera, tenía sus hobbies, sus aspiraciones, sus miedos. Ella era poesía entre líneas, pero al final de todo, era una chica normal.
Ella no sabía que su destino era mucho mayor, y lo más triste del caso, es que jamás lo supo.
Cuenta una antigua historia, olvidada ya por el paso de los años, que cada cierto tiempo, una persona es elegida por una deidad sin religión, para llevar a cabo una tarea magnífica. Esta deidad, sin rostro, omnipotente y longeva, elige cada 10 años una persona de entre millones, la persona con el corazón más dulce, para llevar a cabo la tarea. Crear estrellas en el cosmos infinito.
Muchos piensan que hay una forma científica para explicarlo, pero la realidad es muy distinta. Las estrellas nacen de las manos de una persona elegida, utilizando su alma para crearlas. Hay infinitas estrellas en el universo, todas creadas por alguien que en el pasado dio una parte de sí mismo para ello, pero las estrellas mueren con el paso del tiempo, y es necesario reemplazarlas.
Ese año tocaba elegir un nuevo aspirante. Ese año le tocó a ella ser la forjadora de estrellas.
Mientras dormía, el espíritu de la chica ascendió hacia los cielos, separándose de su cuerpo terrenal. Su alma lo podía ver todo; vió como se separó y subió hasta llegar al espacio, donde un cuerpo celestial le fue proveído, similar a su cuerpo real, pero de un inmenso tamaño.
La deidad se presentó delante de la chica. De tamaño colosal, como ver una montaña desde la base hacia arriba era él de grande. La chica no podía hablar, ni moverse, solo observar.
-“Bienvenida, forjadora.” Dice la deidad en tono muy grave” Te preguntarás muchas cosas en este momento, pero no haré el esfuerzo en contestarlas. Eres una elegida entre todas las personas del mundo para cumplirle al cosmos, eso es toda la motivación que requieres. Tu alma dulce es ideal, harás unas estrellas magníficas, solo dales un poco de ti misma. No recordarás nada al despertar, así que eres libre de vagar por el cosmos mientras cumplas tu tarea. Diviértete, tienes 8 horas.”
La deidad se desvanece delante de la chica, quedándose sola. Se da cuenta que está todo muy oscuro a su alrededor. Está en el espacio, pero no hay ninguna estrella en la cercanía.
Comienza a temer. Está sola, muda y casi a ciegas, sin saber que hacer; observa a los lados en búsqueda de alguna respuesta pero no la consigue. ¿Es esto real, o solo es un sueño? Se pregunta en sus pensamientos.
En ese momento, ella recuerda algo. Ella en su vida normal baila, baila mucho y muy bien. De entre todos sus recuerdos, uno sale a relucir. Es ella bailando, en un hermoso vestido, al ritmo de una canción familiar, una canción que ella adora con todo su corazón.
La chica cierra los ojos y recuerda ese momento con mayor intensidad, recuerda su cansancio pero alegría, recuerda la música, las luces, el público. Está feliz otra vez.
Su cuerpo astral comienza a cambiar. Adopta una forma exacta a su cuerpo real, es ella misma otra vez. Su cabello se alarga mucho más, y en su parte interna pequeñas estrellas nacen, en su cuerpo y en su cara por igual; ahora ella brilla como una estrella. Su pijama se transforma en un inmenso vestido, tan largo que no se logra ver el final, de color azul brillante con franjas de distintos tonos de tornasolados, y muchos detalles y apliques de oro. Este vestido no se enreda, ni estorba a la chica, sin importar cuánto se mueva.
La chica está feliz por presenciar su cambio. Todavía recuerdo ese día donde hizo su metamorfosis perfecta; estaba tan preciosa.
Ella con la mente clara, la tarea se le hizo muy sencilla. Y a partir de esa noche, y todas las noches que le siguieron, su forma celestial hizo su cometido sin cansarse.
La chica solo tenía que bailar a lo largo del infinito cosmos, esa era su manera de crear las estrellas. Donde ella pisara, una estrella nacía; donde ella chasqueara, una constelación. Donde ella sonreía, una estrella fugaz; y cuando hacia una vuelta, nacían miles de pequeños destellos.
Ella no recordaba nada al despertarse en las mañanas; aunque sentía en su corazón que se encontraba feliz; sentía que había hecho bien, y todas las noches observaba las estrellas, sin saber el porqué. Recuerdo las estrellas que ella hizo; esa década las estrellas fueron las más brillantes y coloridas de todo el cosmos; eran hermosas, como ella.
Los años pasaron y su deber concluyó, pero no en vano porque su regalo estará presente en el cielo para todo el mundo que lo pueda ver.
Recuerdo el día que la vi por primera vez. Ella es mi inspiración para hacer mis estrellas.
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