Cara y Cruz
Hay demasiados detalles que aún tengo que conocer de ti. Ruidos que acostumbran a ser silencios retando la nostalgia que acarrea tu mirada. Por ejemplo, sé que eres de esas personas que miran con añoranza por la ventana, mientras sujetas una taza de té en la mano. Una de esas damas que juega al ajedrez colocando siempre su tiempo en pausa, una mariposa que juega a no volar como vuela el resto de la manada. Sé que tus abrazos son capaces de abrazar a un continente entero, y cuando lo haces con un brazo, abarcan ciento de ciudades. Eres mi pequeña ladrona de imágenes, la única sastre que sabe cómo coser mis heridas y me despierta siempre mil sonrisas. Tienes la extraña costumbre de callar más de lo que sabes y besar menos de lo que sientes; pero aún, y es cierto, no sé cuál es la receta que cocinan tus labios, si tus manos recorrerán las cicatrices de mis manos y cómo será cuando rueden por mi cuerpo. Desconozco si podré llamar a tu ombligo hogar, si podremos pasear de la mano mientras juegas a ser la vela de mi barco.
Aún tienes el valle protegido a la caída de mi cascada e ignoro si podrá acabar en su seno, y aunque comprenderte ha pasado a ser el número 1 de la lista de mis canciones favoritas, no sé por cuántas semanas estará ahí arriba, si mis versos siempre tendrán nostalgia de tus besos, si podremos mirarnos del mismo lado o del revés; porque de desear algo, sería pasear un instante (o no) contigo de la mano, conocer tus caprichos, enamorarte de mis defectos. Volar contigo, cerca o lejos, me parece el mejor de los regalos.
Quiero descubrir si eres la ecuación perfecta de mis orgasmos. Saber si tu parte completa es la solución aritmética de mi pecho. Ya sabes, lo bonito de la soledad es saber que su cruz, es estar contigo, hallarte conmigo.