“Ahí donde el pensar culmina y el sentir nos acaba”
Te despliegas en fuegos
que solo tú percibes,
quizás no comprendes
pero los sientes,
te envuelven, te encienden.
Por unos instantes eres una paria,
desconoces al mundo y el mundo
te ignora, ya que en ti no ve indicio
de su yugo,
ni rastros de su ilusorio día a día.
Bendita explosión de energía creadora
que sin dudar te aleja del pensar
obligándote a sentir,
aquello que está lejos
de las burdas conceptualizaciones,
o de la pobre razón.
Sientes mas no piensas,
vacuidad eterna que
inunda tus chacras
y quizás por momentos
retornas a la nada de la cual procedemos,
pero que pocos conocemos.
El tornado emprende retirada,
y te deja ahí…
tirada y extasiada,
preguntando a los vientos,
tu real procedencia:
¿Serás del cielo del cual acabas de bajar
o del infierno en el cual desarrollas
tu rutina inconsciente,
que se mueve entre el dulce y agraz;
trabajo y hogar; la tierra y el mar?
Viajera proveniente de gloria,
y que desciende de apoco a las mazmorras:
dualidad despiadada
que ignora la realidad de la nada,
o el vacío que envuelve
los instantes sagrados
que te desprenden del mundo,
con el uso y manejo
de la chispa vital,
que en este mundo se le llama sexual.
Ahí donde el pensar culmina
y el sentir nos acaba,
el placer nos da de nalgadas,
y los cuerpos y el alma son uno,
ahí es donde nos juntamos cada noche,
en ritual sin igual,
con el fin de alcanzar
y sentir por algunos instantes,
aquel placer sublime y trascendental,
de aquellos encarnados
que aun no saben el cómo hallar la divinidad,
surgida del placer contenido,
─mas por muchos reprimido─
de la menoscabada,
calumniada y ciertamente denigrada…
sexualidad.