Inocencia Perdida
Una tarde, mientras jugaba con mis autitos de colección escuché disparos, gritos y luego un largo silencio. Se me estremeció el alma, tenía apenas ocho años, ¿qué puede comprender un niño de esa edad? El miedo es un método de defensa que nos previene de algún peligro. Mis alarmas se encendieron, corrí a ocultarme dentro del armario. Me oriné del terror, quería gritar por mi madre, por mi padre, pero no quería que supieran de mi escondite. Sentí pasos, el crujir de las maderas de la escalera. Un chillido me indicó que la puerta había sido abierta. Me tapé la boca, casi libero un grito de desesperación. Miré por una rendija, era dos hombres, con ropa oscura, y sus rostros terroríficos que aún me persiguen en sueños. Cerré mis ojos con fuerza esperando que se fueran. Se tenía que terminar, eso tenía que pasar pero fue lo contrario.
Me descubrieron, de un tirón brusco terminé en el piso. Lloré, ¡oh! sí que lloré desconsoladamente, grité, y quedé mudo. ¿Qué podría hacer?, Tenía tan solo ochos años, no comprendía lo dramático del momento, ¿quiénes eran esos hombres?
– ¿Dónde está mi mamá?, ¡¡¡Quiero a mi mamá!!!- grité y golpeé la pierna de uno de ellos.
– En su habitación- dijo el más bajo de los dos entre risas- no te recomiendo que vayas a verla.
Intenté correr, pero fui agarrado del brazo y lanzado nuevamente al piso. No creo que tú comprendas la impotencia que sentí en ese instante. Creo que ellos estaban muertos. Mis dos padres, debieron haber sido asesinados…
Quería transformarme en un súper héroe y aniquilarlos. Un llanto que comenzó como una lágrima se transformó en una emoción difícil de controlar. Estos seres despreciables no dejaban de reírse de mí, jugaban con sus armas simulando dispararme. Me escupieron. Podría haber sido violado, descuartizado, o lo que puedas imaginarte. Me rendí, apoyé mis manos en el suelo y esperé mi cruel destino. Uno de ellos le dijo algo al otro en un idioma diferente y se comenzó a desvestir. Imagínate que puede sentir un pequeño al ver a un hombre adulto desnudo. Arañé el piso, no dejaba de llorar, recibí un golpe en mi cabeza, indicó que hiciera silencio, que todo terminaría pronto, que no me resistiera.
Me arrojó de un movimiento brusco encima de la cama, ese horrendo hombre comenzó a acercarse lentamente. Mi vida, mi corta vida estaba a punto de terminar. Mis padres no me podían defender, nadie lo podía hacer. Un sinfín de imágenes recorrieron mi mente, desde mis dibujos preferidos, mi perro Boby, al que seguro también habían matado, hasta la cara angelical de mi madre. En el momento donde la inocencia se convertiría en oscuridad, la puerta se abrió bruscamente, ingresó un tercer hombre a punta de pistola, dijo algo que no llegué a entender y acto seguido disparó asesinándolos. Mi tortura por un instante se había acabado.
– Tu, niño vienes conmigo- era un hombre brusco, alto, lentes oscuros. En su sobretodo negro debía haber tenido más armas.
Me subí a un sedán verde oscuro, vidrios polarizados y con olor a humedad. Encendió la radio, arrancó el auto y comenzamos el viaje. Su aspecto a mala persona me asustaba y temía entablar algún tipo de conversación, quería saber que había sucedido con mis padres, con Boby. Pasaron minutos y minutos, árboles hermosos a la vera de la ruta, un pequeño destello de sol en mis ojos me indicó que se estaba acabando la tarde. Una lágrima recorrió mi rostro, todos los recuerdos me invadieron, todo lo que acababa de vivir. A pesar de mi corta edad, pude saber que estuve a punto de vivir un calvario.
– Te pido disculpas- exclamó acabando con el silencio ensordecedor- esos asquerosos hombres merecían morir, nadie jamás debe tratar así a un niño.
Titubeé varias veces, las palabras no brotaban de mi boca. El nudo que presentaba en mi garganta era más fuerte que mis ganas de hablar.
– Sé que te preguntarás que sucedió con tus padres- continuó- te lo digo sin medir mis palabras, ellos están muertos Sebástian, al igual que tu perro Boby. Alguien nos contrató para asesinar a tu familia pero tengo mis límites. No asesino niños. Por eso es que, aunque eres un testigo potencial, sé que vas a valorar el haberte salvado. Nadie puede saber que estás con vida y tampoco puedo ir a cobrar por el trabajo. Te prometo que a su tiempo podrás vengarte, podrás acabar con la persona que decidió el destino de tu familia. A su tiempo, sabrás toda la verdad. Ahora solo te queda esconderte, simular que soy tu padre y sobrevivir lo mejor que puedas. Sebástian- dijo mirándome a los ojos sin retirarse los lentes- jamás apagues esa llama de enojo, que la ira sea tu combustible y en el momento que el incendio ocupe todo el bosque decidirás si soy merecedor de tu perdón. Voy a brindarte todos mis conocimientos, todo lo que sé que te ayudará a lograr vengarte en un futuro.
