No estas obligado a nada sabes…
—No estás obligado a nada, ¿sabes?
»Para nada, nunca nadie lo está.
»Ni por un contrato, aunque sea “legal”. Tal vez, quizá; por la moral o ética. Pero la verdad, no.
»Todo erradica más bien en algo mental.
»Sí. Todo depende de lo que este dentro de
tu cabeza.
» ¿Qué tanto peso puedes cargar? ¿Cuánto dolor puedes soportar? ¿Cuántas mentiras puedes profesar y ocultar?
»Tu concepción del bien y el mal, eso podría ser.
»Patrañas, sólo importa una cosa: el poder de la decisión. Allí erradica todo. La gente no suele darse cuenta porque se cierran.
»… O tal vez por qué ni siquiera lo piensan.
»Actúan porque sí y ya.
»Con lo bello, doloroso, hermoso y gozoso que puede ser pensar.
»Pero sí, está en ti decidir. Una vez que lo ves, todo cambia.
»Tú decides si levantarte en la mañana, si cruzar la calle por el rayado o por el pavimento. Tú eliges si esforzarte por trabajar o solo ser un mediocre más.
»Tú escoges si tener algún tipo de ética, alguna especie de moral o algo de fe, porque ni ella te va a obligar.
»Es tan evidente, y a la vez tan ignorado. El poder de decidir es inmensurable.
»Ahora, la cuestión es lo que tienes en el cerebro, entre todas esas neuronas enviando información por sinapsis. ¿Podrás manejar tal cualidad del ser o prefieres sólo vivir por vivir?
»Allí te lo dejo caer, no lo olvides, tú decides si en vez de despertar, prefieres la “eterna paz”…
Esa fue la conversación que aquel amigo mío tuvo consigo mismo un día mientras divagaba en sus pensamientos, jamás imaginé que la mente de un humano fuera capaz de realizar conversaciones tan peculiares dentro de ella misma, fascinante.
Se decidió a contarme esta conversación porque le pareció tan buena que no merecía estar oculta del mundo, y pensó en mí como el mejor receptor de sus ideas. La verdad es que jamás he entendido por qué piensa eso, nos conocemos desde hace ya 19 años, fuimos a la universidad juntos, allí nos conocimos, estudiamos Economía en la Universidad Argentina de Economistas, yo me gradué, el prefirió alejarse de la carrera a lo que nunca le encontré sentido pues siempre sentí que él era el mejor de las clases.
Al final, luego de que se retiró en el inicio del tercer año de la carrera, no lo vi por un par de años.
Me gradué en el año 2011. Fue un buen año para graduarse en cualquier ciencia económica: la existencia de una tranquilidad interna gracias al crecimiento de los indicadores de la economía lo hacía un ambiente apto; nunca hay que dejarse llevar únicamente por un número, siempre hay que analizarlo y más aún en profundidad cuando hablamos de uno como el producto interno bruto. Este creció un 6% con respecto al año anterior, lo que hizo que nos ubicáramos en el número 24 en el ranking de los países que publican el PIB, generando así también un crecimiento del PIB per cápita de aproximadamente unos 1.300 Euros.
Uno siempre se pregunta a dónde va todo ese valor, y a la vez también piensas por qué esta expresado en euros y no en moneda nacional, cosas de economistas.
Después de acabar la licenciatura me dediqué un año al centro de investigaciones de nuestra alma mater, no es que me gustase mucho el investigar, pero aún no estaba listo para partir de la casa de estudios que me vio crecer. Pasé por muchas cosas mientras estudiaba: fumé por primera vez, conocí mucha gente interesante, hice mi primer y único trío, me enamoré unas cuantas veces, trabajé en un par de compañías como “analista” —y digo analista entre comillas porque cuando aún eres joven y sin título, muchas veces sólo te usan de recadero.
