Teorema
Y de tantas veces
elevado a la misma potencia,
tu alma dividida
y tu dignidad quitada;
maldito por nadie mas que por sí mismo
aquel que no escucha.
Al final fuiste insuficiente;
Sembradío de la caricia inquieta.
Tal vez es la fuga de ese silencio
en el ojo del gato
y una murmuración
extraviada en los cobertores del hotel
o el vacío y el silencio
apareándose y eyaculando distancias
justo donde era menos probable
que algo tan parecido a un adiós
y que no termina de serlo: emergiera
o tal vez uno se repite varias veces
que el adiós no lo es
y se traga su propia mentira
y por un rato le sabe bien,
no hay una incógnita qué despejar
y no se involucran los más antiguos sabios.
Entonces no existe…
Sí, es eso: no existe ni silencio, ni gato, ni semen en la sábana
ni llanto, ni labio pariendo sangre
y quizás ni tú ni yo estemos aquí
pronunciando lo que ya sabemos que duele, Raziel.
Porque después de todo no fue un adiós
ni parecía serlo
entonces no hay incógnita
ni variable
y se anulan las fuerzas
y las leyes
y las más antiguas ciencias
y ningún verbo punzante puede ser disparado
en pleno paseo por la Alameda
a las tantas de la mañana.