RITUALES PARA LA SOLEDAD

RITUALES PARA LA SOLEDAD

FLORES MÁGICAS
Desearía hoy, precisamente,
que el tiempo amaneciera de nuevo jóven,
para que fueras siempre
la niña piel de luna
que soñaba construir caminos de luz,
borrar para siempre el recuerdo de la ira
y romper los cuchillos alevosos.
Ahora, agoniza la tierra
ultrajada por las fieras humanas.
Los pájaros son solo recuerdos
en los bosques de lunas sangrientas.
Todos quieren pisotearte,
caminar, saltar, danzar,
por encima de tu corazón y de tus sueños.
Te invitan a un baile de sonrisas,
de supuesto amor para todos,
y solo es el ritual del rencor y la farsa.
Pero lo más doloroso es el vació absoluto.
Solo te queda tu niña compañera
de piel suave blanco y negro que ronronea
en las mañanas frías para entibiar tu soledad.
Los días cabalgan sobre la angustia de las cosas;
aparecen hombres de hielo
y corazón de cuenta bancaria;
mujeres azules de silicona,
tropel mezquino de faunos ebrios.
Mas siempre te llaman
las flores mágicas de tu infancia
para ayudarte a luchar
contra el fantasma del olvido.
Y sobre todo,
te queda la palabra;
piel de luna heredera
del reino de la locura;
luz de la poesía,
razón de ser de sus elegidos.
Prefiere el llanto del colibrí
al ronco gemido del rencor.
Recuerda que cada palabra
revela las mentiras del mundo.
De tu boca nacerán frutos
madurados en la espera,
pero solo la voz del silencio
será tu única presencia.

PUNTOS SUSPENSIVOS
Ahora quiero descifrar el misterio
de las calles cruzadas por gentes
sin rostro y sin nombre.
Traigo mi corazón y mis labios
atados por la melancolía,
poblados de valles y montañas,
huérfanos de mares y desiertos.
Anhelo condenar el tiempo
a prisión perpetua
porque sean nuestros cuerpos
los árboles que perdieron la memoria
junto a caminos transparentes.
La palabra se dice y se contradice,
pues en mi escudilla de poeta pobre,
la existencia es un mendrugo de incertidumbre
sazonado de moscas
y puntos suspensivos…

OLOR A SOL
Parece que la tierra
tiene frío.
Tal vez, 
está cansada
de la lluvia.
Hay un impaciente
olor a sol.

LAS MANOS DEL VIENTO
Allá voy 
por la calle nueva,
pero quiero ser el niño
que ayer hacía el sendero
de hojarasca y pájaros alegres.
Aún escucho su voz
despeinada
entre las manos del viento.

EL TREN
Recuerdo la línea férrea
ondulante, interminable
como la cola de un cometa.
Iba desde mi casa 
hasta la soledad,
sin rumbo y sin brújula
que guiase mis pasos adolescentes,
perdidos como caracolitos de mar
en la sombra agrandada
del silencio.

LA TORRE
Aroma
impaciente de volcanes.
La tarde
con su aire sonoro
cuelga geranios
en los balcones,
inventa música
en el vértigo
de la torre.
Allí vive 
la sustancia
del mundo.

IRRAZONABLE
He caminado
por esas rutas del mundo
haciendo esfuerzos 
por vencer el terrible monstruo
que habita en mi corazón.
Es como un gran pantano
de arena movediza
en el que se debaten
mis sueños blancos
de canicas y pájaros de arcoiris
y mis ansias irrazonables
de vivir la palabra.

LUZ Y SOMBRA
La luz
dibuja
cuchilladas
amarillas
en las rendijas
de la puerta.
Un círculo
de sombra
arropa
el cuerpo
bautizado
por la muerte.
Afuera
empiezan
a mugir
los campos.

PASADO
El pasado aletea en mi recuerdo, paloma extraviada. Mi espíritu niño flota en el espejo del riachuelo ondulante y rumoroso como un acertijo. 
He vuelto a vivir en el patio de viejas piedras mutiladas y mis ojos resbalan sobre la superficie de un mundo lejano, poblado de rincones misteriosos.
En el aire, saturado de olores nostálgicos, siento estremecerse una cascada de cristales que parecen mirarme a través de las barreras del tiempo y del espacio, ámbito de mis sueños que florecen en la tierra sensible de la memoria. 

PERIPLO
El campo
aún untado
de luna.
La niebla 
de la mañana
se arrastra
sobre la piel
de la tierra.
El sol
empieza
a subir
la cuesta
del cielo.

LA EDAD DE LA MADRUGADA
Me gustaba abrazar las piernas de mi padre; sentir que tenía la edad de la madrugada, una risa llena de migajas, enloquecidos agujeros en los calcetines, los zapatos con la boca abierta, y, caminar por las nubes, mirándome como una carga o alguna cosa secreta que se guarda en un arcón, como un pecado escondido en el fondo de un vientre.
A veces la fiesta entraba en la casa descaradamente, irrespetuosamente, a punto de descorrer el telón regido por los sueños y el murmullo de las palabras vegetales al borde del viento. Una melodía alucinada brotaba de las manos del director ciego, en un horizonte sin ventanas pero amotinado de luz. Sentado, como si fueran las siete de la tarde un viejo tocaba un saxofón desolado.
Sentir luego, cómo la risa se cierra poco a poco el día de la última fiebre, del último silencio.
Entonces el tiempo se hizo lento en un país de inviernos sin memoria. Solo quedaron palabras y abrazos muertos rumiando el abandono para descontar las ausencias, mirando el rumbo de los astros, como una anciana empeñada en recuperar los recuerdos para vivir la terquedad de la nostalgia.

