Ganas de ti
Qué ganas de que retengas en tu aliento mi
nombre.
Ganas de acercarme lento
a la vez que un beso surge
de la caída delicada de mis ojos
en la abertura de tu voz,
comiendo luego de esa fruta
de esa fruta que es tu boca
la misma que me clama
pero logro enmudecer.
Qué ganas de entregarnos
De entregarnos un día o dos,
no pido mucho.
Acaso un sábado en la tarde
cuando libres fingimos clemencia por la
semana
mientras Dios, queriendo ser mis manos
sumergidas en tu letanía,
desplace entera la bóveda rojiza.
Qué ganas de sucumbir dentro de tu cuerpo.
De esclarecer lo ostentoso de mí alma
en la extensión de tu figura,
y reñir a la pauta absurda de lo abstracto,
queriendo ser barroquismo de tus mares,
convirtiéndome en el Greco de tus formas,
creyendo que radico en tus esquinas,
perdiendo entero el contorno de tus rumbos.
Y así perderme siempre, siempre.
Y vivir ahí, en esa perdición,
en esa nada con olor a ti
sin saber ya dónde estás.