ONOMATOPEYA

ONOMATOPEYA

Mi nombre es Ja y soy la mayor de cinco hermanos. Ama y señora, cabeza visible de la casa, sincera, abierta y cordial, protocolaria, responsable y equilibrada. ¿Equilibrada? En ocasiones me sucede algo muy extraño que hace tambalear mi centro de gravedad:  cuando una frase, ocurrencia o suceso traspasa los límites de mi entendimiento moral, racional y compostural experimento una euforia en forma de cosquilleo en mi estómago que se contagia a todo mi cuerpo en temblores de variable intensidad que alcanzan su culminación en mis quijadas, que repiten mi nombre compulsivamente. Al mismo tiempo pierdo el equilibrio,  me doblo como espiga al poniente y golpeo cariñosamente los objetos y personas más cercanas a mi universo en expansión.

Otras veces pronuncio mi nombre sin repeticiones ni aspavientos. Un Ja, certero y seco, flanqueado por dos imponentes signos de admiración que expresa desacuerdo, incredulidad e ironía según la categoría del ataque. En cualquier caso soy conocida y admirada más por mis revuelos que por mis respuestas de secano.

Casi todos mis hermanos también experimentan este mismo fenómeno aunque con diferente intensidad. Je tiene el don del segundón. Amigo y cómplice que nunca me ha fallado en mis crisis de mal de garganta. Ji es felina, esquiva y observadora. Se manifiesta siempre hacia dentro en espasmos casi esotéricos. Los que la conocemos bien nunca intentamos averiguar qué está paseándose por sus sienes. Jo es orondo y rotundamente feliz como su nombre indica. Una lenta, roja y redonda calidez preside su trono ambulante de renos y regalos. Cada año nos visita puntualmente y nos llena los calcetines y la sonrisa con su nuevo nombre: Ho.

Ju no parece de la familia. No vino al mundo sino que el mundo vino hacia él y se asustó para siempre.  Esa noche el mundo estaba bajo el hechizo de las lechuzas blanqueadas. Sus ojos se abrieron tanto que jamás pudo cerrarlos. Su espíritu, como fugado de la boca de una gárgola, vaga a toda hora por la casa, se agazapa detrás de los muebles vestido de ave nocturna y acecha nuestro deambular para inyectarnos pequeñas dosis de adrenalina. Por las noches le leo cuentos de ogros vegetarianos y dragones enamorados. Creo que le he cogido cariño.




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