La cerca
En el siglo XV, en un pequeño pueblo de Castilla, donde reinaba la paz, ya que se encontraba lejos de las convulsiones políticas de la corte real. A través de la unidad, impulsada por Fernando e Isabel, los reinos permanecían juntos, bajo la autoridad de la cruz. Todos los herejes, habían sido expulsados y alejados de la cristiana sociedad española.
En este lugar vivía Pedro, un niño, algo bajo, pero muy alegre, que pasaba sus tardes, jugando con sus amigos. Podían ir hacia donde quisiesen, excepto, a los territorios detrás de la cerca, en donde vivían seres horribles y hostiles.
Un día Tomás (uno de sus amigos), fue a buscar a Pedro, para mostrarle lo que había encontrado. Juntos fueron hasta una zona apartada de sus casas. Donde se encontraba una enorme rata, al parecer muerta.
Pedro tomó una rama y comenzó a picar al animal, quien se despertó y rápidamente quiso escapar. Los niños, entusiasmados, decidieron seguirla, Después de atravesar varios campos, a toda marcha, la rata, pasó por debajo de la cerca, perdiéndose de vista.
A llegar hasta el límite, los chicos se detuvieron, pues sabían que no debían cruzar. Pero Pedro intrigado, tomó coraje y decidió pasar al otro lado. Su amigo intentó inútilmente pararlo recordándole el peligro en el que se estaba metiendo.
Ya pisando territorio desconocido, comenzó a caminar, despacio, mientras que todo su valor se desvanecía. Recordaba muy bien las historias espeluznantes, que le contaba su madre, sobre los que vivían en esas tierras. Las palabras le retumbaban en su mente “ellos no son como nosotros, en su interior llevan al demonio”.
Mientras pensaba, escuchó una voz que se aproximaba, a lo lejos. Esto lo aterró tanto, que decidió volver, lo más rápido posible. Pero ni bien dio unos pasos, se tropezó con unas rocas, cayendo al suelo.
La voz se fue haciendo más fuerte, hasta que apareció un hombre alto y moreno, vestido con ropas extrañas. Ni bien vio al pequeño, en el suelo asustado y con la rodilla sangrando, sonrió y dijo:- Saludos, me llamo Wesh, líder de los romaníes que habitan en esta llanura ¿Tu quien eres?
Tartamudeando, el joven respondió:- Soy Pee..dro , ven..go de del otro laa..do de la cerca. Poor favor no me haga daño, solo estab..a buscando una rata, nada más, lo juro.
Al oír esto, Wesh, se echó a reír y acercándose a Pedro para levantarlo le dijo:- Quédate tranquilo Pedro, puedo prometerte que ni yo o cualquier habitante de estas tierras te hará daño. Estas lejos de casa, deja que te lleve con mi gente para curarte.
A pesar de sus dudas, a Pedro le dolía demasiado la pierna, por lo que accedió. Con sus fuertes manos lo alzó (con cuidado) y lo llevó a su hogar.
Al llegar, el chico pudo ver, a un pueblo nuevo para él, con gente que lo miraba con asombre y viceversa. Los niños se acercaban a Wesh para verlo.
El hombre lo llevó a una tienda, donde se encontraba Sounya, una señora muy anciana, pero con mucha experiencia en medicina. Acostaron al pequeño en una manta, mientras que la señora, le limpiaba con un paño mojado, la herida. Luego, lo vendó, mientras le contaba (con su dulce voz) una historia.
Una vez terminado, Pedro dio las gracias a la señora y una vez afuera, Wesh lo llevó con unos niños. A Cappi y Kavi se les ordenó que le enseñaran el lugar. Durante un largo rato, recorrieron el asentamiento, y aprendieron sobre cómo era la vida y cultura del otro.
Pedro supo que era el primer visitante en décadas, también se enteró (para su sorpresa), que cuando el pueblo Romaní (proveniente de muy lejos) llegó a España. Convivían pacíficamente con su gente, hasta que los nuevos reyes, ordenaron la separación, para evitar la “contaminación” de los españoles.
Cuando estaban entretenidos en la conversación, fueron llamados, para que regresen. Ya de vuelta se encontraron con un clima festivo, con personas tocando instrumentos y otros bailando. A Pedro esto le fascinó, incluso se unió al baile por petición de una niña, llamada Drina, la hija del líder.
Todo era alegría, hasta que apareció una mujer llorando y vestida de negro. Todos se detuvieron y algunos se le acercaron, para abrazarla y darle su apoyo, sobre todo los niños. Pedro le preguntó a Wesh sobre lo que estaba sucediendo.
El hombre le respondió:- Esa mujer acaba de perder a su padre, quien se encontraba muy enfermo. Como señal de respeto, se debe tener todo festejo en su presencia.
