¡Buenos días, tristeza!
El mundo ya no ríe.
La guitarra se ha quedado sin cuerdas.
A los árboles se les han caído las hojas
aunque no sea otoño.
El ruiseñor se ha quedado afónico y el pintor
sin lienzo.
El creyente ha dejado de tener fe, algo
normal en estos tiempos.
El ciego ha perdido a su lazarillo y el
pastor a su rebaño.
El lobo está acorralado por los cazadores
implacables y el oso está preocupado.
El río se ha quedado casi sin agua, y la poca
que le queda, está contaminada.
La mañana se ha escondido y la oscuridad
campea a sus anchas.
El sol se ha puesto en huelga y no quiere
brillar.
La vela sin mecha tampoco alumbra.
El maestro ya no tiene alumnos, solo las
paredes le escuchan.
El ratoncito se ha despistado en el
laberinto, y no encuentra la salida, y lo peor de todo es que se le ha
terminado el queso.
La nieve se ha derretido porque el fuego
traicionero y devastador la ha envuelto, convirtiendo la blancura del bosque en
un tenebroso manto negro.
La porquería ha expulsado a los peces fuera
del agua y se han ahogado.
En fin, todo es un auténtico desastre, un
terreno abonado para la tristeza más profunda y el pesimismo más dañino por el
que caminan sin rumbo fijo y en interminable procesión desesperada:
Almas perdidas
Proyectos sin futuro.
Corazones encogidos.
Ángeles sin paraíso.
Cuerpos sin brillo.
Caras desencajadas.
Niños heridos.
Pájaros sin alas.
Entusiasmos vacíos.
Promesas caducadas.
Cómicos sin sonrisa.
Nadadores arrastrados por la marea.
Y buceadores hundidos bajo toneladas de agua.
Conciencias inconscientes.
Pasiones escondidas
Besos helados.
Ídolos de barro
Sueños de papel.
Y vergüenzas destapadas.
También hay demasiados trenes, unos
descarrilados, otros en vía muerta y muchos sin ruedas.
¡Buenos días tristeza!, parece que hoy has
llegado para quedarte y aunque nunca eres deseada, soy un tipo educado.
También es verdad que puede cambiar el color
del cielo. Y soleado es como yo lo prefiero y así quiero verlo.
¡Los nubarrones oscuros para ti te los dejo
tristeza, no los quiero ni regalados!
También para esos tipos siempre mal
encarados.
Y para otros parecidos, al pesimismo pegados.
Soy un tipo optimista, quizá algo ingenuo,
pero siempre prefiero sonreír, de eso tengo absoluta certeza.
Todo, ante, que pasarme el día entero
abrumado.
No puede ser sano, estar continuamente
comiéndose la cabeza.