Ahora es tu turno

Ahora es tu turno

–¡Corre!…– dijo él mientras Sarah lo veía desangrarse luego de haber tomado un cuchillo y cortarse el cuello–…¡Corre y no mires atrás! –.
Ella corrió, lo mas rápido que pudo, salio del edificio, entro a su auto y acelero hasta que llego a su casa. Estando dentro no podía dejar de pensar en el color rojo puro de la sangre que brotaba del cuello de Stiphen, conocía a aquel muchacho desde los 6 años, y su muy perturbador ver su sangre y su traquea saltar de su cuello mientras forzosamente le pedía que corriera.
La traumante experiencia provoco alucinaciones en la mente de sarah, sentía que el agua que caía en su cuerpo desnudo mientras se bañaba era la basta sangre de su mejor amigo.
Al día siguente, salia en primera plana la noticia del suicidio, era un pueblo pequeño, aquel suceso estremeció a toda la población, las vecinas murmuraban al ver pasar a la madre del muchacho, los amigos se acercaban para darles su sentido pésame, pero sarah, ella no pudo siquiera mirarla a los ojos, el remordimiento de haber estado presente y no tratar de impedirlo no la dejaba saludar a la sufrida madre del suicida.
Pasaron las horas, los días, las semanas, los meses, y las imágenes seguían rondando la mente de Sarah, aun recordaba el sonido de la carne separándose y la sangre fluyendo como agua en una fuente. Decidio, por fin, ir a un psicólogo, quien luego de algún tiempo la ayudaría a olvidar el suceso traumante que la atormentaba.
A un año del incidente, sarah solo veía aquel acto precensiado como una pesadilla, ya no era un recuerdo para ella. Ese día, faltando veinte minutos para que se cumpliera un año exacto de la muerte Stiphen, su teléfono sonó, al contestar nadie hablo, solo la estática era el sonido predominante en aquella llamada; corto y volvió a dormir.
A cinco minutos de la hora, alguien llamo a su puerta, ella se levanto, y bajo las escaleras miro por el visor y no había nadie, luego el sonido de la llave del lavaplatos en la cocina la alertó, se dirigió alli…
… Para encontrarse con la figura de Stiphen, degollado y con el cuchillo que uso ese día para suicidarse en la mano derecha.
–ahora es tu turno, como lo prometiste–.



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