Un Viaje Interior
Me encontraba sentado en un parque vestido como un vagabundo, a pesar de no serlo. Llevaba aproximadamente una hora allí esperando a un viejo amigo, mientras tanto sólo me quedaba mirarme las uñas, sin mirarlas realmente, más bien, no miraba nada, sólo sentía la brisa fría pasando por mi piel, arrastrando por mi mente todos los densos recuerdos del día anterior; del día en el que me había despertado de un sueño, del cual no podía asegurar sí realmente hube de estar despierto o dormido cuando ocurrió.
Aconteció que la tarde del día anterior me encontraba tomando té en el balcón de mi casa, una vieja y de dos pisos en madera, la cual, a pesar de padecer de una austeridad un tanto incómoda para el resto del mundo, yo llevaba varios años habitando, ya que a pesar de todo la encontraba acojedora; Continuando, mientras aspiraba el aroma de la menta fresca de mi té, llegó a mí, un recuerdo de cuando era niño.Recordé que me gustaba atrapar caracoles y babosas en el patio de mi casa; mientras me dejaba llevar por los recuerdos empecé a adormecerme mirando a un caracol que acababa de recoger del suelo y lo tenía en la palma de mi mano. Dejé de observar la forma de su concha y la manera en la que sacudía sus antenas cuando empecé a sentir como crecía, de una manera tan descontrolada y asquerosa que podía verlo ya de mi tamaño, pero seguía creciendo hasta quedar a la altura de la vieja casa; empecé a correr lo más rápido que pude, pero el gigantesco caracol no perdía oportunidad al ir tras de mí. Se me ocurrió en medio de la maratón que estaba teniendo, levantar una piedra y lanzarsela, pero al despreciable caracol no pareció producirse nada. A pesar de ello, seguí intentándolo con más piedras, y al rato después de haberle lanzado varias, empezó a “brincar” en vez de arrastrarse tan agilmente como venía haciéndolo; noté entonces que el parecía sentir cosquillas u otro estímulo parecido, ya que los sonidos que emitía no eran de dolor, sino más bien, como si una persona se riese nerviosamente. Decidí así mientras continuaba en la búsqueda de una razón por la cual el animal poseía tal tamaño, procedí a lanzarle más piedras, esta vez un poco más pequeñas, recordando que alguna vez lo tuve en la palma de mi mano.
Entre todo lo que estaba aconteciendo me di cuenta de que aún no descubría el motivo por el cual este indespreciable pero a la vez monstruoso bicho había crecido tan exageradamente.
Entre todos los pensamientos que tenían lugar en mí mente, mis manos seguían lanzándose pequeñas piedras al animal, hasta que ya no quedó ninguna y me vi en la presurosa tarea de encontrar otro modo de, por lo menos recreación para que aquel que una vez había sido un caracol normal no me hiciese daño.
Durante mi desesperada búsqueda observé una vez queriendo esconderme, que al caracol se le derramaba algo más que su baba natural; el líquido del que hablo era verde y espeso, con la contextura de la clara de un huevo y con olor a quemado. Absolutamente asqueado deduje que quizás ese era el motivo por el cual el animal está tan grande, y ya que este salía de su parte posterior, imaginé que quizás si intentaba limpiarlo conseguiría que su tamaño volviese a ser el adecuado.
Bajo este parámetro me quité la chaqueta café de lino suave que traía puesta y la expandí como el manto rojo de un torero tratando de no inmumiscuirme demasiado en el líquido tan repugnante al que me acercaba; el caracol, al notar mis intrusiones se opuso a darme nuevamente a darme la espalda, motivo por el cual tuve que perseguirlo bajo el miedo de ser aplastado por aquel animal.
Cuando finalmente logré animarle la chaqueta sobre el líquido en cuestión, este gritó; dejándome pasmado, ya que el líquido empezó a enroscarse en la chaqueta, permitiéndole al caracol recuperar su tamaño habitual.
Pero aquella chaqueta café empezó a crecer e inflarse como si tuviese vida propia, sólo que en esta ocasión no tan exagerado tamaño, sino que obtuvo mi estatura, quedando frente a mí; lo que no sólo me hizo vomitar todo el contenido de mi estómago sobre ella, también me indujo a pensar en la manera en la cual movía su ahora viscosa y verde boca.
Asco y repudio, fueron las sensaciones que me embarcaron, no obstante, me acerqué un poco tratando de descubrir si es que acaso intentaba decirme algo.
Cuando estuve de la mucosa verde que portaba mi ahora sucia y maltrecha chaqueta; pude escuchar que me decía en un tono muy áspero, como si hubiese pasado por un desierto sin beber más que arena:
– Soy tu alma.
Puedo asegurar que dejé de sentir mi cuerpo y caí dentro de ella. Se sentía baboso y la vez suave pero nauseabundo, sentí que mis ojos se ceraron a pesar de que continuaba moviendome, como si estuviese siendo transportado.
Fui llevado a través de mis recuerdos, con el caracol, ahora pequeño y en mis manos; Luego al balcón de mi casa dense yacía primero.
Hasta finalmente quedar aquí, en este parque, vestido como un vagabundo a pesar de no serlo, esperando a un amigo, y dejado de mirar hacia la nada; Porque tenía que contarle a alguien, tenía que decirle y pedirle a él en específico que me ayudase a purificar mi alma porque no quería quedarme siendo como todas aquellas personas que en su mayoría rondan este mundo. Aquellas que se regodean de ser bellas sabiendo que ocultan bajo la inocencia, un fétido corazón; yo quería ser como las otra las otras, como el grupo que cree estar untado de los restos, sin ser concientes de que no deben dejar que sus almas sean arrastradas por los que restan en este mundo.