Sabores

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Sabores

Cocinar es un arte que aprendí por ti; desde que miré tus ojos verdes que buscaban con insistencia el lugar apropiado para refugiarse de una lluvia inclemente y al verte entrar en ese restaurante chino algo surgió en mi interior; no supe si fue tu mirada por sí misma o todas tus actitudes en conjunto pero sí sé que tras escucharte ordenar algo en un perfecto mandarín ya comenzaban a brotar sensaciones que hasta ese instante solo había fingido con otras mujeres; pero contigo no, era claro que me había enamorado a primera vista.

Rebano la carne y coloco un trozo en el sartén al que previamente puse un poco de mantequilla; en una vaporera con la cantidad exacta de agua me parece oír una sinfonía perfecta del líquido con los espárragos que junto al puré de papa que ya tengo listo, serán una maravillosa guarnición; alguna vez un amigo me aconsejó probar sabores nuevos, por eso al puré le añadí un poco de queso parmesano; en verdad cruzo los dedos para que todo esto sea de tu agrado.

Un día, por esa amiga rubia con la que siempre conversas antes de ir a trabajar en esa tienda de artículosesotéricos, supe que no te agrada el humo del cigarro, por lo tanto, me abstendré de  darle a mi cuerpo ese placer para no incomodarte.

Ya están listos los espárragos y la carne despide un olor inigualable; en caso de que tengas mucha hambre dejaré en la nevera unos cuantos filetes a los que solo les bastará con recalentarlos, para guardar los espárragos y el puré de papa debo dejar que se enfríen, de lo contrario, como bien sabes se echarían a perder; quiero que todo luzca perfecto por eso voy a utilizar esos platos de porcelana que compré hace unas horas en el supermercado.

Pongo la carne justo en el extremo derecho del plato, en una esquina del costado izquierdo coloco una porción del puré y en el espacio que resta unos cuantos espárragos, sirvo un vino que tenía reservado para esta noche en una de esas copas que me gané en una rifa del trabajo y acomodo todo con la precisión de un cirujano solo para sorprenderte porque te amo y si bien es cierto que la primera vez me rechazaste lo que importa ahora es que estaremos juntos para siempre.

Tocan el timbre ¿Quién podrá ser? Voy a abrir; espero que no te molestes y sea quien sea estoy deseando que tenga una buena excusa para interrumpir nuestra velada.

***

 

Todo ocurrió demasiado rápido, no hubo disparos ni escándalo que llamara la atención de los curiosos; de hecho fue una detención relativamente tranquila para los elementos encabezados por el agente Santibáñez. Quizás esa misma tranquilidad fue la que hizo que cayeran en el descaro de saquear el departamento de alguien acusado de secuestro y con todas las pruebas en su contra.

No hubo un solo sitio de aquella vivienda que no fuera revisado por el comando a cargo de esta misión y ante la displicencia de Santibáñez hubo quiénes se dispusieron a consumir los alimentos ajenos alegando entre risas que simple y sencillamente “no habían cenado” y “de todos modos ya no se los iban a comer”; ese era el método de trabajo del agente y su unidad; discreto e impune.

 

***

 

A mí realmente no me gusta cocinar pero por amor uno hace locuras ¿No cree oficial? – Preguntó el detenido al agente Olivera.

Yo no secuestro personas – Contestó secamente el agente.

Era una velada íntima, fueron muy groseros al interrumpirnos.

Dime lo que quiero saber, no te compliques la vida.

Esos agentes que envió me insultaron y antes de meterme a su patrulla que huele a mierda se comieron mi cena y la de mi novia.

No me interesa lo que hayan hecho con tu cena; llevo más de veinte minutos preguntándote lo mismo y la verdad ya me cansé de portarme buena gente contigo.

En ese momento y como si hubiera esperado ese instante del interrogatorio; el celular del agente Olivera sonó, era Santibáñez, quien tampoco le dio las respuestas que buscaba; maldijo entre dientes ¿A él que le importaba si él y sus hombres habían cenado gratis gracias al detenido? ¿De qué carajo le servía saber que todo parecía normal en su departamento? Eso no era lo que estaba buscando y por lo visto no iba a encontrarlo en su subordinado ni en una víctima en estado de shock; no quedaba de otra que seguir insistiendo con el interrogatorio:

Era el animal que me detuvo ¿no? – Preguntó el detenido.

Sí era él; me dijo que le diera las gracias por la cena – Contestó Olivera con cierta ironía.

De nada –  Contestó el detenido con una sonrisa.

Y ya que ahora estás tan cordial supongo que me vas a decir dónde tienes a Esteban Robles ¿No?;  Sara te rechazó porque tenía una relación con él y como no tenías pensado aceptar una negativa los secuestraste a ambos.

Sara no debió rechazarme, desde un principio le di todo lo que estuvo en mis manos pero prefirió cambiarme por ese imbécil y luego cuando todo parecía ir mejor vinieron sus policías a echarlo a perder.

Por última vez ¿Dónde está Esteban Robles?

Pregúntele a sus empleados; estaba delicioso, ¿Verdad?




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