LA MADRE
La madre se levanta pronto y dispone la ropa de su hijo para lavar. Movimientos lentos en espacio vacío, sin barreras, sin otros. Sus manos enjabonan, enjuagan y tienden el olvido. Prepara un almuerzo caliente para dos, y sentada, comienza a comer sobre una mesa demasiado grande para ella.
De pronto, comienza a llover, sale a recoger la ropa tendida, excepto el pantalón, tamaño de un niño, que estaba en el suelo, cubierto, en parte, de tierra: una masa de barro se había adherido a la prenda. La madre se esfuerza en su limpieza y queda inmaculado. Hay que llenar su vacío con cuerpo, no cubrirlo, ¿cómo se cubre el vacío? Siempre está cubierto, lo difícil es llenarlo, con una pierna, una cadera, un sentimiento….
La madre, sin pensar, porque pensar es recordar, hace y deshace para volver a hacer; limpia las fotos para no mirar, coloca las sillas para no ocuparlas, cierra la puerta para no abrir, apaga para no encender, prepara para no esperar.
Las manos de la madre se extienden sobre la tela buscando agujeros que dejen ver el vacío; no hay, los cubrió hace tiempo. La madre tacha otro día del calendario que desaparece. Cuando anochece, el frío cubre los espacios, la madre prepara como siempre cena para dos, coloca los cubiertos sobre la mesa, vierte la sopa, come y acaba su plato, retira el otro sin empezar, porque sólo comienza lo que puede terminar, y el hijo ya terminó el suyo antes de iniciarlo.