Sara, tu elijes
«Sara, le he estado dando
vueltas y creo de deberías denunciarlo» ¿Pero qué estás diciendo? No puedo
hablarle así, se asustará. «Sara, No tienes porque tolerar, lo que te está
haciendo, por mucho menos han salido noticias en la tele» No, no, así tampoco.
Tengo que entrarle más suave, con más tacto. «Escucha, Sara, que he estado
pensando en lo que me contaste y deberías dejarlo. Siento decírtelo pero creo
que eso no es amar a una persona» Ufff, tampoco, más suave todavía, que si no,
me dejará con la palabra en la boca…
—Cariñooo, la comida está en la mesa. Date prisa que se enfría…
y llegarás tarde a la oficina. No quiero que el tonto de Dani te saque los
colores de nuevo…
—Bajo ya —se escucha desde el piso de arriba.
El mientras, se sienta en la mesa, coge el mando a
distancia y baja el volumen de las
noticias de mediodía.
— ¿Algún informe de última hora? —le pregunta su marido.
—No, hoy hemos tenido una charla y estaba releyendo una información
que nos han dejado.
— ¿No dices que esas charlas son una pérdida de tiempo?
Sinceramente, a mí también me lo parecen.
—Sí, pero hoy ha sido muy interesante y lucrativa. De las
que más han valido la pena escuchar.
— ¿Ah, sí? Cuéntame que es eso que te ha fascinado tanto.
—Cariño, no se trata de fascinación, sino de
preocupación. Hoy la charla no la ha hecho Miguel, de recursos humanos, hoy ha
venido una asesora de igualdad. Creo que nos ha abierto los ojos a todos en
muchos aspectos. Hasta Dani me ha ofrecido un café cuando ha acabado la sesión.
— ¿Una asesora de igualdad? ¿Ha sucedido algo en la
empresa?
—No, y no hay que esperar a que suceda para estar
informados, cariño. Esa es una de las cosas de las que hay que concienciarse.
—Lo sé, lo sé, solo que me ha parecido extraño. Debe ser
que estoy acostumbrado a oír tus quejas por el tipo de charlas que organiza
Luis el del comité de empresa.
— ¡No me hables de Luis! El muy cara dura lo primero que
ha dicho cuando ha visto a la asesora es que con ese escote y esa minifalda,
como se atrevía a dar lecciones de igualdad —deja los cubiertos encima de la
mesa visiblemente entristecida—. No me lo podía creer. Ese comentario estaba totalmente
fuera de lugar, y además, la estaba juzgando sin conocerla.
—Tranquila cariño, por desgracia aún hay gente así—le
dice en un tono en el que se aprecia su empatía mientras le coge la mano.
—Es que era precisamente de esos prejuicios de los que
estábamos hablando y de las consecuencias que derivan de ellos, y él estaba
allí…
—Mira, han asesinado a otra chica, ya van dieciocho desde
que comenzó el año. Qué barbaridad. ¡Esto no hay quien lo pare! —le interrumpe
mientras en la televisión se ve como sacan el cuerpo de la joven de la vivienda
envuelta en un sudario blanco. En la franja inferior de la pantalla se puede
leer: Llama al 016
«Al 016 debería de llamar Sara. A buenas horas consentía
yo lo que está permitiendo ella. Todo empieza así, con pequeñas dosis, y acabas
saliendo envuelta en un sudario blanco. Tiene que llamar ya, sí o sí. En menos
de diez minutos me presento en su casa para convencerla… el trabajo puede
esperar en esta situación» piensa con determinación.
—Siento que hayas estado cocinando para nada cariño, pero
se me ha ido el hambre—le dice ella mientras coge su maletín—. Me voy a la oficina, así adelanto unos informes que
tengo pendientes.
—Cariño, no has comido nada. Sé que es un duro golpe para
todos, sobre todo para vosotras, pero quiero saber que estarás bien.
Le da un beso en los labios, lo mira a los ojos, le da
otro y sale de casa con un único propósito.
Está indignada «Que se lo lleven los demonios» piensa. La
noticia de esa pobre chica la ha hecho estallar.
¡Ya está bien! ¿De que vale ver carteles de “No es No”
en el metro y en cualquier rincón de la ciudad? ¿Para qué en Facebook se
comparten imágenes de apoyo ante este tipo de situaciones? ¿De qué sirve tanta
charla y tanto teléfono de atención a maltratadas si a la hora de actuar no nos
ponemos en marcha?
Y así, con la fuerza de un puño levantado al viento, se
dirige a casa de Sara. Pero claro, cuando la ve, toda esa fuerza se viene
abajo. De nada le había servido ensayar en casa, porque hay reacciones que no
se pueden prever.
— ¿Qué haces aquí Sandra? ¿Vienes a invitarme a comer o…
ya has comido y me vas a contar que alguien del trabajo suspira los vientos por
ti? —le pregunta Sara intrigada.
—No, ya he comido. O mejor dicho, he empezado a comer,
pero me ha entrado un terrible dolor de estómago y no he podido continuar.
— ¿Y eso? ¿Te encuentras bien?
—La verdad es que no. Ese dolor de estómago que tengo es
por ti Sara. Me preocupa, y mucho aquello de que se acostara contigo sin que tu
quisieses… sin tu consentimiento.
—Mujer, no lo digas así, que suena un poco bestia.
— ¿Qué suena bestia? La bestia es tu novio… ¿o es que no
lo ves? ¿Tú lo querías hacer cuando él te insistió? —le pregunta cogiéndola del
brazo, hablando seco y mirándola a fijamente a los ojos.
Sara niega con la cabeza.
— ¿Y qué piensas que es una relación sexual sin tu
permiso?
Hay un silencio.
— ¿Quieres que te lo diga?
Más silencio.
Con la voz temblorosa, Sara intenta poner una excusa:
—Eso solo le pasa cuando ha bebido y se pone un poco
contento; ¿Cómo quieres que le haga parar en ese momento?
— ¿Cómo que eso le pasa cuando se pone un poco contento?
¿Es que ha habido más veces?
Sara asiente y los ojos se le llenan de lágrimas.
—Sara, reacciona, cielo, no está pasando en la tele, te
esta pasado a ti. ¡Y te lo está haciendo tu novio! ¿Cuántas veces más quieres
que pase? ¡No eres suya! No puede disponer de ti cuando le plazca… ¿entiendes?
Yo pensaba que a estas alturas teníamos todas claro que “Solo Si es Si”. ¿A qué
tienes miedo Sara? Un tío que te fuerza a tener relaciones no te amar, eso no
es amor. Siempre se está a tiempo de decir ¡Ya Basta!
Sara no respondía. Se había quedado muda. Los abusos a
los que le había sometido su novio la hacían sentir sucia, desconcertada,
indefensa, frágil. Y la fuerza con la que su amiga la había asaltado, la había
dejado totalmente sorprendida y descolocada. Pero no podía evitar sentirse
fascinada por su coraje y su firmeza, y la escuchó de nuevo atentamente.
—Tenemos dos opciones: me voy a trabajar a la oficina a
aguantar a Dani o vamos a la policía a poner punto y final a este asunto. Sara,
tu elijes.