DESAYUNOS DE LA INFANCIA

DESAYUNOS DE LA INFANCIA

Pablo y Fabián iban a la misma clase y los dos miraron al unísono sus relojes, faltaban tan solo cinco minutos para que el timbre indicara el final de la última asignatura. Los dos hermanos estaban eufóricos por llegar a casa habían quedado con su abuelo para ir al cine y después harían lo que más les gustaba  ¡comer castañas asadas!. Aunque los chicos no sabían que una gran sorpresa les estaba aguardando. Fabián echó una carrera a Pablo del colegio hasta casa y le ganó con diferencia. Estrepitosamente los niños entraron en casa y en el patio trasero estaba su tío Felipe con una entre las manos.

-Hola Chicos.

-Hola tío, respondieron los muchachos.

-¿Esta caja es para nosotros?

-Si, es mi regalo de Navidad. ¡¡ Vamos abridla!!

Pablo y Fabián presos de la excitación abrieron la caja y desde su interior se asomó la carita de un cachorro  labrador, con grandes ojos marrones de pelo negro azabache, muy juguetón y espabilado. La cara de los niños se ilumino por completo.

-Pero os pongo una condición, dijo el tío Felipe tenéis que cuidarlo muy bien, no es un juguete es un ser vivo, y como tal necesita que estéis pendiente de él. ¿de acuerdo?

-Sí, sí respondieron los dos.

-¿ Cómo se llama? preguntó Fabián.

-Se llama Danko, respondió su tío.

Los chicos empezaron a hacerle carantoñas, como era viernes y estaban muy próximas las vacaciones navideñas disponían de todo el fin de semana para enseñarle algunas cosas.

Cada día la familia tenía por costumbre ir a desayunar a un bar situado en la calle principal, junto a un pequeño torrente no muy lejos de donde vivían, y el sábado fueron como todos los días. El padre hizo la comanda al camarero.

-Por favor, tráiganos un café, un cortado, dos batidos de chocolate y unas ensaimadas. En pocos minutos el desayuno estaba sobre la mesa. María, la dueña del bar se acercó a Danko y dijo:

-Qué perrito más lindo ¿Cómo te llamas?

A lo que los niños respondieron al unísono – ¡Danko¡ ¡Danko! se llama Danko.

Bien Danko tengo una ensaimada también para ti. El perro la olió y con cierto reparo le dio un mordisco, le gustó tanto que al comérsela casi se atragantó.

Siguieron acudiendo a diario al bar  durante algún tiempo, pero pasaron los años y los dos hermanos tuvieron que irse al extranjero a estudiar,  sus padres ya no podían hacerse cargo del perro,  el padre que de vez en cuando colaboraba con el refugio  de animales buscó un hogar para Danko; fue adiestrado como perro guía de Marta una joven invidente, enseguida se adaptó a su nueva familia. Vivían en una urbanización de calles muy anchas y pintorescas casitas. Como era habitual a Marta le gustaba salir a pasear con su perro antes de irse a la facultad a primera hora de la mañana, que era como si  un estallido de aromas irrumpiera en la rutina diaria, tenía la sensación de que a estas horas todo era  mucho más fácil de percibir que en cualquier otro momento del día; la ciudad aún estaba semidormida y los detalles más insignificantes parecían adquirir otro matiz. Iniciaron el paseo y sin darse cuenta se alejaron demasiado, Marta notó que el perro estaba algo alterado y no respondía a sus órdenes, sujetaba el asa de metal de la correa con suavidad, para controlar adecuadamente los movimientos del animal y evitar así la excesiva tensión.

-Danko ¿Qué te pasa? el perro tiraba de ella con fuerza.

-Danko ¿Qué ocurre bonito?.   Danko empezaba a ladrar cada vez  más fuerte, hasta que Marta oyó una voz:

 

-Danko cariño, ¿eres tú? el perro movió la cola frenéticamente,  se paró justo en la entrada del bar, de aquel bar,  al que había ido a desayunar tantas veces con Pablo y Fabián de pequeños. Se soltó del arnés, el vínculo físico que lo unía a Marta y entró en busca de las caricias de María. Entonces María ayudó a Marta a sentarse en una mesa mientras le servía un café, cogió una ensaimada de la bandeja que había detrás de la barra y le gritó al perro.

 

-¡ Cógela Danko !

Danko la pilló al vuelo se la zampó de un solo bocado. No paraba de mover la cola lamiendo la mano de María que cariñosamente le acariciaba. María se dirigió a Marta, le contaré una historia  dijo:

-Este perro cuando era muy pequeñito  venía con sus antiguos dueños a desayunar,  yo lo acostumbré a que diariamente le daba una ensaimada, pero un buen día dejó de venir, me enteré que se fue a vivir muy lejos  de aquí  con otra familia y le perdí la pista,  hasta que hoy sorprendentemente  después de muchos años ha vuelto, algo le ha hecho recordar, y ha regresado a por su ensaimada, es un perro muy inteligente y agradecido. Señorita tiene mucha suerte al ser ahora usted su dueña, los perros dijo María,  a veces son mejores que algunas personas. Marta se quedó sorprendida con aquel  relato que acababa de escuchar y respondió:

-Tiene razón señora, un perro jamás te fallará, son leales hasta el final.

Marta y Danko se despidieron de María.

-Muchas gracias por el café y  sobre todo por esta historia tan bonita.

-Adiós.

-Hasta mañana Danko, dijo María.

Posiblemente si no fuera por el regalo que el tío Felipe hizo a sus sobrinos Danko ahora no estaría con Marta.




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