Viajé un par de veces: pasé por Chile, e incluso en el último año de carrera pasé por Venezuela. Disfruté cada día que entraba a clase, también cuando salía y compartía con mis futuros colegas. Jamás imaginé que pasase algo así en la “aburrida” vida de un economista, pero la universidad es muy salvaje y suele cambiar muchos paradigmas en la vida de cualquiera.
Sin embargo, una de las experiencias más únicas que tuve fueron las conversaciones con este amigo mío, siempre me sorprendía cuando me hablaba de filosofía y hacía referencias a libros como La Republica de Platón y similares, no eran muy seguidas, él siempre estaba muy ocupado estudiando, pero cuando ambos coincidíamos en aquel rincón de la plaza donde solíamos comer y el edificio nos cubría con una sombra refrescante del sol abrazante, el tiempo se me hacía infinito.
Ese año en el CIDR (Centro de Investigaciones Demasiado Rebuscadas, como le decíamos mi amigo y yo), siempre nos pareció demasiado exagerado el nivel de resultados que se buscaban, luego entendí el por qué. Fue de gran utilidad en mis años posteriores pues cuando lo dejé y busqué trabajo en una empresa de gran renombre, nuevamente terminé contratado para investigar. Pareciera que el mundo conspirase a mi favor o quizá en mi contra para que me dedicase únicamente a aprender cada vez más de la economía.
Como dije, pasó hasta inicios del año 2013 hasta que supe nuevamente del paradero de mi amigo, lo cual me pareció algo tan lógico que pasase, pues siempre sentí dentro de mis pulsaciones que algún día lo volvería a ver en persona, porque en mi mente nunca dejó de vivir, era casi como si hubiese nacido allí. Frecuentemente cuando me sentía mal o agobiado por el exceso de trabajo recordaba nuestras charlas bajo las sombra, me inspiraban a seguir.
Cuando lo vi, él estaba algo, digamos, deteriorado por la vida. Parece que haber dejado la carrera lo había devastado, lo cual suma más al hecho de jamás entendí en primer lugar por qué la dejó. Le invité a tomar un café en la Plaza del Congreso, siempre he amado disfrutar del aire libre mientras converso y degusto algún placer líquido. Mientras estábamos allí me contó que como no terminó la licenciatura, no pudo adquirir un trabajo decente. Tuvo que arreglárselas para acomodarse en un pequeño piso alquilado por su ex esposa (sí, el hombre se había casado cuando apenas tenía 19 años) que aún le guardaba algo de lástima por su “condición” después de haberle despojado de todo lo humanístico que un ser pudiese poseer y, bueno, también de todos sus bienes.
Pobre hombre, estaba devastado. Sin embargo, después de desahogarse un rato, me pregunto por mí con un tono bastante carismático.
—Mira _chamo_, y ¿qué ha sido de ti? ¿Te casaste, hijos o algo? ¿Un perro, quizá? Siempre fuiste amante de ellos. Vos siempre fuiste de los que vivía en una historia de amor, por eso te enamoraste tan perdidamente de Iphantes, ¿recuerdas? Lástima que a ella no le iban los de tu tipo
—La verdad es que ya van casi 3 años desde la última vez que supe lo que era el deleite del ser más bello de la tierra, el amor no se me da. Y claro que recuerdo, pero bueno, a ella no le iban los de mi tipo, ni ningún tipo.
Empezamos a reír a carcajadas, él entendía el trasfondo de la historia y en parte el me compadecía. Siempre supo que soy un enamoradizo de primera, no podía una chica hablarme lindo porque yo caía embobado por ella.
Otra cosa que no entendí del todo fue por qué me llamó “chamo”, sé que es un vocablo Venezolano, pero no venía nada al caso, él siempre actúa de formas misteriosas.
