Bon Apetit
Mientras repara la vieja camioneta familiar, la señora McBride se acerca a consolar a su primogénito con inusual ternura, ella alguna tuvo su edad, sabe que le duele el corazón y que probablemente no será la última vez que a su retoño le suceda; Byron realiza otra prueba, por fin logra hacerla arrancar, siempre ha tenido talento con los autos, por desgracia no ha podido desarrollarlo, sabe que hay mucha envidia fluyendo en el pueblo y demasiados rumores por ser diferentes y estar tan aislados.
Las diferencias irremediablemente parecen acarrear un precio, uno más allá de lo material y tan usual como la taza de café con dos de azúcar para comenzar el día; uno que tarde o temprano terminamos por aceptar como parte de nosotros o nos hace probar los límites de la estabilidad emocional.
Pronto Byron encontrará una chica ideal para él; una que sabrá entenderlo y amarlo como se merece; una que se convierta en su incondicional compañera y con la que pueda compartir hasta sus más peculiares costumbres; algo se lo dice constantemente y ese mismo algo cobra una fuerza mucho mayor cuando le habla, por eso no tiene tiempo de sentirse solo.
Mañana él y su padre saldrán nuevamente al pueblo; el viejo le ha contado a la señora McBride que últimamente se siente con suerte; algo le dice que muy pronto encontrarán a la novia ideal para el muchacho que ya está en edad de sentar cabeza y entonces ellos podrán estar tranquilos sabiendo que no estará solo, sabiendo que continuará con su legado y honrará las costumbres que han conservado a lo largo de los años…
Sí, el viejo está completamente seguro de que van a encontrar a la compañera de vida ideal para su vástago o quizás más reservas de carne para la despensa; justo ahora que gracias a la última que probó no ser digna del joven Byron, les hizo descubrir que las pelirrojas tienen mejor sabor con un discreto toque de canela al sazonar.
0 Comentarios