Gina, la Cucaracha Voladora
Dedicatoria:
Para
todos los que en algún momento
de su vida se han sentido como nuestra pequeña Gina.
La Explicación.
La historia
que voy a contarte despertara tu imaginación y preparará
tu corazón para
entender que las decisiones que tomes son las que marcaran tu vida.
Te contare todo,
todo acerca de ella, no para que la juzgues sino para que puedas disculparla si
algún error cometió. Tal vez quieras ayudar pero te diré que la mejor forma de
hacerlo es aprendiendo que aunque te equivoques es de sabios corregir y seguir
adelante.
Cuando pienso en
ella mi corazón se entristece, me miro al espejo y pienso ¡creo que tengo un
poco Gina, la pequeña cucaracha ¡
No pretendo que
busques un parecido de ella en ti, busca tu propia identidad. Si hay alguno te
pediré que por favor lo olvides y encuentres tu propio camino.
Durante la
historia te dejare pistas para que adivines quien soy, me gustaría que tú, mi
pequeño lector busques un nombre apropiado para mí.
Su Familia
Arthur de
las Altas Torres, la cucaracha, era el nombre de su padre, se desconocía con
exactitud el lugar de su nacimiento, pero por su acento nos
hacía pensar que era la combinación de numerosos y largos viajes al extranjero.
Arthur, era una
cucaracha muy culta; se comunicaba en varios idiomas, cucarachence era su
lengua materna, a lo largo de sus viajes aprendió español, francés, creo que
sabía inglés y mandarín. Personalmente he llegado a pensar que sabía más de lo
que nosotros nos podemos imaginar. Cuentan que sobrevivió a varias guerras,
inundaciones y a morir ahogado panza arriba; una vieja leyenda dice que se
enfrentó a la peligrosa explosión de la bomba atómica. Su edad exacta la
desconocemos pero se notaba que los años no hacían efecto en él.
Arthur, nunca supo
cómo fue a parar a la lejana Indonesia, donde vivió su última gran aventura.
Una mañana
despertó con sonidos extraños a su alrededor y un olor exquisito a mantequilla
derretida con ajo llamo su atención, en segundos sintió que sus patitas
ardían y miro como cambiaban de color a rojo ardiente para ser exactos; fue en
ese instante que de un salto logro escapar de la sartén que ardía a fuego alto,
donde agregaban poco a poco cebollas y tomates frescos muy bien picados.
Ese día Arthur,
descubrió que era una especie de cucaracha voladora. Gran cualidad para escapar
de los que quieren almorzarte.
Cansado de
excitantes aventuras decidió que necesitaba cambiar de ambiente, empaco poco
equipaje ya que viajar como polizonte no era nuevo para
Arthur, sigilosamente se escabullo en el Barco de la Santa Trinidad,
con destino a cualquier puerto de clima cálido.
Frente al puerto
funciona hasta hoy la vieja Barbería de don Thomas, yo como
inquilina de su casa construyo mi hogar en la parte más alta del tejado.
Era la mañana un
16 de marzo del año dos mil y pico, cuando lo vi por primera vez, su actitud
llamo mi atención. ¡Tiene historia¡ pensé ¡Dejará un gran legado¡, descubrí su
elegante caminar, vestía de traje y corbata de lazo, siempre de colores neutros
para no llamar la atención, llevaba sombrero y un bastón en una de sus patas,
aunque a veces cojeaba, todos en la ciudad sabíamos que el bastón era el
complemento perfecto para su atuendo.
Los que conocieron
a Arthur podrían decir que era una criatura tímida, cariñosa y amable, fue
gracias a su amabilidad que conoció a Eleonora.
Eleonora Martín,
fue su nombre de soltera, paso por las mejores aulas de clases, siempre atenta
a cada enseñanza. Obtuvo vastos conocimientos sobre ciencia, literatura, arte,
siendo una amante a la música clásica aunque nadie conocía su especial afición
por el Rock.
Sabia mantener
una conversación y en cada palabra se notaba su inteligencia. Amaba la vida en
todas sus expresiones y formas.
Eleonora
Martín la cucaracha, era verdaderamente hermosa, sus virtudes rayaban en
la prudencia además de virtuosa, era experta cocinera preparaba los
más exquisitos platillos, usaba siempre vestidos con estampados florales de
colores llamativos, que hacían acentuar su figura que le daban una elegancia
acompañada de una frescura única, el rojo y el verde eran sus colores
favoritos.
Tenía una
cabellera rizada y rubia.
Desde mi tejado y
con mis múltiples pares de ojos pude ver, ¡fui testigo¡ ¡lo confieso soy la
vieja chismosa del barrio¡
Fue amor a primera
vista, Eleonora fue la primera en darse cuenta que Arthur tenía los ojos azules
como el cielo, antes nadie se había percatado que eran como una ventana a su
corazón y también la primera en conocer sus más profundos secretos. Arthur por
su parte sintió como su corazón saltó de su pecho, tuvo
que hacer un gran esfuerzo para mantener la calma. Nunca más amo a nadie como a
la señorita Eleonora.
La Familia Arthur
y Eleonora de las Altas Torres, se mudaron a la mejor casa de la
ciudad. En medio del amor nació la pequeña Gina la
cucarachita.
Gina la cucaracha
creció con algunos privilegios nunca le falto nada. Sus padres se esforzaban
cada día por cubrir todas sus necesidades. Podríamos decir que Gina fue de la
realeza de cucarachalandia.