Pasamos por diversos lugares ese día, una librería, un servicio de correo, una pastelería y quien sabe cuántos más. Cuando vi la hora, iban a dar las once y media de la noche, hace ya unas 6 horas que habíamos dejado la plaza y las tazas del café en aquella banca verde esperanza, le dije que me dejara alguna forma de contactarlo, debía ir a casa, mañana tenía trabajo y tenía que acudir temprano para asistir a una exposición de los últimos estudios realizados
— ¿Sabes? Facundo Cabral fue asesinado el mismo año que te graduaste. El mundo perdió un artista, quizá ahora deberías actuar tú y dejar la farsa. —Fue lo que dijo cuándo se percató de que vi el reloj digital gris que llevaba en mi muñeca aquel día.
Lo extraño que me sentí en ese momento era inconmensurable, no logré entender al momento lo que me quiso decir.
— ¿De qué farsa hablas? —Le pregunté—. Jamás te he mentido en mi vida.
— ¡Olvídalo! Creí que después de todo este tiempo ya lo habrías resuelto. —Fue lo último que me dijo, y luego se marchó rápidamente.
Jamás me había sentido tan perdido en toda mi existencia, ¿qué demonios me habrá querido decir aquel viejo ser que tanto admiro? Nada tenía coherencia, mi mente se volvió un lío.
Partí a casa unos minutos después del shock, me tomó hasta las 3:44 de la madrugada poder dormir. Tuve que levantarme a las 6:00am, creo que jamás había dormido tan poco en mi vida. Llegué a duras penas a mi oficina aquel lejano día, me perdí exactamente cuatro minutos y cincuenta y cinco segundos de la reunión, pero sentí como si me la hubiese perdido por completo. No entendía nada. Estaba completamente desubicado, me hallaba en una situación crítica: debía presentar un informe a mis superiores sobre todo lo hablado en reunión en unas cuantas horas pero no logre captar ni el más corto de los artículos que aquella dama del departamento Gerencia expuso con el título de “Decisiones Empresariales”.
Antes de que la reunión acabase salí de la habitación, y mientras me cubría en la sombra de un cubículo caí en cuenta de a qué se refería mi amigo la noche anterior.
Salí tan pronto como pude del edificio, no sin antes presentar mi renuncia. La gente me veía como si supieran algo que yo no sabía hasta minutos antes, jamás me había percatado antes pero todos ellos ya lo sabían, yo por alguna razón durante tanto tiempo estuve cerrado a la idea.
Han pasado 5 años desde aquel día, ahora el tiempo se ubica a inicios del 2018, me hallo yo geográficamente en la tierra del pavimento caliente como a mí me gusta llamarle, jamás imagine exponer una obra escrita, y mucho menos una de arte.
Hoy salió a la venta mi primer libro, ¿quién diría que con 29 haría algo como esto en un lugar como en el que ahora estoy? Al regresar al hotel después del evento de promoción, se me entrega un sobre en mi habitación que solo tenía una dirección más no remitente, cuando lo abro me encuentro con una carta que solo tenía escrito lo siguiente:
“ _Chamo_, no estás obligado a nada, ¿sabes? ”
Mi corazón se detuvo por el fragmento más pequeño de segundo que uno se pudiese imaginar, un picosegundo tal vez. Yo sabía quién había enviado esta carta.
Pasaron 6 meses, era 24 de julio. Volví a Buenos Aires; viendo un noticiario me enteré de que mi amigo sería internado en un psiquiátrico por un caso de trastorno antisocial de personalidad, se auto acusaba de robar propiedad intelectual mediante un plagio de su propia obra, yo seguía sin entenderle.
Un día mi amigo me visitó…
Espera, ¿eso no es ilógico? ¿Cómo me visitaría él a mí, si él estaba encerrado?…
No, para nada, todo este tiempo has estado leyendo la historia de un solo hombre, ¿acaso no es evidente?
Es prácticamente lo primero que dice al principio del texto, “esa fue la conversación que tuvo mi amigo consigo mismo”.
Todo este tiempo, todo estos años, siempre he sido una sola persona, todas las conversaciones eran mentales, todo para un fin. Todo lo que sucedió era solo para poder llegar hasta aquí.
Somos arte.
Lee otra vez y quizás entiendas o quizás nos veas como sociópatas.
FIN