El triste
Hace no mucho, en un pequeño pueblo al extremo sur del mundo, vivió un niño de mirada triste, campesino poco ilustrado, vacío en el concepto, libre de tradiciones, sin dios ni ley, caminaba sin gloria ante la mirada piadosa de la gente del lugar, quienes lo consideraban un desdichado más, destinado a sufrir y sucumbir, en aquella batalla constante…eso que algunos llaman vida.
Le decían el triste, por su mirada, porque lloraba en aquella colina donde cada tarde observaba la puesta de aquel gigante que brillaba y se apagaba, a la espera de su amada, la cual se vaciaba en el llanto, y que luego se llenaba con la misma energía de aquel que en los días la iluminaba y en las noches la abandonaba.
Nadie comprendía por qué el triste contemplaba aquella función que tanta pena le causaba, la gente le creía un loco, un tonto, pronostico incierto… sin padres para imitar, sin modelos externos que lo pudieran formar.
El triste creció…los años pasaron, su vida en apariencia no cambio, a sus sesenta seguía con la misma rutina, contemplando la muerte del sol, desde aquella colina, donde según las personas del pueblo, aquel hombre desperdiciaba su vida, a la espera de la muerte, como un pobre de mente.
Cierto día, la historia del triste fue contada a miles de millas, en una gran ciudad ubicada en el norte, ahí vivía un gran señor, quien gobernaba y regia sobre las tierras más aventajadas, donde la miel abundaba, el vino brotaba como el agua…él todo tenia, sin embargo carecía de paz, solo quería llorar, la pena lo cubría, pero no sabía que le ocurría, nadie lo entendía, le decían que todo poseía, felicidad y alegría tendrían que regir sus días, lo miraban con desdén, por no agradecer la fortuna ganada y que muchos deseaban más que la vida misma.
Hasta que cierta vez, el gran señor cruzo el puente de los extremos, aquel que unía al norte con el sur, la tierra del triste y la sencillez lo cubrió, ahí estaba esa tarde cuando pasaba por enfrente de la nombrada colina, el sol se ponía y el hombre de la mirada triste contemplaba como todas las tardes la retirada del astro que brillaba, y la llegada de la dama que se vaciaba.
Al recordar la historia del triste, el gran señor se acercó al lugar donde el famoso desdichado se hallaba…tomando asiento a su lado, quedo maravillado con lo que el campesino observaba, una alegría inmensa lo cubrió, un par de lágrimas llegaron, la paz lo invadió y todo lo que tenía desapareció, ante la majestuosidad de aquella visión, de dos aspectos que volvían al mismo punto con el fin de comenzar nuevamente aquello que nunca se terminó, porque quizás nunca había comenzado.
La noche los cubrió con el brillo de la dama, quien hacía gala de su más amplia forma, el gran señor fue el primero en salir de aquel trance, y mirando al triste, pregunto; Por qué lloraba; Debido a la espléndida novedad que observo cada atardecer –el triste contestaba sin quitar su mirada de la llena dama−, Pero si esto mismo ya lo has visto desde que eras un crio –reponía el gran señor− No sé de lo que hablas…como podría ver lo mismo si tan solo hoy he nacido, la novedad es mi aliada, la ignorancia mi madrina y la paz mi amante, por eso miro este irrepetible atardecer, como el reflejo de la muerte que surge cada día en mi ser.
El gran señor no comprendía, pero disfrutaba la charla con aquel extraño personaje, como si de alguna parte se conociesen, conectados por la confianza y la paz que salía de ese lugar… dos extraños compartiendo dos aspectos diferentes de una misma realidad.
Me hallo muy triste, ya que todo lo tengo, mas, me siento miserable y vacío, contigo al menos observo otro que llora y sufre sin saber por qué…No sé de qué hablas, este llanto es de gozo, por mi mente nunca paso la pena o el sufrir, ya que nada tengo, solo aquello que observo, y que suelto cada vez que muero en este acto cotidiano en el cual el día termina y la noche germina.
Aquel forastero de elegante zancada no entendía, pero insistía… ¿Entonces debo desprenderme de aquello que poseo para ver aquello que tú has observado por años en un simple atardecer? Solo eso deseo, ya no preciso sufrir, aunque eso me cubra en pobreza, mi grandeza se esfume y la simpleza describa mi andar.
El triste lo miro, y con dulzura le dijo al gran señor, que el camino por él recorrido no le pertenecía, con imitarlo nada sacaría en limpio, solo perpetuaría la amargura que lo aquejaba: No depende de aquello que tengas o de lo que creas saber o la grandeza que pretendas albergar en tus logros de arenas y vientos, hace no mucho te sentaste a mi lado, y al contemplar la simple acción del día y la noche, una luz te lleno, la acumulación de tus pretensiones por algunos minutos te dejo, la muerte te envolvió y volviste a nacer, ya que de alguna forma, llegaste al momento enfrentándolo como una novedad, creías no saber qué era lo que a mí me extasiaba, el no saber te ilusionaba…te llenaba y a la vez te vaciaba.
No hay nada que yo te pueda dejar, solo me resta decir que la magia radica en el placer de ver cada momento como la renovación de aquello que ayer creías saber, así la luz del atardecer convulsionara tus días, la lluvia que cae te fascinara, la flor que crece en los prados te extasiara, la mirada de un niño te vaciara, las estepas te transportaran, y aquello que tienes jamás será una variante que condicione tus experiencias en la dualidad, solo déjate sorprender, ya que de cierto es que, no sabes lo que mañana surja con el amanecer.
El gran señor aún no podía captar… ¿Y cuál es la finalidad de tan solo venir para acá todos los días y contemplar al sol y la luna en su eterna danza de nunca acabar? Cuando menos lo esperamos las respuestas que envuelven nuestro sentido de vida se muestran sin que tengamos que batallar, ni luchar contra viento y marea, tú eres mi respuesta, aquel sentido que tanto he esperado −contestaba el triste con gran emoción−
El gran señor se paró y se marchó, nunca más se supo del triste, desde ese día nadie nunca lo vio, ya nadie observaba desde aquella colina día tras día la rutina del que brillaba y la que se vaciaba.
Con los años se supo de un hombre que predicaba acerca de la novedad…impartiendo el arte de contemplar cada momento como la bendición original, vivía tan solo de las palabras de aliento que daba a todo quien le pedía una pizca de frescura, se decía que alguna vez había sido un gran señor, el cual por algún motivo dejo su hogar, renovando su imagen con una mucho más brillante expresión, después de su muerte fue la inspiración de otros, quienes a su vez inspiraron a muchos otros a vivir maravillados, por la vida que no se detiene, no se repite y nos entretiene, sin ella la nada prevalecería y el aburrimiento nos paralizaría.
Todo gran acontecimiento surge de un suceso aislado en las colinas del olvido, una variable quizás insignificante producida por un actor que ante los ojos del adormecido pudiera ser visto como un desdichado y poco lucido…pues de cierto es sabido: hasta el más pequeños de entre mis hijos o mis hermanas es capaz de sembrar la semilla que otros cosecharan para renovar los mundos y las conciencias que llegaran y habitaran esta misteriosa relatividad, ya que al fin del camino…el rey y el mendigo, son uno y el mismo.