Ayame Hayashi aparece asesinada tras realizar el ritual del «misogi» en un valle de alta montaña. La brutal naturaleza engulle y regurgita a los que entorpecen la autoría del crimen.
Descubrir lo que se esconde reconduce a la inspectora Aldara por un camino de introspección en el que confluyen recuerdos, infancia, amor, odio, muerte y montañas que marcan el carácter de los pobladores que va conociendo. Las ocultaciones, las evasivas y las confrontaciones se suceden por aferrarse entronizados en sus vidas frente a una víctima sin pertenencia.
Tropiezos y sinsabores son parte de las dificultades del proceso por el perfil de los implicados. Sin embargo, la compensación por la belleza del entorno recuerda los actos horrendos que somos capaces de cometer o silenciar.