Mis padres habían muerto y yo ni siquiera los pude despedir. No tienes ni la menor idea de lo que se siente que no te puedas despedir de las personas que amas. Ellos me dieron la vida, un hogar y el amor más puro que puedas imaginar. Y de pronto un día, como cualquiera, terminaron asesinados, ahogados en su propia sangre. Joanne mi madre, una mujer maravillosa, deslumbraba con su belleza, siempre fue poseedora de los mejores elogios. De joven, siempre supo que deseaba ayudar a los enfermos psiquiátricos, estudió psicología y psiquiatría. Así fue como conoció a mi padre Matthew, un cardiólogo, hombre robusto, rubio y de un humor particular. Se enamoraron realizando una guardia juntos, fue instantáneo. Al año de casados y luego de perder dos embarazos, llegué yo. Mi nombre fue elegido por mi descendencia francesa. Luego de mi nacimiento nos mudamos a un pequeño pueblo llamado Lavoris, en las afueras del mismo país. En las noches antes de dormir, ellos a la par me relataban todo, como se conocieron, y todo lo que no viví. Fue para ellos una experiencia única e irrepetible. Nací sin respirar, pero mi madre me habló al oído y mi llanto se hizo presente. Todos estos recuerdos han sido reemplazados por esa fatídica tarde en la que perdí mi inocencia.
– ¿Quién eres?- pregunté nervioso-
– Nunca te podré decir mi nombre, solo dime Señor-
– Señor- tragué saliva- quiero volver a mi hogar.
– Te he dicho que eso no puede suceder. ¿O no prestas atención?- me miró fijamente-
Ese fue todo el diálogo que tuvimos en ese viaje eterno. No me animé a preguntarle si él o sus compañeros fueron los que acabaron con la vida de mis padres. Bebí un trago de agua que me ofreció y quedé dormido.
Soñé que corría por pasillos largos, semi oscuros y nunca encontraba lo que buscaba. Ni a mis padres, ni a Boby. Me sentía solo, desprotegido, y sobre todo angustiado. Uno de los senderos se convirtió en un lugar arenoso, pesado, costoso para caminar y por más que hiciera esfuerzo era en vano. De pronto lava ardiente comenzaba a brotar de ese mismo suelo, podía sentir su calor, como mi piel comenzaba a quemarse, a desprenderse de mi cuerpo. Quería gritar del dolor, no lo lograba hacer, intentaba e intentaba pero no podía salir…
Me desperté transpirado en una cama con un fuerte olor fétido, la habitación desolada y nada parecida a la de mi hogar. Un perro de gran tamaño sentado a mi lado y Señor durmiendo en una silla mecedora.
– Las pesadillas – dijo con sus ojos cerrados- van a ser recurrentes, ya te acostumbrarás. Tundra, mi fiel amigo, te cuidará por el resto de tu estadía.
Al pasar el tiempo me fui acostumbrado a la idea de que esa cabaña con goteras, piso de tierra y sin luz eléctrica, sería mi nueva casa. Señor que era de pocas palabras, me fue educando a su forma y estilo. Escribir y leer me llevo extensas horas, retos y penitencias agobiantes. No me gusta recordar esa época, con diez años era azotado por no entender conceptos. Un niño a esa edad sometido a un estrés extremo…” Es por tu bien, si quieres vengarte tienes que ser un hombre culto” me lo repitió tantas veces que quedó impreso en mi cerebro como un tatuaje mental, maldita frase.
A los catorce años, una mañana temprano me dijo:
– Es momento que te vuelvas hombre y me señaló el rifle.
– Ya soy un hombre- refunfuñé-
– No es momento para chistes- dijo y me dió un cachetazo-
– Nos vamos de cacería, vístete y me encuentras en el vehículo.
Mis padres me enseñaron a amar a cada ser vivo, por sobre mi vida. No soy vegetariano pero tampoco me considero una persona que pueda asesinar a un animal para alimentarme. Pero desafortunadamente otra opción no me quedaba más que cumplir con cada orden que Señor me daba, lo necesitaba de una forma enfermiza para llevar a cabo mi venganza.
En el camino de ida a los bosques Livingstone, Tundra no dejaba de jadear con su cabeza fuera de la ventanilla. Señor por su parte, serio como era una costumbre, subió el volumen de la radio, hablaban sobre ciertos crímenes de la mafia siciliana que había comenzado a invadir con sus negocios turbios mi antiguo pueblo, Lavoris. La ruta era tranquila, el intranquilo era yo. Por momentos me quería abalanzar sobre él y acabar así con nuestras vidas. Quería terminar con los recuerdos tortuosos.
