IRISA, LA NUEVA DEVORADORA DE DEMONIOS

IRISA, LA NUEVA DEVORADORA DE DEMONIOS

Por fin Irisa había conseguido que su bisabuela Artemisia y su prima pequeña, Idila se fueran a dormir. Eran las dos y cincuenta y cuatro minutos de la noche.  Durante toda la noche, Irisa había querido continuar con el dibujo de su historia manga. La inspiración  la había obtenido de un sueño, donde aparecía una mujer de etnia negra con una frondosa melena aleonada de tonalidades doradas y con  ojos de color amarillo champán. Esta exótica dama estaba en un trono, dirigía su dedo índice hacía ella y le decía: devoradora, es hora de que renazca tu esencia.

 

Después de ver Devdas, Bajirao Mastani, Ram-Leela y Padmavati,  su bisabuela griega Artemisia de ciento cuatro años ya había colmado su necesidad de su nuevo descubrimiento cultural, el cine hindú. Lleno de  música tribal, coreografías animadas, lentejuelas multicolores, ornamentos étnicos, danzarines  y por supuesto, dramas sin final feliz. El tiempo del exterior parecía que estaba acorde con la grandiosidad y luminiscencia de las películas indias, ya que había una espectacular tormenta eléctrica.  El cielo se llenaba de flashes,   cada destello de relámpago permitía ver las diferentes capas del mar de nubes.

 

Su prima Idila estaba agotada de bailar, ya que había intentado imitar los bailes de todos los filmes.

 

Mi gatita grande como llamaba su bisabuela a su mascota, estaba nerviosa por la tormenta puesto que había salido de su refugio y no paraba de dar vueltas como los animales con ansiedad de los zoológicos.  Irisa no fue al comedor  familiar, fue al de invitados donde estaban el resto de mascotas y vio que también estaban nerviosas.  Lo extraño, es que sus cuatro gatas estaban siguiéndola constantemente. Recordó que durante toda la noche habían estado junto a ella  y como no, también  ahora mientras que ella estaba saliendo al exterior para ver el motivo del malestar de la mascota.

Las gatas llegaron primero y se pusieron a refregarse contra mi gatita grande  para tranquilizarla. Incluso hubo un momento en que maullaban de una manera que hacía el efecto de que se estaban comunicando.

 

Mientras  abría la puerta del recinto, escuchó un golpe, que parecía que viniera del interior  de la casa. Entró corriendo para ver, pensó que Idila había hecho alguna travesura o que su bisabuela se había caído.

 

Subió las escaleras que conducían a las habitaciones, tanto su prima como su bisabuela estaban durmiendo. No entendía de donde procedía el ruido.

 

No lo meditó, cogió su mochila, una linterna y se dispuso a volver al reciento de la mascota. Sus gatas continuaban con ella, no se despegaban de ella. Entonces enfocaron sus ojos reflectantes hacia al portal de casa, ella por instinto también direccionó su mirada hacia el mismo sitio.   Pudo visualizar  una figura negra que le resultaba familiar. De repente con el fulgor de uno de los relámpagos, pudo ver quién era. Era la mujer del sueño.

 

Irisa no sabía que hacía la dama en su casa, encima la dama tenía a su prima detrás de ella, parecía que la estaba protegiendo de algo.  Irisa notó una masa de aire muy caliente con olor a carne podrida. Al instante, se paralizó todo su cuerpo por miedo. Miró a su prima aterrorizada, cosa que hizo que apareciera una pizca de valentía protectora  y sacando el espejo que tenía dentro  de su mochila se dispuso a investigar, porque no se atrevía a girar la cabeza por el  pánico que estaba experimentando.

Pudo ver que había un ser bípedo con seis brazos acabados en garras detrás de ella.  El ser saltó hacía ella, entonces sus gatas se abalanzaron sobre él. Aprovechando el momento, Irisa, la dama negra y su prima Idila salieron corriendo de la casa.  Irisa sabia que el único sitio seguro era el recinto de mi gatita grande, puesto que tenía gruesos barrotes de acero.

Irisa intentaba no llorar porque su bisabuela se había quedado dentro con ese ser que parecía un cocodrilo. Rápidamente cerró las puertas del recinto. Extrañamente Durga, que era el verdadero nombre de Mi gatita grande,  dejó de moverse parecía que se había tranquilizado, y estaba lamiendo con su ancha lengua rasposa a su prima Idila, como si fuera una mama gato cuidando de sus bebes.

 

Irisa envió con su teléfono móvil un mensaje a sus 4 hermanastras y su madre. Además, intentó llamar  a la policía pero la dama negra la paró y le dijo:  no llames, este es un asunto de familia.

Irisa extrañada exclamó: ehh¡¡¡???

La mujer indicó a Idila que se metiera en la cueva con Durga.  Casi al momento, ocho ojos fluorescentes aparecieron delante de Irisa. Era el monstruo de apariencia sauria.  Con sus brazos separó los barrotes como si fueran alambres. Irisa se quedó paralizada, siendo una presa perfecta para esta especie de bestia mutante. En el instante que estaba a punto de envolver con sus fauces la cabeza de Irisa, la dama negra a una velocidad supermaniana,  agarró con sus manos el maxilar superior y la mandíbula de la bestia, y milésimas de segundo antes de que se pudieran cerrar sobre Irisa. Con una fuerza brusca y veloz,  separó tanto la quijada que la desunió de la cabeza del ser.  Irisa al girarse  hacía la mujer pudo ver sus ojos amarillos con una pupila en forma de estrella y sus afilados colmillos. Parecía un felino.  Esta especie de lagarto humanoide estaba tirado en el suelo, estaba sufriendo de dolor. Irisa por un momento sintió lastima por él.

