Un domingo de Febrero

Un domingo de Febrero

Un domingo de febrero
Por: Carlos M. Rentería

Hola, soy Marcos y contaré un hecho grave que me ha sucedido y que no sé por qué a mí y a mi novia Martha, compañera de trabajo, ambos hacemos parte de las fuerzas especiales de choque, nuestro objetivo el día de hoy son unos manifestantes que preciso salieron a discutir diferentes puntos de vista y nosotros somos quienes los vamos a disuadir del error, con un poco de presión eso sí, porque es nuestra función. De todo lo que me ha pasado en la vida, no entiendo porque nos sucedió esto, si no somos responsables del mal gobierno y de su manejo. Hoy relataré nuestra triste historia.
Un domingo de febrero, pasadas las 5:00 am, el sitio de reunión en una calle céntrica de la ciudad, como suele suceder la gente enardecida, algunos a favor, otros en contra, llegara al filo de las 7:00 am y se apostara en frente de nosotros, pero todo el pelotón firmes y prestos a que no se de una revuelta y tengamos que actuar. El comandante como es costumbre pasa revista para que todo salga perfecto, aunque el frio de la mañana inunda mis sentidos, veo alrededor y todos atentos a la orden superior, recorro mi mirada de un lado al otro y la veo a ella que mira tímidamente, su uniforme bien puesto, ceñido al cuerpo, los botas relucientes, brillan al sol y hacen juego con el resplandor de la mañana, el canto de los pájaros y la quietud de un día de descanso recrean el amanecer, como siempre dos filas delante de mí, pero bella, se destaca entre las demás porque siempre esta sonriente, como disfrutara su trabajo, como si fuera un niño el primer día de clases, o la sensación del primer empleo, nuestras miradas se confunden entre la multitud pero se encuentran en una sola, sin embargo todo está quieto, como si como si presagiara un suceso inesperado, pero el grito de nuestro superior, hace que ellas se distraigan. Siguen pasando los minutos, el tintineo de los relojes y el tañir de las campanas, anuncian una nueva media hora del día, cuando de pronto un ruido ensordecedor que suena estallido apaga la quietud en un instante, algo volando por los aires y caigo al suelo, el uniforme paso de negro a rojo intenso en un instante sin pensar, todo está nublado, demasiado humo para no ver alrededor, con la mano palpo mi cuerpo y siento como si algo no estuviera en su lugar, la sangre brota por cantidades y mis piernas se bambolean de un lado para otro sin control, me toco la cara y aunque mis ojos están en su sitio, pero el humo distrae toda mi atención, mis demás sentidos también cada uno ocupa su correspondiente lugar, siento como si algo no está bien, Ya mis compañeros, me han levantado del piso y no veo a mi Martica de por ningún lado, mi respiración es escasa y creo que perderé el sentido.
Aunque el día de hoy es un día diferente, no siento mis piernas como antes y oigo entre líneas las conversaciones de los médicos que hablan entre ellos de mi caso… el patrullero ha despertado luego de tres días de sueño profundo, tenemos un parte satisfactorio de su recuperación, su pierna, aunque ahora inmóvil, puede recuperarse con terapia… Algo que no entiendo es porque hablan en singular, mis manos no alcanzan a tocar las extremidades debido a la sonda y no puedo agacharme debido al oxígeno, muchos aparatos controlan mi estado actual, ellos hablan también de que una de las chicas que está en cuidados intensivos y que probablemente no se recupere, no se sabe si muera o no, espero que no sea mi novia, porque sería el final para ella, para mí y para nuestros sueños. Queremos casarnos, aunque ahora cada uno vive con sus padres, tenemos en el garaje de mi casa algunos enseres y otras bobaditas para nuestro apartamento, pero casarnos como manda la Ley, por la iglesia y tener hijos producto del amor que nos tenemos. Afortunadamente en el trabajo nos apoyan, e invitaremos a todo el mundo, a quien nos conoce y quien no, porque queremos que sea nuestra boda la mejor del mundo, porque así tiene que ser.
A las 9:00 am del martes llega mi general, el director de las fuerzas especiales y el director de la institución, con ninguno de los dos había hablado por decirlo de alguna forma, porque para ellos uno es un empleado más. Me hablan como si fuera de su familia, eso me gusta y me dan ánimo para seguir adelante con mi proceso. Hablan también de Martha y su muerte cerebral, no entiendo el término, pero lo único que dicen es que los médicos no tienen mucha esperanza en ella, creen que por el impacto de la bomba y que ella lo recibió de frente junto con los otros compañeros que también están en cuidados intensivos, poco o nada se espera. Sin embargo, yo sigo orando para que tanto el amor de mi vida como mis compañeros salgan ilesos de éste mal trato que nos ha tocado vivir por tantos años. Pero es nuestro trabajo y lo amamos con pasión.
Llega la hora del almuerzo y luego serán las visitas autorizadas para los familiares, creería que mis padres vienen a darme una voz de aliento, llamaré a la enfermera para que me arregle y me bañe, para dar una buena impresión a mis viejos. La enfermera llega y en vez de arreglarme, me coloca una inyección y pierdo el conocimiento, dos o tres horas después me levantaré y seguirá la misma rutina de todos los días. No visitas y no sabré nada de mi novia.




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