Camelia.
Camelia
Las ganas de
inventar y la ciega esperanza
Borraban toda
frontera de mi razón;
Me alentaban a
seguir buscando a aquella flor,
La que debía adornar
mi corazón
Y darle color.
Y así andaba,
corazón en mano,
Yendo de flor
en flor
Con espinas alrededor
Cediendo
“ Amando ”
Dando
cabida a un inevitable dolor.
Luchaba
contra mí mismo,
Rompiendo
espejismos.
Un
arsenal de impaciencia y celos me recordaron
“Tenemos lo que merecemos”
La
realidad
Llenó
mi cabeza de INÚTILES pensamientos
Y
aquellas flores
Llenaron
todo un poemario de arrepentimientos.
Hasta
que una de mis lágrimas, al suelo fértil, cayó
Y
de allí una camelia floreció.
Mi
llanto arreciaba y así la regaba,
Recordando
mis fallos en el amor,
Exponiendo
mi interior.
Mientras
otras flores en sus matas de espinas se resguardan;
La
flor de camelia se muestra,
roja, blanca, rosada,
y
mi afición por ella ya está desarrollada.
Afición
por su brote inerme y de cómo se extiende;
Predilección
por sus capullos gigantes y de cómo el viento, con ella, hace cantes;
Apego
por su matiz esmeralda y su belleza intacta;
Adoración
por sus estilos y estambres amarillos y su descollante brillo;
Cariño
a su fina parhelia, digna de una camelia.
Pero
sabía que esto terror en mí desataría.
Juré
de que otra flor no me enamoraría. Mucho menos amaría
Hasta
que noté como uno de sus pétalos caía,
A
la absurda distancia en la que me encontraba podía deducir su táctil de
fantasía.
Indudable
apetitosa textura
La
limerencia me llevo a tocarla y sentí cómo mi alma envolvía,
Sentí
cómo uno con la camelia me volvía
Y
no me arrepentía.
Y
así ando, corazón en mano,
Yendo
junto con esta flor
Sin espinas alrededor
Cediendo
Amando
Dando
cabida a un acendrado amor.