Pedro:-pobre, debe ser muy triste perder a un ser querido
Wesh:- Yo tenía un hijo como tú, pero por las difíciles condiciones de vida, en estas tierra, se fue. Bavol, se llamaba, “viento de ciudad” era su significado. Y a pesar de que ya no está, hay veces que puedo escuchar su susurro en el aire. La muerte es parte esencial de la vida, nos enseña su verdadero valor. Ahora me queda Drina, mi hermoso tesoro, que ya has conocido.
En ese momento Wesh, le hace un mimo en el pelo al niño y le dice:- ¿Tienes hambre? Porque yo si
Pedro:- Un poco
Wesh:- Dentro de poco servirán la comida
Todo el pueblo se reunió para comer. Las niñas repartieron los platos y las mujeres los llenaron con comida. Antes de empezar, rezaron para dar las gracias. Aunque no sabía lo que estaba comiendo y tampoco quiso preguntar, le gustó mucho.
Luego como se estaba haciendo tarde, Wesh decidió que era la hora de que Pedro regresase a su casa. Pues su familia debía de estar muy preocupada. Además quería evitar todo tipo de conflictos.
En el camino, siguieron hablando, ya con más confianza. Pedro con sus miedos evaporados, confesó como había cambiado su postura:- Antes de venir aquí, yo les tenía miedo. Todos en mi pueblo me contaban historias terribles, sobre ustedes. Pero ahora, que los he conocido, puedo decir que son buenas personas.
Wesh:- Me alegra oír eso. Los niños pueden destruir perjuicios, porque están abiertos a conocer nuevas cosas.
Pedro:- La verdad no entiendo por qué mi pueblo los trata así.
Wesh:- La falta de conocimiento lleva al miedo, al odio. Muchas veces las diferencias, se resuelven, tristemente, con la lucha entre hermanos. Porque eso somos, mira mis ojos, mira nuestras manos-coloca su mano abierta sobre la mano del niño- ves que no somos muy diferentes. Todos fuimos creados por el mismo ser que nos ama por igual.
Pedro:- Espero que podamos convivir en paz y juntos otra vez.
Wesh:- Ojalá, hoy con este encuentro hemos dado un paso importante, esperemos que más gente como tú atraviese la cerca y deje atrás sus perjuicios.
Pedro:- Gracias por todo, la pasé muy bien.
Wesh:- Nosotros también
En ese momento el niño abraza al hombre. Mientras esto sucedía, se escucharon unos gritos, provenientes del otro lado de la cerca, pertenecientes a la madre de Pedro.
Wesh:- Ahora debes volver con tu familia que te extraña
Pedro:- ¿Podré volver?
Wesh.- Cada vez que quieras
El niño cruzó la cerca y se rencontró con su madre y las personas que lo estaban buscando desesperadamente. Al verlo corrieron hacia él y lo abrazaron. Luego lo bombardearon a preguntas, a las cuales solo respondió que estaba bien.
Devuelta en casa, contó lo sucedido y el buen trato que había tenido. Lo que sorprendió a más de uno. Aunque ningún adulto le prestó demasiada atención, “se lo ha inventado” decían algunos. Sin importar lo ocurrido siguieron conservando el desprecio hacia los romaníes.
Pero en cambio, los chicos, se reunían para escuchar atentamente, lo que les contaba Pedro, sobre su experiencia al otro lado de la cerca.
En los años posteriores, regresó en reiteradas oportunidades, para ver a Wesh y su gente. De a poco, cada vez más niños se sumaban y atravesaban la cerca, para disgusto de sus padres, que no podían detenerlos.
Pedro fue creciendo y convirtiéndose en un hombre maduro. Durante su vida mantuvo firme su postura y luchó siempre por la reconciliación entre los pueblos. Incluso llegó a casarse con Drina, la hija de Wesh, realizando una gran celebración.
Al final logró que se derribase la cerca y que ambos pueblos pudiesen vivir juntos en armonía. Su muerte fue llorada por los españoles y los romaníes, por igual. Pues se había ganado el respeto de todos, por sus esfuerzos. Su nombre trascendió como un símbolo de unión, paz y amor y nunca será nunca será olvidada su lucha.
A pesar de lo logrado, los “gitanos”, no la tuvieron fácil, soportando siglos de odio, intolerancia, incluso el genocidio de su gente. Pero siempre permanecieron en pie, sin rendirse y eso los salvó. Con su lucha, lograron, la aceptación y el reconocimiento merecido.
En la actualidad hay comunidades en todas partes, Europa, Asia, AmérAmérica. Y aunque se diga que son una nación sin Estado, se debe recordar que son ciudadanos de este mundo al igual que todos. Y en cada rincón que habiten, lo transforman en su hogar, aportando su cultura, su conocimiento y el corazón de su gente.
Puedo decir que es un placer compartir mi país con ellos, porque la unión y el amor por el otro, hacen que crezcamos más como humanos.
Mariano Lena
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