PLAN B

PLAN B

Cuando René Descartes dijo aquello de “pienso, luego existo” muchos animales del género humano tomaron conciencia de su miserable condición de ganadería. Ovinos, astados y porcinos principalmente se erigieron en materia pensante del ideario revolucionario: un extraño crisol de cruzada, naturismo y revuelta campesina, aderezada, eso sí, con una pizca de romanticismo gracias a la proximidad cartesiana y algo metafísica que les propiciaban los establos donde se hacinaban tête a tête machos y hembras. Caballos y en menor grado mulos y jumentos se unirían como fuerza decibélica, anunciando el advenimiento de la madre de todas las batallas, insuflando pavor y escalofrío hacia las calzas del auditorio enemigo a través de sus dilatados belfos. En la retaguardia, cómo no, se dispondrían las gallináceas, que en caso de retirada dejarían el campo de batalla sembrado de infecta salmonela bajo la apariencia de inmaculados huevos. Famélicos granjeros, ávidos de proteínas, se abalanzarían sobre ellos y pronto serían carne de salmonelosis de larga duración, colapsando de esta manera sus hospitales de campaña. La operación de repliegue sería supervisada por ” El tigre de Chamberí ” y su orquesta de abedules y gacelas. Como colofón del espectáculo la hilarante desnudez de “el gallo de Morón”, sin plumas y cacareando.




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