La mano de la ninfa
Estaba caminando por los senderos de mi campo cuando me pareció escuchar una voz, mientras más la buscaba más me parecía confundirse con el canto de los arboles, sin embargo era hermosa, a duras penas logré encontrarla mientras ella tocaba un pequeño acordeón durante el fresco tiempo de principios de enero
-que haces aquí?- pregunté , pero ella se había asustado tanto de mi presencia que desapareció ante mis oscuros ojos, todo lo que me dejó fue su mano, la cual era de un material frio como la porcelana y celeste como el cielo del frio invierno
Seguí frecuentando aquél lugar durante cinco largos años con la esperanza de devolverle su mano sin embargo después de finalizar el quinto año pude por fin volverla a ver, su rostro era el mismo, aun conservaba su arpa y el lindo vestido azul que le había visto usar aquel día junto a su inconfundible olor a vainilla que impregnaba el aire
-no te asustes! Vine a devolverte algo- susurré, sin embargo ella ya tenía el reemplazo de la mano que yo le iba a entregar, sus cabellos azules ocultaron una mueca de disgusto
-no hace falta- me dijo mientras se levantaba dispuesta a irse nuevamente
-cuando te volveré a ver?- grité mientras sus cabellos flotaban en el viento otoñal, no me dijo ninguna palabra, así continuaron los años, yo tenía 10 años sin embargo ya podía deducir que aquella mujer aparecería cada cinco años, en efecto yo tenía razón, un día mientras cosechaba papas con mis 15 años ella se me apareció, parecía triste pues me contó que la vida humana era tan corta como el suspiro de un Dios.
-existe un Dios?- le pregunté, ella me rebelo que aquel mundo humano en el que estaba atrapada no era donde había nacido, sino que ella venia de una época distinta donde todo era hermoso, era un lugar donde ella tenía un cargo muy importante pues le servía a una princesa, misma quien la condeno a exilio para ocultar sus fechorías de la misma forma que se ocultaba entre los arboles
-hice algo muy malo, por esa razón estoy en esta época para pagar por mi crimen -musitó con notoria angustia, así continuaron los años donde yo la esperaba siempre en el mismo lugar, jamás me cuestiono el porque
Un día cuando cumplí los 20 años la observe arriba de un árbol cantando, se veía muy feliz pues solo le faltaban cuarenta años para volver a su hogar, después de todo ella me dijo que la princesa a la cual servía fue condenada en su lugar por obligarla a mentir en su juicio, yo estaba contento por ella, sin embargo no volverla a ver me apretaba el corazón de una forma tan brutal que me recordaba a la época donde debía matar vacas para obtener dinero.
Los años continuaron, sin faltas me aparecía en su encuentro los primeros días de enero esperando su sonrisa, yo sabía que la soledad no era amigo de nadie quien sintiera tristeza por lo cual procuraba llevarle cosas que pudieran asombrarla, de esta forma nuestra amistad se fortaleció tanto que llegó a conocer a mis hijos, les cantó todo sobre las cosas más bellas que había visto y por las noches cuando creía no ser vista les cuidaba el sueño, pues nada de energías me quedaban para velar su buen dormir
-en mi época hay humanos-me dijo una mañana, me dijo que a pesar de ser débiles en comparación a las criaturas que allí habitaban uno de ellos le había robado el corazón a la hermana de la princesa a la cual ella serbia lo cual era considerado muy incorrecto, su aroma inevitable parecía hacerse más potente cuando se sentía abrumada, era difícil ignorarlo
-recuerdo que dijiste que la vida de los humanos es corta verdad?- afirmó agitando la cabeza- entonces por qué no permitirle a alguien disfrutar de su belleza con quien ama? Sería tonto no hacerlo- la ninfa me miró atónita, al parecer jamás se esperó una respuesta tan firme de mi sobre dicho tema, tal vez el amor no sea la solución a todo, sin embargo siempre he pensado que amar endulza cualquier situación, y que si la vida era corta sería mejor aprovecharla en todo su esplendor
Ya cumpliría los 59 años, era la última vez que vería a mi amiga la ninfa, sin embargo el trabajo de campo me había absorbido tanto la vida que ya nada de fuerzas me quedaban, miré por la ventana con la esperanza de verla por última vez y anhelaba que pudiera despedirse antes de marcharse, sin embargo me fui demasiado pronto, la pequeña casa de madera crujió con mi inaudita fuga.
Dentro de toda la oscuridad encontré su rostro radiante de alegría
-es hora de irnos, viejo amigo, sin embargo no te entristezcas, tu familia ninguna pena sin salida tendrá, puedes dejarlos ir, pues tienen mi bendición- susurró, en efecto, ya no tenía fuerzas para trabajar y mis pequeños ya tenían sus propios hijos, bajo esa condición me permití navegar por el tiempo siguiendo a mi amiga de tez celeste quien alegremente me llevo a su mundo pues ella era consciente de todo el peso que yo cargué durante todos esos años de constante fatiga, ese lugar era tan bello que cuando salí de la oscuridad no solo lloré de dolor por la nueva luz que me golpeaba , sino por lo divino que podría ser obtener una segunda oportunidad, después de varias semanas me presentaron a mi amiga, como si fuera la única y primera vez me arrullo con su arpa, pues toda nuestra sinceridad me había abierto otra puerta.
De mis hijos nada debo de preocuparme, tienen la dicha de ser personas dedicadas a su quehacer, sin embargo ya nada deben recordar del ente que frecuentaba nuestra humilde casa de campo, es lo correcto, deben esforzarse para conseguir sus objetivos aunque siempre tendrán una mano amiga que les ayudara en su porvenir.
Todo lo que se quedó de ella en el mundo humano fue su hermosa mano de porcelana celeste bajo la humilde casa alejada del mundo.