LOS OJOS DE IRIS
Te juro que los veo, observándome delicada pero cruelmente
desde sus escondites. Desde las esquinas, los tejados y… los espejos. Me miran
con sus enormes ojos negros y luego desaparecen en una espesa niebla negra con
una mirada inexpresiva, no tienen miedo siquiera y eso es lo que los hace tan
extremadamente crueles. Algunos sonríen tétricamente, otros se acercan, otros
se levantan y me miran a los ojos. No puedo vivir así, tengo miedo, mucho
miedo.
Peter estaba como siempre, sentado en un taburete, dibujando
aquellos fantasmas que lo atormentaban desde la infancia, desde que a los diez
años su abuelo murió, él le había advertido:
-Pet, pequeña criatura, lo siento mucho. Prométeme que nunca
amarás a un fantasma, que ni los mirarás ni escucharás cuando vengan.
Prométemelo Peter, son peligrosos… -luego murió sobre una blanca cama por culpa
de un cáncer de pulmón. Su abuelo era vidente, una persona muy extraña y a la
que siempre advertían que no jugara con fuego. Peter lloró pero nunca le
prometió nada a su abuelo, no le gustaban las promesas.
Dibujaba fantasmas inconscientemente, no podía evitarlo y al
tiempo estos aparecían para asustarlo. Ahora dibujaba una joven de cabellos tan
claros que parecían blancos, piel de ese mismo color, labios granates y algo
que nunca le había ocurrido, tenía unos grandes ojos color esmeralda, tan
brillantes como estrellas. No sonreía pero parecía calmada, esperando que algo
ocurriera algo importante. Llevaba un vestido negro de encaje que ensalzaba su
figura delgada. Peter sintió que su corazón latía rápidamente y sus pupilas se
dilataban. Pero su abuela entró en la habitación sin avisar y Peter rápidamente
daba la vuelta a la hoja:
-Hola Pet, me preguntaba si podrías ir a comprar unas
galletas, porque hoy viene tu tía Lydia a tomar el té. –ella era la típica
abuelita adorable que vivía en una familia de locos pensó Peter.
-Claro, ahora mismo voy. –respondió, pero su abuela ya se
había ido, dio la vuelta al dibujo que ahora era solamente una hoja en blanco.
Ya en la calle estaba bastante perdido, caminaba adormilado
y más de un taxista estuvo a punto de atropellarle y acabaron simplemente
gritándole tacos. Peter llegó a la tienda y compró las galletas que su abuela
le había pedido, pagó y fue un momento al baño antes de toparse con taxistas
neoyorquinos chillones de nuevo. Se lavó la cara pero al mirarse en el espejo descubrió
a la joven de su dibujo:
-Hola Peter, soy Iris. –se acercó a él, sus fantasmas nunca
le hablaban pero, Peter ya había asumido que ella era diferente. Se sentó en
los lavabos frente a él:
-Tu abuelo me vio, te avisó de mi llegada Peter, no entiendo
que peligro hay en mi la verdad. ¿Harás caso a tu abuelo? ¿No me mirarás ni
escucharás? –Peter le miraba a los ojos directamente pero ella, sentada con las
piernas cruzadas miraba más allá de sus ojos, a Peter le dio un escalofrío pero
siguió observándola con cuidado. Una niebla negra comenzaba a invadir el cuerpo
de Iris, pero a ella no pareció importarle, solo sentía un intensa
decepción. En cambio Peter estaba
aterrando:
-¿Volverás? –preguntó Peter.
-Siempre que lo desees Pet. –luego sonrió y Peter no se fue
hasta que ella desapareció por completo, luego salió del baño como si nada
hubiese ocurrido, volvió a su casa y merendó con su abuela y s tía. Se acercó a
la habitación de su abuelo, se sentó en la cama donde él había muerto y cogió casi sin pensarlo un libro con
una cubierta de cuero.
Era el cuaderno de su abuelo donde había apuntado los
resultados de sus investigaciones: dibujos científicos de aves, cuentas,
fórmulas… pero a Peter le llamó la atención, dibujos de fantasmas a montones
pero uno que se repetía constantemente una joven de cabello oscuro como el
azabache y ojos azules, parecida a Iris y una carta de su abuelo:
Querido Peter, ya serás todo un hombre cuando leas esta
carta, lo he visto. Cuando muera te pediré que no te enamores de un fantasma
pero, como ya habrás visto no eres el único que se enamoró perdidamente de un
fantasma. Te he visto con ella, es preciosa y única, nunca la pierdas. No te
digo que no sea mala, puede ser muy cruel aunque parezca imposible. Mi fantasma
se llamaba Gothel . Le conocí más o menos a tu edad, éramos muy jóvenes… Fue mi primer amor antes
de tu abuela. Ahora te estarás preguntando qué pasó…
Un día otoñal yo estaba en el campo con mi padre, entonces
un eclipse oscureció todo y yo supe que algo iba mal. Una chica encapuchada se
acercó con una vela, mi padre gritó y supe que había muerto, la figura se
acercó a mí y vi el rostro de mi querida Gothel pero sus ojos eran negros
completamente y susurró algo que nunca olvidaré:
-George, te odio por dar luz a mi corazón. Pero no eres lo
único que existe, no eres nadie ahora, nadie. –me enseño lo que llevaba bajo su
capa y vi un pequeño bebé, luego se marchó. Al tiempo escuché que una mujer
había muerto al dar a luz a una niña, pero ésta había desaparecido. La llamó
Iris.
No te pido que no la ames, porque eso es imposible. Solo te
pido que no te confíes. Te quiere, tu abuelo, George.
Peter se llevó aquella carta a su cuarto. Los siguientes
meses fueron tranquilos pero Peter se moría por ver a Iris, la necesitaba. Ya
no veía fantasmas, todo estaba inquietantemente tranquilo y Peter no podía siquiera
concentrarse porque… Oh ¿Dónde estaba aquella joven que le había robado el
corazón?
Un día Peter ordenaba el sótano de la vieja casa de sus
abuelos y escuchó un susurro:
-Peter… te he echado de menos ¿Sabes? No me olvido de ti
–Peter se giró y la encontró justo frente a él, tan cerca que sentía su respiración:
-¿Eres un fantasma o una humana? –preguntó
-Buena pregunta, ¿Y si soy ambas? –preguntó esta vez ella
mirándole fijamente.
-¿Dónde has estado Iris? –preguntó serio, pero ella le acarició la mejilla:
-Esperando a que estuvieses preparado, no sé qué es lo que
me pasa pero no puedo olvidarte y es insoportable la verdad. Había venido a
matarte y quitarte de mi camino, pero no puedo porque yo… yo no quiero matarte,
yo no te odio como me enseñó Gothel a hacer, odio todo menos a ti. –luego bajó
la mirada nerviosa. Peter alzó la mano y recogió un mechón de pelo blanco
detrás de su oreja con cariño:
-Eh, casi me muero esperándote… -Iris clavó una daga en su
pecho y Peter se desplomó sobre ella mientras ésta le susurraba:
-Ahora podremos estar juntos para siempre Peter, vamos al
infierno con tu abuelo. Él vio esto y supo que vendrías conmigo. –acariciaba al
rostro de Peter que le miraba fijamente, su blanco pelo estaba manchado con
sangre y lloraba lentamente:
-Nos vemos allí Iris. – y al instante cerró los ojos.
-Nos vemos allí Peter, nos vemos en el infierno.