Sonidos de Madrugada

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Sonidos de Madrugada

Llega el mejor momento del día, la noche. Cuando se apagan las luces y se prende la música, con sonidos que envuelven los temores que ahora de adultos nos calan los huesos. Con graves que retumban risas en el alma, produciendo anhelos de cosas pasadas y los pies bailando al ritmo de una música que no se acaba.

Fuera empieza a hacer frío, atrás quedaron ya las madrugadas de terrazas. La lluvia no perdona, más bien te invita a recogerte un poco más por casa. Una casa que me empeño en no hacer mía, para que cuando llegue el día de volver a hacer las maletas, no me vengan más recuerdos de los que puedo gestionar. Sin dejar de preguntarme si algún día me quedaré el tiempo suficiente en algún sitio, para llamar hogar por donde pisan mis pies.

El reloj avanza un poco más deprisa que cuando llegué. Me voy quedando sin tiempo para algunas cosas, y eso que voy recortando horas de sueño para alargar los días. Supongo que sentir que estoy viviendo un sueño, trasciende a la necesidad de soñar por las noches. Y yo encantado.

Siempre he sido un animal nocturno, nunca he necesitado dormir para soñar y los sueños son lo único que me resulta interesante de estar seis horas en la cama con los ojos cerrados. Aunque a veces te jueguen malas pasadas, cuando tu subconsciente decide desenterrar cadáveres que tuviste que enterrar vivos y te despiertas con mariposas muertas en el estómago. Menos mal que siempre tengo un altavoz cerca, para callar las voces heridas que intentan apagar las sonrisas.

Con melodías electrónicas. Para soñar sin dormir, para bailar sin rompernos los pies. Flotando en un aire de humos de combustión lenta y medicinas que alegran los momentos grises, que esos siempre están de más.




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