 

Irisa fue corriendo a la cueva para buscar a Idila. No estaba, ni tampoco Durga. Cogió la linterna y fue siguiendo las huellas en el barro. Llevaban a casa. Olía a hierro, lo asoció a la aroma de sangre. Dirigió la luz de la linterna hacía las paredes, no había nada  pero, el suelo estaba pegajoso.  La sangre estaba en el suelo. Con la linterna buscó el origen de la sangre, procedía de otro ser como el de fuera.  Durga, la tigresa mascota de la familia estaba encima de él se lo estaba comenzando a comer. Su bisabuela e Idila estaban al lado. Su bisabuela tenía la ropa desgarrada y empapada en sangre.

 

Irisa con ansiedad, dijo: ¿estás bien bisabuela Artemisia?

 

Su Bisabuela le acarició cariñosamente la mejilla a Irisa y dulcemente le respondió dirigiendo su mirada a la dama negra y a la tigresa: claro que sí. Durga nos ha protegido y también, Sekmet.

No obstante, la tensión no se rebajaba en Irisa y con la excusa de ver si había recibido algún mensaje,  sale a fuera  para respirar el aire fresco, ya que está comenzando a sufrir un ataque de ansiedad debido a la tensión nerviosa y no quiere que se le note. Súbitamente de arriba del edificio, un ser similar al anterior salta encima de Irisa. Es demasiado rápido y  le clava sus zarpas al agarrarla por el cuello. No para de salir sangre de Irisa a través de tres boquetes. No puede gritar, sus cuerdas vocales tienen dentro las uñas ganchudas del ese mal bicho. La dama aparece de nuevo, al instante y otra vez a una velocidad supersónica consigue que suelte el cuello de Irisa rompiéndole los dedos, extrae las garras en forma de garfio con suavidad y le arranca en seco  su brazo reptiloide.

El ser demoníaco emite alaridos de dolor y sale corriendo dejando un rastro de sangre de color verde.

Sekmet direcciona la caída de la sangre braquial del animaloide hacía su boca. La dama negra está bebiendo la sangre como si fuera una vampira. Entonces Sekmet extiende su brazo y se hace un corte en la muñeca, haciendo que su sangre caiga  sobre la herida de Irisa. De la herida deja de brotar sangre y se pueden observar unos movimientos extraños  debajo de su piel como si por dentro se estuvieran reconstruyendo anatómicamente los vasos sanguíneos, los músculos, los cartílagos y finalmente se ve la piel del cuello como se va uniendo. Al mismo tiempo Irisa experimenta temblores por todo su cuerpo, aparece en su piel un brillo nacarado, su pelo aframbuesado adquiere cierta tonalidad dorada,  sus colmillos se alargan ligeramente, sus uñas se afilan en punta y las pupilas de sus ojos tricolor adquieren forma de estrella de ocho puntas.

Sekmet la ayuda a reincorporarse y poniéndole la mano en el hombro y otra en la barbilla le dice: ahí lo tienes, este será tu primer demonio, devóralo.

Irisa instintivamente sabe donde está localizado el demonio en la oscuridad del bosque donde había huido el ser.  Es como si pudiera olerlo y seguir su rastro como si fuera ella un perro cazador.

Ella se adentra en el bosque, se sube a una secuoya milenaria como si fuera una ardilla e inicia su secuencia de saltos de árbol en árbol como si fuera un mono arborícola de la selva.

Sus ojos reflectantes, han conseguido localizar al ser maligno, a cien metros de él se para y se esconde sigilosamente como un leopardo antes de caer sobre su presa.

De golpe, se ve como Irisa atraviesa el pecho del ser con su mano, arrancándole el corazón y con una voracidad animal se come el corazón del demonio.

Extrañamente Sekmet y su abuela han conseguido llegar hasta el lugar y están observando toda la acción.  Sekmet mira complacientemente hacia a la bisabuela Artemisia y sonriéndole le dice: otra devoradora más para la familia.

 

La bisabuela Artemisia le contesta con orgullo y alegría: una más para salvar e incluso resucitar seres inocentes víctimas de demonios. Ahora que ya se ha reincido como devoradora debe hacerlo también como libra. Sus hermanas no deben saberlo porque como sabes ellos pueden leer el pensamiento. Si lo llegan a descubrir las mataran, antes de que su genética pueda activarse.

 

Sekmet le responde: no te preocupes a partir de ahora, yo y mis compañeros las protegeremos mientras su ocupada madre no este. Es nuestro deber como devoradores puros. Además me muero de ganas de volver a enseñarle, ya que  en vidas anteriores también fue mi alumna. Es como la hija que nunca pude engendrar debido a mi condición.

 

Finalmente, Irisa después de devorar el corazón del demonio, se desmaya pero Sekmet consigue agarrarla antes de que caya al suelo.

 

Son las nueve de la mañana, la luz del Sol entra a través de los agujeros de la persiana. Irisa se despierta en su cama, no sabe si lo que ha experimentado ha sido un sueño.  Baja a la cocina y se encuentra a su familia y a Sekmet desayunando crepes con crema pastelera, nata y frutos rojos.

 

Su bisabuela Artemisia la saluda: buenos días mi angelito, te he hecho tu desayuno favorito. Te presento a tu tía, es tu madrina. Estará un tiempo viviendo con nosotros por negocios.




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