Por las noches, cuando no sueño la misma pesadilla, lloro al saber que luego de tantos años olvidé el rostro de mis padres, los sonidos de sus voces, el ladrido de Boby, mi habitación, mi hogar. Todo se ha borrado, por más que me esfuerce, es todo en vano, todo se ha ido. Cada uno de los momentos maravillosos, llenos de inocencia se ha ido detrás de la muerte de mi familia.
Una vez llegados a destino, estábamos acostados entre los matorrales. Ningún animal se hacía presente, la brisa me acariciaba el cabello. Sentía paz. Esa que tú, maldito estúpido me quitaste…
Luego de una hora de espera y mientras unas nubes que presagiaban lluvias torrenciales nos cubrían desde el cielo, un pequeño ciervo con su madre se hicieron presentes. El rifle fue colocado frente a mis ojos.
– Asesina a la cría – dijo Señor con un tono brusco-
– No lo quiero hacer- retruqué-
– Lo tienes que hacer, por dos razones, no tenemos que comer y si quieres vengarte debes poseer el temple de un hombre frío.
Apuntaba al pobre ciervo inocente, me imaginé siendo ese animal. Pero Señor tiene razón, si no puedo con él, no podré con el culpable de la muerte de mis padres.
– Respira, la mira tiene que ser tu aliada, controla cada centímetro de tu cuerpo. Mantente erguido- me corrigió la postura- solo debes presionar el gatillo cuando el rifle sea parte de ti, cuando la respiración sea calma y las manos no suden-
Comencé a sentirme a gusto con la idea de asesinarlo, me sentí poderoso. La brisa que acarició mi rostro me dió la orden de disparar, y así fue. Un tiró certero en el cuello de la madre, cayó muerta, una lágrima recorrió mi mejilla y disparé nuevamente acabando con la cría, no merecía vivir sin su madre, no merecía llevar la misma oscuridad que en este momento pesa sobre mis hombros.
– Dudaba de tu capacidad, pero has acabado con esos estúpidos animales- dijo con una leve sonrisa-
Y así sucesivamente fueron pasando los meses entre cacería, enseñanza de armamento e inteligencia. Me dijo un vez ” un asesino, un ser frío, jamás debe alejarse del camino, de su misión” entendí que solo debía buscarte a ti y acabar con tu miserable vida.
Teniendo ya 21 años, siendo mayor de edad me regaló mi primer rifle, un Remington dorado y de una calidad de daño enorme. Señor me enviaba al bosque a cazar, me volví un experto, y sí que lo era. Nada se me escapaba, si mis balas no te asesinaban lo hacia mi cuchillo de guerra. Pasé una semana instalado en ese lugar, para poseer un mejor entrenamiento. Me enfrenté a cosas que jamás te podrás imaginar, hambre, serpientes, hasta me amputé un dedo del pie luego de que se gangrenara. ¿Lloré? , no, jamás. Ya no era ese niño miedoso escondido dentro de aquel armario. El día final de mi preparación volví a casa, Señor estaba sentado tomando una cerveza con Tundra recostado a su lado. Posé el rifle en la mesa, me senté y le dije:
– Señor, estoy listo para llevar a cabo mi venganza.
– ¿Seguro?- dijo luego de un trago de cerveza-
– Sí, quiero acabar con el maldito.
– ¿Solo eso te motiva a vivir?
– ¿Qué más tendría que motivarme?- dije elevando mi voz-
– Te has transformado en los hombres que aquella tarde quisieron violarte.
– ¿Cómo te atreves a decir eso?- agarré el rifle y lo apunté, sentía deseos de acabar con él.
– Mátame, anímate, hazlo- se colocó el cañón sobre la frente- si tiene las agallas ¡¡¡hazlo!!!- gritó desaforadamente-
– Aunque quieras morir, aunque siempre lo has querido, no seré yo quien acabe contigo- dije bajando el arma- Sé que estás enfermó, hace tiempo.
– Tú no sabes nada – dijo entre dientes-
– Aunque con tus amigos me quitaron la posibilidad de crecer al lado de mis padres, aunque hace tiempo que no recuerdo sus rostros. En mis genes llevo la medicina y he notado que últimamente has perdido fuerzas, tienes un aspecto cadavérico. Te has vuelto más compañero, y puedo continuar enumerando miles de razones que indican que estas sufriendo una enfermedad terminal. Y como no crees en la medicina tradicional seguramente estás circulando tus últimos días.
– Es en vano ocultártelo- sonrió- sí, tengo cáncer de próstata, lo sé porque recurrí a mi amigo Robert, médico de la cuidad. Y me dió la mejor noticia, mi final se aproxima.
