Así lo soñé

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Así lo soñé

De pequeño me encantaba soñar, soñar despierto. Para mí, el mejor momento
del día, era cuando me metía en la cama y podía dar rienda suelta a mí
imaginación. A mí mente venían millones de historias en las que yo siempre era
el personaje protagonista.

—Javier tiene una imaginación increíble —decía orgullosa mí madre— Aunque a
veces no sabe cuándo parar de soñar y le cuesta mucho concentrarse en otras
cosas —esta parte la entristecía mucho.

Así era. Yo estaba en segundo curso y tenía 7 años. Aunque era un niño
bastante listo, a veces me costaba concentrarme en las cosas que me enseñaban
en clase.

Lo más sorprendente era que aunque detestaba leer y escribir, y me costaba
horrores sentarme delante de un libro o escribir una redacción, mis notas
seguían siendo buenas.

Pero eso cambió.

Mis notas comenzaron a empeorar, no mucho, pero si lo suficiente como para
que mi madre empezara a preocuparse.

Ella no sabía qué hacer para que mostrase más interés por ciertas
actividades. Pensaba que un niño con tanta imaginación debería disfrutar
enormemente con la lectura, pues allí podía encontrar historias tan fascinantes
como las que yo mismo creaba en mi mente.

Una mañana de navidad, mi madre recibió una carta que la puso muy contenta.
Yo, lleno de curiosidad, quise saber qué es lo que le contaban en esa carta que
fuera tan emocionante.

Mi madre me dijo que si estaba tan interesado, podía leer la carta, pero vi
que eran dos folios enteros y me dio mucha pereza. Preferí quedarme con la
duda, antes que perder un minuto en leer tanto.

Aquella tarde, mi madre me arreglo y me puso muy guapo.

—¿Dónde vamos mamá? —pregunté.

—Si te hubieses esforzado en leer la carta ya lo sabrías —me dijo mi
madre.

A mí no me gustaban las críticas, así que fruncí el ceño y salí de casa
enfadado y convencido de que iba a pasar una tarde horrorosa.

Por el camino, decidí dedicar un ratito a soñar con una aventura que había
dejado a medias la noche anterior.

—Javi, Javi, que ya hemos llegado —me susurró mi madre.

Yo estaba tan metido en mi aventura personal, tan inmerso en ella, que no
me había dado cuenta de que ya habíamos aparcado el coche.

Mi madre me dio la mano para cruzar y al levantar la mirada, cuál fue mi
decepción cuando vi la entrada de una librería. Aunque lo cierto es que estaba
muy bien decorada.

Había barcos piratas de cartón, una zona para jugar y pintar, olía a
bizcocho recién hecho y al fondo se podían ver un montón de niños y niñas,
sentados en el suelo con cara de estar disfrutando de lo lindo.

«Bueno, si no me hace comprar ningún libro, puede que después de todo, esto
no sea tan aburrido» pensé.

Entonces, una mujer muy guapa y de aspecto amigable se acercó a mí madre y
ambas se fundieron en un gran abrazo.

—Mira Javi, ¿recuerdas la carta que he recibido esta mañana? Pues era de mi
gran amiga Cristina. Hace años que no nos vemos y me ha escrito para decir me
que venía a la ciudad a leer y firmar su último libro.

Me quedó pensativo. ¿A firmar su último libro?

—Cristina —continuó mi madre— tiene tanta imaginación como tú, y con tus
mismos años comenzó a escribir todo aquello que pasaba por su mente.

Se compró una libreta y cada noche escribía y escribía….

Además le encantaba leer, porque decía que era el momento más emocionante
del día, donde las palabras cobraban vida y podía seguir imaginando y soñando
con personajes de cuento.

—Ven Javi —me dijo Cristina— ¿quieres acompañarme a leer el cuento para
todos esos niños? Sólo leeré unas líneas, el resto lo va a representar un
amigo, es un  cuentacuentos. ¡Ya verás que divertido!

Cristina me sentó a su lado y comenzó a leer para el público, para todos
aquellos niños que estaban ansiosos por ver y escuchar a su escritora favorita.

Era una experiencia nueva para mí. Libros, cuentos, textos, letras, hasta
ahora habían sido mis enemigos, pero de repente empezó a interesarme todo lo
que aquella amable mujer estaba haciendo. ¡Ella misma escribía sus propios
cuentos! Yo estaba fascinado….esa mujer escribía aquello que imaginaba y
trabajaba haciendo lo que más le gustaba: Soñar.

Además de pasar una tarde maravillosa, me di cuenta de que mi pereza por
leer libros era totalmente absurda. En ellos podía encontrar aventuras e
historias fascinantes de personajes imaginarios, animales mitológicos o incluso
conocer el universo y los astros. De pronto entendí que me estaba perdiendo
tantas cosas por no querer leer…

Al día siguiente, le di las gracias a mi madre por haberme llevado a aquel
sitio y haberme presentado a su amiga escritora.

—Mamá, he decidido que de mayor quiero escribir cuentos, o historias sobre
animales o… mira, he cogido el cuaderno que me regaló la abuela en navidad y he
empezado a escribir mi primer libro.

—Me alegra mucho oír eso hijo, estoy muy contenta por ti. ¿Ya sabes cómo lo
vas a titular? —preguntó mí madre.

—Lo he llamado “Así lo soñé”

 

 

 




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