Pain

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Pain

 Al fin me encontraba sola en esa habitación, después de tantos gritos y tanto llanto se abría paso el silencio sepulcral que sólo brinda el final de una guerra en donde todos son perdedores, dejándome descansar del miedo de aquellos momentos. La sangre aún se deslizaba por una piel que ya no sentía mía ni de nadie, y el dolor que recorría mi cuerpo como una corriente eléctrica hacía que me sintiera más ajena a ese contenedor desfigurado, como si no estuviera completamente dentro de mí misma y tuviera que esforzarme por evitar que mi alma se fuera volando hacia quién sabe dónde.


 No era la primera vez, pero se sentía diferente, al observar la habitación en busca de la comodidad de la costumbre me di cuenta de que ya no existía nada antes conocido allí, que las sábanas impregnadas de sangre ya no eran mías, y el aire frío que se colaba con la poca luz del amanecer a través de las cortinas ya no provenían de ningún sitio en el que hubiera vivido, la ropa desparramada a lo largo y ancho del suelo no me pertenecía más, y las fotografías exhibían recuerdos de una persona que a pesar de ser idéntica a mí, no era yo; no estaba confundida, creo de hecho que jamás estuve más lúcida que en aquel momento, acurrucada en un rincón hecha un vergonzoso saco de huesos triturados a medias y rasgado por todos lados, recién tomando consciencia de que por todos los motivos equivocados, me había quedado en un hogar que jamás tuvo mi nombre, ni la intención de escribirlo en un futuro más que en un epitafio con falsos lamentos. Debía salir de allí.


 Me levanté como pude y crucé tambaleándome los pocos pasos de distancia que habían para llegar al lavabo, con tanta ligereza que creí incluso haber dejado de tocar el suelo unos segundos; y al llegar buscando a tientas el interruptor de la luz apareció bruscamente en el espejo el reflejo de una sombra con los ojos desorbitados y la cara abultada de forma obscena en los lugares donde la piel iba desarrollando con el paso de los minutos colores diversos y repulsivos.


 ¿Esa era yo?


 No lo tengo claro, se movía al mismo tiempo y miraba el mismo lugar, de cualquier modo ninguna de las dos nos podíamos quedar a comprobarlo; nos metimos a la ducha para diluir con el ardor del agua las difusas líneas que la sangre de nuestras heridas expuestas había dibujado sobre la piel traslúcida y frágil, hasta que ya sólo quedaban los restos de una persona limpia acariciada por el cabello húmedo como una especie de consuelo.


 Ese día me fui siendo otra persona, y aquella sombra que vi en el espejo no quiso salir de esa habitación, dándome así la esperanza de que tal vez ahora no me corresponda verla de nuevo nunca.




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