AMOR ETERNO
Estoy sentado en el abismo de mi cordura deseando que el
tiempo se detenga. Quiero que en este instante el mundo deje de girar para
pensar aún más en la decisión que tomaré.
La imagen de su bello rostro regresa a mi mente. Recordar su
alma pura consigue que derrame un par de lágrimas. Ella, tan hermosa. Ella, que
llenó mis días de alegría con su dulce risa y su encantadora mirada. Ella, tan
perfecta amando el desastre que soy.
Ni un defecto pude encontrarle aparte de que sea yo el digno
de su amor. Y si existían más, eran opacados por la infinidad de virtudes que
ella poseía.
Una noche, mientras nuestros cuerpos desnudos danzaban al
compás de nuestros latidos y de nuestra respiración, la mujer más grandiosa que
pude haber conocido me dijo susurrando: “Cuando esté en agonía y ya no puedas
salvarme de mi destino, no sufras. Te acompañaré en los oscuros caminos de la
vida y, cuando ésta se acabe por la invasión de la eterna sombra, seguiré
contigo. Te amaré hasta la infinidad, siendo energía en cuerpo o siendo polvo
en el universo”. Luego de conmoverme por la poesía de sus labios, miré sus ojos
y me dispuse a besarla. Su boca derramaba miel y sus manos me daban un viaje
recorriendo las estrellas.
Compartimos nuestra vida y tuvimos muchas experiencias en
común. Cada día me enamoraba más y le gritaba al mundo entero que me sentía
como el hombre más feliz que haya existido hasta ahora. Idealizamos nuestro porvenir
colocando en nuestra línea del tiempo futura cada situación que deseábamos
pasar juntos, cada sueño que queríamos realizar al lado del otro, cada
esperanza que manteníamos a lo largo de nuestra existencia.
Sin embargo, nada es perfecto, ¿no es así? Pude ver la
maravilla ocultarse tras nubes grises por un momento. Admito que fue más duro
para ella que para mí, pero hirió los corazones de ambos. Anhelábamos que
nuestro amor se extienda a una vida más. Hijo o hija, eso era lo de menos. Solo
aspirábamos por tener el fruto de nuestro amor y ver cómo crece,
enorgulleciéndonos de él. Tal afán no pudo conseguirse. Ella era estéril. Nada
de eso cambió el inmenso amor que hacía que permanezca a su lado intentando
cubrir los agujeros en su alma que dejaban los comentarios del resto. Las críticas
de los demás eran como cuchillos atacándola y yo no permitiría que le hicieran
daño. Ante mis ojos, ella aún era perfecta. Y, con esfuerzo y dedicación, logré
que ella todavía se sintiera así.
Nuestro décimo aniversario y decidí comprobarle que lo que
siento ha aumentado. Quise demostrarle que hasta los silencios que puedan
ocurrir entre ambos son hermosos para mí. Son los momentos exactos en donde
puedo contemplarla y seguirme enamorando. Cuando la veo, no solo admiro su
físico, veo su interior y pienso en todos los valores que construyen el gran
monumento de persona ideal que ella es. Por ello, me esmeré para que tenga el
día perfecto.
Trabajé como nunca antes para que ella supiera de una y mil
formas lo especial que es para mí. Ese día en mi cabeza solo surgían ideas algo
descabelladas: “Si antes le llevaba flores todos los días, hoy le llevaré la
florería. Si antes la consentía con dulces, hoy gastaré hasta el último centavo
en una pastelería. Si antes halagaba su belleza e inteligencia, hoy describiré
cada rasgo de ella con encanto y admiraré sus pensamientos.” Dudaba en no detenerme
para hacer alguna de ellas, pues aunque algunas suenen más imposibles que
otras, yo haría lo que fuera para que me regale una sonrisa.
Tenía todo preparado en casa para pasar la tarde perfecta,
solo debía esperar a que ella regrese del trabajo. Tuve que negociar con mi
jefe para tener este día libre y así arreglar todo hasta que mi amada llegue a
casa. Lo malo fue que por más que esperé horas y horas, ella nunca regresó.
Preocupado e insistiendo obtener alguna respuesta llamando a su móvil, me
dispuse a buscarla hasta el rincón más peligroso con tal de hallarla. Pero, no
fue necesario. A unos 10 minutos en auto me encontré con una escena que me
partió en mil pedazos: un accidente de auto.
Accidente donde el culpable era un chófer ebrio.
Y la víctima…
La víctima era ella.
La víctima era la mujer de mi vida.
Esa tarde no boté ni una lágrima, ella me pidió que no lo
hiciera. Seguía conmigo y seguirá conmigo, presente todo el tiempo en mi mente
y mi corazón. No la he perdido, ni a ella ni a su amor. Aunque, mentiría digo
que no me dolió. Puesto que, solo me quedaba resignarme a recibir sus besos y
abrazos en mis sueños. Sabría que ya no iría hasta las nubes con sus caricias.
Pero su corazón seguía junto al mío latiendo al mismo ritmo.
Hoy se cumplen 10 años de su muerte. De su muerte de cuerpo,
pero no de espíritu. Es el décimo aniversario de la transformación del amor de
mi vida. Pasó de ser carne a ser polvo y estar en todos lados, acompañándome. Me
acompañó 10 años en vida y me acompañó 10 años en muerte. Ahora quiero seguir
mi eternidad junto a ella.
Aún estoy al borde del abismo y mi cordura sigue alejándose.
Salto y ante mis ojos pasa todo mi mundo derrumbándose. La última imagen en mi
mente es su rostro. Las últimas palabras que suenan en mi cabeza son “TE AMO”
pronunciado por su voz angelical.
Nos vemos pronto,
cariño.