EL PESO DEL CIELO
Embriagada
de sol de verano,
la ceiba dormita
soportando en sus ramas
el peso del cielo,
mientras escucha
el canto del viento
y sueña
con las leves pisadas
de los pájaros.

AÑO NUEVO
El vino
es
el fuego
de la pena
que socava
las cenizas.
El calendario
inicia
su ronda
de esperas.
El viento
aguarda
una algarabía
de silencios.

PARTIR
Decir adiós
no siempre
es
una pérdida.
Se gana 
a veces
más
al partir
que al
quedarse.
Pero hay
mucho pesar,
duele
muy hondo.

LLUVIA ETERNA
Domingo
y es invierno.
El  cielo es 
la pizarra sucia
de la escuela.
Diluvia
como para calmar
la sed del universo.
Luego
un sol 
tímido y enfermizo
asoma
entre las nubes
solo
por un instante,
y se esconde
enseguida,
rojo,
por la vergüenza.

LLUVIA Y CANCIÓN
El cielo tiene
cara de lluvia.
La garganta niña
lanza dardos de luz.
La voz del trueno
hace coro
al fondo de la noche.

ARRIAR LAS VELAS
El aire nocturno
prisionero tras las rejas
de la ventana.
Siento ese pobre yo
deshacerse como
ríos siderales
sobre los techos viejos
y las calles de espanto.
Escucho los mosquitos
que respiran
ruidosamente
en mi sangre.
Tal vez,
solo necesito
un empujón para derribar
el muro del pavor.
El grito del halcón
me dice que quizás
es la hora de poner 
sello al mensaje,
de arriar las velas
de la palabra;
de desteñir
el tiempo azul
en esquirlas
y hojas secas
que esconden nidos
de escorpiones vociferantes;
de abordar 
definitivamente
la nave errante
de Odiseo.
Las estrellas
se niegan 
a liberar
la noche.

RENACER
Sentado a la sombra 
del aroma de los robles
voy esparciendo astillas
de mis pensamientos
y trato de resistir
las mordeduras del tiempo.
Las palabras bostezan
azotadas contra las piedras.
Las manos son ríos
incendiados que buscan
la corteza de los adioses
en estatuas de sal
que señalan
nuestro destino.
En estancias
de fantasmas y divanes
el sol renace
en las voces del aire.

LA VOZ DE LAS HORMIGAS
Abro mi puerta
al mundo.
El día luminoso
me saluda
con un abrazo
sofocante.
Los urapanes
con sus brazos largos
escarban el cielo
buscando el aire
que duerme
en el grito
tardío de los nidos.
Las hormigas
entonan
su melodía laboriosa
en el fondo
de la tierra.

TUGURIO
Escondida tras la luna,
la flor marchita
desnuda su cuerpo humillado.
Cadáveres de chozas
calles de lodo
luminosas de hongos,
árboles jubilados,
cuerpos oscuros
que se zambullen
en las sombras,
desafiando la muerte.
Cuando pasa 
el ritual de la lluvia,
solo se escuchan
las pisadas de los caracoles.

DESTINOS
Descubrir el futuro
en las alas luminosas
de un insecto.
Atrapar una sonrisa
limpia en las piruetas
de la infancia lejana.
Deshacer el ritmo
del tiempo
en el interior
de un corazón desolado.
Vanagloriarse
de juntar
nuestras soledades
en un golpe de locura.

RESCATE
Mi alma
se quedó
en la hojarasca
sedienta
y en las piedras
mudas
de las veredas.
Intento
rescatarla
de las grietas
del tiempo
con cabellos
de cal
y pájaros
enfermos
que anidan
en mi lengua.

FANTASMAS
Surgen 
fantasmas
de los muros
de mi alcoba.
El insomnio
escribe
palabras
de fuego.

DESAPARECIDO
Suspendido en la penumbra, sobre los muebles asustados, el silencio arranca hojas de dolor al calendario.
El tic tac protesta, eterno, en el viejo reloj y un tenue rayo de sol hace cosquillas a un botellón de agua.
Cientos de cartas perdidas, amarillentas como vírgenes maduras en el recuerdo de un fantasma.
Hay alguna luz de vida en la alcoba sumergida en una oscura espera.

LA OSCURA CASA
Asear la casa
y desasear el alma.
Tender la cama
y destender la vida.
Fregar los platos
y ensuciar los sentidos.
Preparar la cena
y deshacer el camino.
Remendar la ropa
y rasgar el corazón.
Lavar las sábanas
y arruinar los sueños.
Solo ser la oruga
esperando el milagro
de la crisálida.

DIARIO URBANO
Abordar motores
trepidantes,
asfixiantes,
contaminantes.
Soñar despierto
bajo soles
y arreboles
mientras contemplas
desfilar
pequeños rostros
inocentes,
resplandecientes;
y grandes 
sombras oscuras,
rubias,
rojas,
amarillas,
que pasean
sus moles
de plástico
enfundadas,
ilusionadas,
asfixiadas
en fajas elásticas,
fantásticas,
tres tallas menos
con la vana quimera
venusmilesca.
O perros
aullándole
al hambre
en enjambre
y señores 
sudorosos
poderosos,
y actrices,
institutrices
y meretrices,
y vendedores,
estafadores
y soñadores
poetas.
Y el viejo ciego
que vende
ilusiones
y canciones
en una esquina
del parque,
con su voz
disfónica,
afónica,
por el humo
de motores
trepidantes,
asfixiantes,
contaminantes.




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