CARTA ABIERTA A MI PADRE.

CARTA ABIERTA A MI PADRE.

Y tuviste mil historias.
Mil amores y amigos, que jamás conocí.
Te jactabas de señor.
Pero jamás formaste una familia.
Jamás tuviste un abrazo sincero que no arruinaras.
Tu soberbia te ganó de ante mano, la partida con la vida.
Te tomabas a risa cualquier tipo de regla, creías que se podía esquivar cualquier ley que fuera en contra de tu omnipotencia.
Llegaste a creerte intocable.
Creo yo, que si te hubieses subido y tirado de tu ego, hace bastante habrías muerto.
Ignorabas a cualquiera que quisiera darte una mano, una ayuda o un consejo.
Sabías más de la vida que la misma vida.
Ninguna adicción podía dominarte, decías…
Tu adicción a pensar en ti mismo te dejará sólo.
La misma que te alejó del camino, de tus hijos, de tus seres queridos.
Te gustaba tanto que le diste voladores a gente que confío en ti.
Y otra vez te fue mal…Esta vez, sabías a lo que te enfrentabas.
Distintas rejas, pero misma soledad.
Tu visión de las mujeres siempre fué distinta a la mía .
Creías que levantar la voz e ignorarlas, te habilitaba a tener la razón siempre.
Extrañabas a tus hijos pero no hacías nada para verlos, salvo a usarlos para tu conveniencia.
Pero cuando las cosas se empezaron a poner jodidas, cuando sentiste que la muerte te rodeaba la cintura con su brazo.
Te volviste loco de miedo.
Empezaste a querer reunirte con todos de los  que te habías alejado, lo fuiste haciendo de a poco, pero desesperado.
Y al ver que nadie venía, elevabas tu voz aún más que antes.
Y la soledad volvía a hacerte compañia.
Siempre me sonó rara tu historia, pero la creí.
¿Y cómo no iba a creerla? Si tú, en algún momento de mi vida, fuiste un referente, fuiste mi superman.
Con los años, los duros golpes de la vida, golpes psicológicos a mi persona, necesidad de tener un padre, necesidad de una charla padre e hijo, la capa se te fué cayendo y el traje te quedo grande.
Tu soberbia siempre pudo más.
Más que tus 3 intentos de familia, más que tus ex amigos, más que tu propia vida.
Te hacías querer al principio, pero con el tiempo mostrabas tu verdadera cara y la gente se alejaba.
Viviste muy solo, tan solo, que cuando fuese tu funeral nadie te acompañaría.
La indignación y el enojo que me llegaste a causar, creo que jamás lo voy a volver a sentir.
Porque padre hay uno solo, aunque solo te adueñaras del título.
Lo lamentable fue conocer la verdad a puño y letra tuyo, días antes de que te fueras para abajo.
Lo único bueno de todo esto, es que sin querer me enseñaste lo que es ser un hombre.
Porque ser un hombre, es todo lo contrario a lo que tú fuiste.




  • 0 Comentarios

    Dejar una respuesta

    Contacto

    info@scriboeditorial.com
    666 47 92 74

    Envío
    o de las

    Inicia Sesión

    o    

    ¿Ha olvidado sus datos?