Brunilda
He pasado varias veces por el camino del cañadón y nunca había reparado en un montículo de piedras, de extraña forma, que está del alambrado un metro hacia adentro. Andando por la zona, ya casi entrando el sol, me detuve y por pura curiosidad me acerqué. Al instante salió velozmente , no se si de un costado o de adentro de las piedras, un animal que al parecer era un zorrino con el cuerpo blanco , negreando sobre su lomo la mancha que en todos suele ser blanca. La construcción tendría un metro veinte de altura y uno de diámetro. Estaba observándola cuando apareció un gallo cacareando, con cabeza de halcón, seguido de un pingüino verde que caminaba no erguido, sino agachado. Cuando quise apoyarme en el montículo casi me quemo, pues tenía una temperatura de por lo menos ochenta grados Una luz, proveniente de un rancho solitario recostado a la colina, me iluminó brevemente.
Todo esto parece muy irreal. Tengo miedo que muchos piensen que he perdido la razón. Me fui despacito, caminando hacia atrás hasta el auto, lo puse en marcha y salí para mi casa, pero al pasar por el cañadón empezó a fallar el motor, cuando súbitamente una carcajada de mujer me estremeció y se apagaron las luces.
Felizmente el motor se recuperó y al subir el repecho se encendieron.
Seguí pensando mientras manejaba y recordé que en ese miserable rancho vive la bruja Brunilda. Pensé que no me perjudicaría con sus maleficios porque lo único que hice fue mirar, no rompí ni saqué nada del lugar, ni menos aún perseguí ni di caza a los extraños animales, pero juré no detenerme cuando vuelva a pasar por ahí, aunque vea al pingüino verde comiendo pasto o al zorrino saltando en dos patas con un cascabel en la cola. Esto trataré de mantenerlo en el mayor secreto, porque no quisiera estar en boca de todo el pueblo ni de que se me rían en la cara.