Me encontré en una encrucijada, por un lado deseaba que se muriera en ese mismo instante, por otro lado si no fuera por este hombre mi vida hubiera acabado en manos de esos depravados. No sé a qué emoción darle el privilegio de ocupar ese momento. El deseó siempre terminar su vida de la manera más turbia posible, algo jamás se perdonó, algo hizo que aquella tarde me salvará.
– Sebástian- dijo con pesadez- no tengo ni una sola razón para seguir viviendo. Mi familia fue asesinada por un mafioso llamado Luigi Benforte. No quiso abonarme un trabajo y decidió lo peor. Emily y Susan fueron acribilladas. ¿Entiendes ahora mi odio? ¿Por qué fui tan frío contigo? Necesitaba que no generemos un vínculo porque no sabía cuánto tiempo podía quedarme en este mundo. Te salvé aquel día por el simple hecho de no poder salvarlas a ellas, tu rostro me recordó el de Susan, desangrándose en mis brazos, sabía, a su corta edad, tan solo cinco años, que no podría escapar a la muerte. Dejé mi trabajo por ti, esa fue la única forma de demostrarte que te quiero como a un hijo. Pensaste siempre que yo asesiné a tus padres pero no fue así. Quise que lo pensaras de este modo porque te daría el valor de acabar con tu enemigo. Yo iba detrás de Luigi y me encontré con su hermano, quien te quiso violar. Así, mínimamente me vengué hasta el día de ayer que fui a su casa y lo apuñalé mientras tenía sexo con su esposa. Ella también tuvo que morir, ¿sabes por qué?, Elisabeth fue quien mandó a Luigi a acabar con mi familia. Perdón Sebástian, realmente te pido disculpas por no haberte dicho la verdad cuando te la merecías.
– ¿Que sentiste con su muerte?
– Un vacío enorme- dijo compungido-
– No debería ser así- dije entre dientes- deberías sentirte vivo.
– ¡¿Vivo?!- dijo gritando- como me puedo sentir así si ellas no volvieron luego de lograr mi cometido, si ellas están bajo tierra. Nada te devolverá a tu familia, ni la muerte de él, ni tu misión, nada, entiéndelo. Tus padres no se reunirán contigo, nada volverá a ser lo que fue hace trece años atrás. La nada misma será tu fiel compañera, te aconsejo, si me lo permites, véngate pero luego ama, forma una familia, ve crecer a tus hijos, no dejes que nada se interponga en tu camino. Te demostré que sucede si eliges el trabajo sobre tú seres queridos. A mí me queda poco tiempo de vida. Tundra jamás me abandonará e iremos a descansar eternamente bajo el árbol de cerezos donde le di el primer beso a mi amada. Te pido por último Sebástian- se levantó con dificultad- que cuando emprenda mi camino, quemes está casa. En esté papel- me dió una pequeña hoja amarillenta- está la clave de una caja de seguridad, tendrás dinero para llevar una vida cómoda. Busca una pasión y vive de ella. Jamás lo olvides. Adiós Sebástian, te quiero y eso no cambiará.
Señor y Tundra fueron alejándose por la pradera, los dos en paz sabiendo que su destino pronto llegaría, y aparentemente lo esperaban hace un tiempo. Yo por mi parte cumplí mi promesa, quemé la casa y luego, en el automóvil emprendí el viaje hacia tu búsqueda, Brandon Benforte. Me llevó un tiempo largo planear tu asesinato pero primero debía entender el porqué de las muertes de mis padres. Tú no pudiste mantener cerrada tu bocota y confesaste en una sesión con mi madre que habías asesinado a tu novia, Sophie. Cuando tú padre, Luigi se enteró, te obligó a corregir el cabo suelto. No tuviste mejor idea que enviar a tu tío con su hijo a realizar ese macabro plan. No tuviste ni el valor ni la hombría de hacerlo con tus manos. Eres una basura, me das asco – le retiro la venda de los ojos y el pañuelo de la boca solo para admirar su mirada de terror, sabía cuál era su destino-
– No es así- dijo con voz temblorosa- no es lo que piensas…
– ¿Que no es así? ¿No es lo que pienso?- cargué el arma-
– Espera, no cometas una locura, ellos me obligaron, Elisabeth y mi padre.
– Es fácil culpar a los muertos, ellos no pueden defenderse- le apunté-
– Yo… Yo… no sabía qué hacer, si no morían ellos, el muerto sería yo.
– Acabarías muerto de todas maneras- le disparé certeramente en la frente, murió en el acto.
Me levanté y caminé a la salida. La nada misma, como me dijo Señor, me invadió. Estoy falto de emociones, cumplí mi misión, mis padres no volvieron y mi alma se fue con ellos.
De todas maneras tengo la esperanza de que esto no sea un final y que a la vuelta de la esquina haya un nuevo comienzo.