Premonición

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Premonición

Todos los seres humanos en el transcurso de sus vidas
esperan algún hecho, siempre a la 
expectativa de sucesos sea para bien o para mal,  curiosos con el futuro, lo que le     deparará el   
 mañana  y  así
viven  esperanzados desde que se les
desarrolla la conciencia hasta el fin de sus días, sin detenerse a pensar  que lo único certero y seguro que les
ocurrirá en el camino de la vida será la muerte. La Muerte, un hecho tan
natural, la cesación de la propia vida, sin vida no hay muerte, pero nosotros no
queremos verla,  queremos olvidar que
existe, que está ahí a nuestro flanco, esperando tranquilamente su oportunidad
para manifestarse.

 Si, la  muerte es temida por el hombre, ¿será porque
es dolorosa? o ¿por qué dejamos de existir?, quizás es porque renunciamos a un
mundo material y espiritual que con tristezas, alegrías, satisfacciones,
miserias, lujos,  sufrimiento,  en fin tantos 
sentimientos que nos complementa o   porque
nuestra naturaleza egoistona no desea renunciar a todo lo que nos brinda la
vida, no queremos dejar paso a los que vienen a continuación…nunca lo sabré.

Lo único que tengo claro sobre la muerte es que este evento  que nos asusta  y sumerge en el dolor del duelo a los que la
rodean nos acompaña en todo momento.

Llevo semanas sintiéndome un poco extraña, albergo una
sensación dentro de mí que me causa incertidumbre, me mantiene en espera de
algo

 ¿ recibiré una
visita  o una buena noticia?

 ¿ jugando la lotería
me tocará el premio?

es un sentimiento agridulce de felicidad y esperanza me
embarga. Después del desayuno en familia, como todos los días, me preparo y
parto hacia el trabajo, es un día un poco frio de otoño, pero mientras camino
voy disfrutando el aire frio que me golpea la cara, estoy casi llegando, solo me
quedan unos quince minutos más de camino y listo. El día es un poco gris y las
calles están llenas de las hojas que caen constantemente de los árboles
dejándolos desnudos y con un aspecto un poco triste. En este momento estoy
atravesando por el parque que se encuentra a dos cuadras del edificio donde
trabajo e inesperadamente siento una debilidad física,  las piernas se han vuelto tan pesadas, no
puedo moverlas, casi no puedo respirar, logro llegar con mucho esfuerzo a un
banco y me dejo caer; mis brazos se descuelgan como si no formaran parte de mi
cuerpo, el bolso cae al suelo

 ¿que esta pasando?

 ¿me bajo la tensión
arterial, la azúcar, tendré un virus?

Son tantas preguntas sin respuestas.

Me recuesto al banco, me siento tal ligera como si levitara,
veo los niños con sus madres pasar camino a la escuela, los ancianos en la
cola  del estanquillo de tabaco para
comprar la prensa, los quiero llamar pero no puedo.  Muevo la boca, articulo palabras, grito:
auxilio!!!, pero la voz no existe, es puro silencio no alcanzo a hablar.

 De momento empiezo a
entender que es  ella, la muerte, está
aquí, a mi lado, me espera, me custodia, puedo sentir su presencia, el espacio
que ocupa en el banco a mi lado.

Pienso  

 ¿qué será de mi hijo?

¿ cuán solo se sentirá mi esposo?  

 mis padres son tan
mayores ¿cómo se las arreglaran sin mi ?

 pero en cuestión de
segundos yo misma me respondo:

mi hijo es adulto, lo crie con valores, sabe cómo cuidarse,
trabaja, es útil a la sociedad,  hice un
buen trabajo; mi esposo comprenderá, aprenderá a vivir sin mí y  mis padres se apoyaran en otro de sus hijos.

Me sentí muy tranquila,   relajada,   no le temía, estaba  lista  para partir, había tenido una buena vida, había
amado y había sido amada, había reído y llorado, fui feliz y también tuve
momentos tristes… y la muerta estaba aguardando por mí, era dulce, sonriente,
mansa incluso cálida en medio de esa mañana fría

¿ que más podía pedir?

 extendí mi mano hacia
ella y cerré los ojos.

 

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