Carne…
Cada sábado a la media noche, ella le espera en el salón de su casa,
sabe que sigiloso llega a su encuentro,
pasando inadvertido, como un gato,
como una sombra, para no ser reconocido.
Atraviesa el portal anterior y ella lo intuye,
es como si estuviera enchufado al tic tac exacto del reloj, en busca de un sublime ocaso.
Se incorpora ella despacio,
abre la puerta en transparencias, y acelerada se echa entre sus brazos.
Él se entrega ansioso a los placeres carnales,
besando con delicadeza su ombligo y deshaciéndose a mares,
baja despacio hacia su dulce flor, sacando de ella la miel que le envenena.
Sacuden cimientos,
arañan paredes,
se retuercen poseídos,
bendicen y alaban una y otra vez,
se entregan como animales,
como si fuera la última vez.
El aire se inunda del eco de sus voces,
gimiendo de placer y vanidad.
después de la faena,
ella le invita a irse,
dándole las gracias por saciar su humanidad,
Sale entonces, el hombre del sombrero, a respirar el aire de la realidad.
Es sólo el amante de la mujer de ojos claros, que le cita cada semana, a la misma hora, en el mismo lugar…
Mientras tanto ella, vuelve al nido anegado de pasiones incompletas,
Ahí donde guarda el secreto de una mentira hecha verdad,
donde cada semana desatan su carnal vendetta…