Divagación de caminar sin rumbo
De su mano el eco es luna
diluida por ninguna nube…
Es este tránsito
en las espadas del tiempo
donde nada cabe en un silencio fraguado a portazos
y frenéticos hálitos de invierno.
Yo soy el maíz que Quetzalcóatl
le lleva a los famélicos,
soy la hormiga con armadura de piedra
caminando la catedral de Felipe y Santiago
hasta traer el final de los días,
soy el organillero tocando a la misma hora en el Jardín Hidalgo,
soy los murales de Bustos y Padilla en las bibliotecas,
ese archivo con sus enormes trozos de historia
que los miserables robaron,
soy el aroma de un churro
haciendo esquina
con el de una cerveza que se calienta entre charlas.
Soy el rígido hueso de estas calles,
el niño que sostiene su globo,
el que ya va tarde a casa,
el que nunca quisiera llegar a ella,
el que no tiene a dónde ir
y los que dejaron la vida
aquella ocasión que asaltaron el banco
y ninguna carrera
fue suficiente para concretar la huida.
Soy el fragmento de tinta/estrella
y golpe de timón
cambiando el curso
hasta de un beso
para transmutarlo
en breve abrazo
Al beat de mi andar
sucumben miles de grillos
que saben lo imposible e inútil
de dibujar el cielo en ojos
que tal vez, sólo tal vez
no te buscan
o tal vez, sólo tal vez
jamás lo hicieron.
Mas ya no importa
y tampoco importa que importe
ni enredarse en las palabras
y en un chasquido sentirte poderoso
y al siguiente ser obsoleto
y que se te haga un nudo en la garganta
o tu rabia sea un perro
que llega tan rápido a vivir en tu casa
que no sabes ni qué nombre ponerle.
Pero…
Yo no estoy diciendo que me crean,
estoy diciendo lo que creo. *
*Verso de Alberto Martínez en
el libro LA LENGUA DE LA SIERPE (Ediciones Canapé, 2013)