El Zapatazo
Una mañana cuando
el verano casi terminaba Arthur y Eleonora, salieron en busca del
desayuno, tomados de la mano y envueltos en sus amorosas miradas, sin estar
precavidos fueron víctimas de un accidente inesperado, en ese preciso momento
la dueña de la casa se encontraba haciendo la limpieza por los rincones
de los estantes de la amplia cocina, cuando de repente un terrible grito
sorprendió a los vecinos.
Nadie le había
contado a Arthur, que lejos de las guerras, inundaciones, batallas y sartenes
calientes, de los que había sobrevivido hay un poder sorprendente que poseían
los ciudadanos en especial las mujeres, era un artículo que lo usan para sus
pies, le llamaban zapatos, muy peculiar e inofensivo a simple vista.
Ante el alboroto,
yo especialmente me apresure a la ventana, a veces tener unos cuantos pares de
ojos ayuda para mantener vigilado el vecindario, aunque muchos se atrevan a
decir que tengo una visión muy pobre y escasa cosa que no es para nada verdad.
En mi acto de
vigilancia puede ver a través de la ventana aquella atroz escena, un acto
malvado verdaderamente, el zapato golpeaba el suelo una u otra vez,
acompañado de los aterradores gritos de aquella mujer.
Los curiosos que
ante las desgracias se muestran como autoridades competentes, determinaron que
fue en defensa propia, la causa de muerte, un zapatazo con todas las
fuerzas que el miedo a las cucarachas podía producir, el móvil.
Así partieron de
este mundo Arthur y Eleonora de las Altas Torres.
Ante la confusión
del incidente Gina la pequeña cucaracha quedo huérfana. Apenas tenía seis años
cuando se enfrentó a los terribles peligros de mundo.
Fue tan rápido y
confuso el día que abandono su hogar que solo pudo tomar el abrigo
purpura y los guantes rojos que su madre había tejió para ella, recordó con
profunda tristeza el sabio consejo de Eleonora, ¡abrígate siempre hija mía¡.
Gina no pudo evitar llorar ese momento.
Como me encantaría
haber acompañado a Gina la cucaracha huérfana aquella oscura, fría y desolada
noche en la ciudad para sufrir con ella el dolor de la perdida. Pero me
encontraba como el resto los ciudadanos pensando en mis propios males y afanes,
tenía en marcha la obra de ampliación de mi casa, estaba tejiendo unas muy
delicadas paredes para las siguientes habitaciones.
Gina la cucaracha
pasó su primera noche en la banca del parque Central, casi no
durmió, extrañaba el calor de su casa y el olor a chocolate caliente que
preparaban para merendar del que había disfrutado todo el tiempo.
A la mañana
siguiente cuando el hambre apremiaba, Gina la cucaracha hambrienta, no se
percató del peligro que enfrentaba al entrar en la panadería de la esquina,
Camino guiada solo por los rugidos cual león hacia su pancita, eran tan fuertes
los ruidos que ensordecían el instinto de supervivencia.
El
Encuentro
Entro despacio
cuidando cada movimiento, se ocultó detrás de la vitrina para que
nadie pudiera verla, así poder comer un pedazo de pan recién preparado. Pero
algo inesperado ocurrió justo cuando se inclinaba para dar un salto en esta
horrible aventura, alguien apareció por detrás era Ernesto el cien pies, la
alcanzo de la capucha del abrigo purpura y de un estirón la saco.
¿Qué estas haciendo
– Cucarachita? le pregunto: Ernesto el cien pies,
Tengo hambre
respondió Gina la cucaracha hambrienta, acompáñame te llevare a casa ahí podrás
llenar tu pancita. Pobre cucarachita pensó Ernesto el cien pies.
Ernesto el Cien
pies, venia de una larga familia de carpinteros había aprendido el
oficio de su padre, quien lo adiestro a tal modo que cuando tomo el control del
negocio don Ernesto como lo llamaban en el barrio, era el mejor carpintero del
lugar, además de llevar varias décadas en el negocio, también tenía experiencia
reconociendo a kilómetros cuando alguien tenía triste el alma.
Ernesto el Cien
pies, había conocido la soledad muy de cerca, nunca había formado una familia
porque no encontró a una hembra de su misma especie, aunque intento enamorase
de otras especies no resulto ellas solo pensaban en los cien masajes en los
pies que tenían que dar cada día. Estoy segura que ninguna de ellas había
necesitado nunca un relajante masaje.
Para Ernesto el
cien pies no era importante los masajes. Lo importante era poder compartir el
amor que tenía guardado en su corazón.
El encuentro entre
Ernesto el Cien pies y Gina la Cucaracha, fue el inicio de una gran amistad,
cuando llegaron a la casa de don Ernesto la invito a pasar, Gina pudo notar que
el la recibió como quien recibe a un hijo.
El preparo una
sopa para almorzar, ella lavo los platos.
Después, él
dispuso un espacio en su casa y en su corazón para Gina la cucaracha
desamparada.
Años después
cuando Ernesto el Cien pies ya no estaba para contarnos sus increíbles
historias, conocí personalmente a Gina la Cucaracha, quien llego
otra vez al pueblo que la vio crecer.
Estaba ahí frente
a la Barbería de don Thomas. Cuando la vi desplegué uno de mis hilos más finos
para descender, me quede admirando la hermosura y elegancia que había heredado
de su madre y el caminar de su padre.
Aunque quería
saber al detalle como había sobrevivo a las inclemencias del mundo me interese
más por el motivo de su regreso. Gina la cucaracha solo pudo decirme.
Sobreviví porque
descubrí la forma para que el zapato no nos mate, ¿Cuál es esa forma? Pregunté:
Descubrí que tenía
alas y aprendí a volar, respondió Gina la cucaracha voladora.
Fin.
Vanessa Pazmiño