Elektaniano
Hace exactamente un mes conocí a alguien muy especial, que tenía algo que las demás personas no poseen y no solo me refiero metafóricamente hablando, también literal.
Él no era de este mundo, claro que no. Provenía de un planeta lejano llamado Elektan, aunque nosotros lo conocíamos como Saturno.
Cuando lo conocí pensé que estaba loca, y siempre lo creía cada vez que me lo encontraba, las cosas no eran muy normales que digamos.
Aquel día que lo ví por primera vez, era de noche; me dirigía a un encuentro con mi mejor amigo. Tan solo me faltaban dos calles para llegar pero me detuve en un callejón al escuchar unos quejidos, una vez mi madre me advirtió que mi curiosidad me metería en un gran lío, y así fue, enrede a mi corazón y mi estabilidad mental en un gran problema en el momento que decidí entrar a averiguar que sucedía.
Recuerdo muy bien la sensación que sentí, mis vellos se erizaron, mi respiración era menguante, mi boca se seco y mi corazón comenzó a latir más rápido que la velocidad de luz. Y eso sólo fue por verlo, por ver cómo sus cabellos dorados se movían con la brisa nocturna, al ver como se reflejaba la luz de la luna en su piel tostada. Su rostro era una perfecta obra de arte, cada una de sus facciones eran perfectas y bien proporcionadas, él era como un cuadro al cual su creador le había invertido mucho tiempo y dedicación, una perfección. Tenía cejas gruesas, perfectamente formadas, que hacían compañía a sus largas pestañas y ojos grandes color gris, un color gris que nunca jamás olvidaré. El largo de su nariz era liso, no tenía ninguna imperfección , y ni hablar de sus labios, eran como pétalos, de un rosáceo obscuro, bien formados aunque el inferior era más grueso. Su altura era muy poco convencional, sin duda era una de las personas más altas que había visto en mi vida, tal vez eso fue lo que me intimidó al principio o quizás fueron aquellas cualidades que poseía.
Aunque era dueño de una belleza increíble, no puede evitar temerle al ver lo que estaba haciendo. Tenía el brazo derecho levantado e inclinado, y su mano estaba entreabierta, como si sujetará algo, pero lo que realmente me asusto fue aquel chico que estaba contra la pared, suspendido en el aire. Con sus manos palpaba su cuello, tratando de retirar algo, aunque allí no hubiera nada.
Solo bastó un grito por mi parte para que me viera, y comenzará todo.
Ese día corrí sin parar hasta que llegué a mi casa, me escondí en mi habitación y no salí hasta el día siguiente.
Dos días después lo volví a encontrar, me imploró que no contará nada acerca de lo que había visto, ¿A quién se lo diría?, pensarían que estaba completamente loca, incluso yo lo pensaba, quizás había perdido la cabeza.
—Prometo explicarte todo. Ven conmigo.
Lo dudé por unos segundos, pero mi curiosidad volvió a vencer. Me llevo a una vieja casa abandonada, el moho en las paredes abundaba, la pintura se caía en costras y el olor a humedad era fuerte. Retiré el polvo del sofá mugriento y me senté.
—Habla de una vez o pensaré que eres un maniático.
Se sentó frente a mí y entonces dijo las palabras más locas del mundo.
—No soy terrano, no provengo de la tierra…
—No digas estúpideces, no creo nada…
Mis labios se cerraron la ver como un pequeño tornado se formaba en su mano.
—¿Qué eres?.
—Provengo de Elektan, soy un elektaniano y puedo manipular el elemento del viento.
Así empezó una serie de preguntas, a las cuales todas respondió. Resulta que provenía de un lugar donde los humanos eran mucho más evolucionados, donde cada uno manipulaba un elemento esencial, dónde no había guerra y mayormente era paz.
—¿Cómo es qué nunca los hemos visto?.
—Su tecnología es básica, podemos manipularla fácilmente y hacer que vean lo que nosotros queremos.
—¿Por qué nos hacen contacto con nosotros?.
—Los terranos destruyen por temor todo lo desconocido, no le dan la oportunidad a las cosas nuevas, siempre desean averiguar que es, y al hacerlo lo destruyen. Incluso destruyen su propio planeta, ¿Qué nos asegura qué estaremos bien si interactuamos directamente?.
—No destruimos nuestro planeta.
—Claro que lo hacen, desperdician agua en cosas triviales, queman árboles por pereza a carpir sus propiedades, tiran basura y residuos tóxicos al mar o lagos, lastiman a los indefensos animales. Poco a poco están destruyendo su hábitat, están acabando con ustedes mismos. Dicen ser los seres con mayor inteligencia en este planeta, pero no lo demuestran.
Me dejó sin palabras, todo lo que decía era cierto, aunque aún no me había respondido una duda.
—¿Por qué estás aquí?.
—Un traidor robó tecnología peligrosa y vino a parar aquí. Vengo a recuperar lo que me pertenece y a la vez evitar que los domine.
Sin saber exactamente porque, decidí ayudarlo. Conocía muy bien mi ciudad y podía serle muy útil.
Así empecé a meterme en situaciones alocadas y peligrosas, también hubieron momentos únicos, él era alguien con quien podías hablar de temas interesantes. Hablar con él era como entrar en razón, te hacía ver la realidad y a la vez lograba convencerte para cambiar, para ser alguien mejor.
Era una completa joya, no pensaba en él, pensaba en los demás, en su entorno, en lo que conoce.
Pasé dos semanas ayudándolo, hasta que logramos encontrarlo, fue bastante sencillo para él, solo bastó un par de movimientos y lo capturó.
En ese instante sabía lo que se avecinaba; la despedida. No quería, me negaba rotundamente a decirle adiós, me había enamorado de él, pero por lo visto él no de mí. Mis sentimientos no eran correspondidos, por lo tanto nunca iban a ser conocidos por él.
El día en que se fue, me dolió. Desde que desperté todo mi ánimo decayó, ya no lo vería más, ya no tendría esas pláticas tan interesantes ni influyentes.
En el momento en que lo abracé para darle el adiós final, una loca idea poso en mi mente, ¿Y por qué no hacerlo si no lo vería nunca más?. Cuando deshizo el abrazo, lo tome por las mejillas y lo atraje hacía mí. Sus labios se amoldaron a los míos, millones de sensaciones explotaron en mi estómago, besarlo se sentía como magia, era increíble y no había forma de explicar cómo era.
—Si fuera por mí me quedaría, pero sabes muy que no pertenezco aquí, mi lugar esta en mi planeta y el tuyo aquí.
—Lo sé. Adiós, Areu.
—Adiós, Stella.
Cuando se fue dejo un gran hueco en mi corazón pero también dejó una gran enseñanza. Las personas estamos haciendo las cosas mal, nuestra ambición, nuestra curiosidad y gandulería está destruyendo nuestro planeta.
¿Cómo es posible qué alguien que no habitaba aquí se hubiera preocupado más que cualquier persona? ¿Cómo es posible que seamos tan insensatos cómo para dañar y acabar con nuestros recursos?.
Somos los mejores asesinos, todo lo que tocamos o descubrimos se destruye.
Ojalá todos fueran como Areu, sensatos y cuidadosos, ojalá todos se preocuparan por nuestro hábitat.
El mundo necesita un cambio y ese cambio quiero ser yo.
Soy Stella Cox y deseo ser el cambio.