la última cena

la última cena

No sé si os pasa, pero yo nunca logro evitar que los restos de ceniza manchen la madera del mueble del comedor.

No soporto que incluso después de muerto siga ensuciando mi vida. Tal vez era mi tez suave lo que contrastaba con sus rudas y fornidas manos, pero esto no es razón.

Le disgustaba la imagen que de él mismo reflejaban mis lágrimas y por eso tras la brutalidad venían las mentiras, mentiras que enredaban mi alma para seguir callada y en la cocina aguantando sus duras palabras, su puño de hierro y ese aire de superioridad que me dejaba a la altura del betún.

Pero por fin la malvada e histórica distribución de roles a la que me tenía sometida y mi buena mano en
la cocina, junto con aquella adelfa que me regaló para convencerme una vez más y que utilicé como ingrediente principal en la sopa de la última cena, aquella sopa mágica por fin me abrió las puertas de la libertad. Adiós cariño, adiós, tanta paz lleves como descanso dejas.




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