Spa y jacuzzi

Spa y jacuzzi


Dani, cariño, ¿tienes planes para mañana?

– No,
no tenía pensado nada

– Muy
bien pues nos vamos a un spa mañana

– Ah,
que bien, suena muy apetecible

 

A la
mañana siguiente nos levantamos, tomamos un gran desayuno y nos preparamos para
ir al spa. Me fui hacia el armario y elegí uno de mis bikinis favoritos.Uno
negro que se ata a la nuca y se ajusta perfectamente a mi pecho y con lazos en
la cadera para que se pueda atar fácilmente, es uno de los bikinis con los que
me siento más sexy.

 

Llegamos
a la recepción del spa y nos entregaron un par de albornoces y unas toallas.
Después de cambiarnos en los vestuarios nos dirigimos a la piscina climatizada.
Entramos y no había nadie. Teníamos la piscina para nosotros solos. 

 

Nos
metimos en la piscina y disfrutamos de la calidez del agua haciendo unos
cuantos largos. Al cabo de un rato comenzamos a jugar haciéndonos cosquillas y
persiguiéndonos. Nos reímos, nos abrazamos y nos fundimos en un beso muy
cálido. La conjunción de la semidesnudez, el agua y la temperatura hizo que el
beso fuera muy apasionado. 

 

Mientras
estábamos abrazados y besándonos nuestras entrepiernas se juntaban haciendo
presión una contra otra. Pasé  mis piernas por encima de las caderas de
Daniel y me pegué más a él. Al estar en el agua en esa postura podía subir y
bajar sin mucho esfuerzo frotándome contra él.

 


Caroline,  ¿qué haces?


¿Qué pasa, no te gusta?

– Sí,
claro que me gusta pero es que hace un rato entró una señora y nos está mirando

 

Me
puse colorada como un tomate, estaba tan concentrada en Daniel y en la postura
que ni la había visto ni oído. Daniel se echó a reír y yo quería morirme pero
me había calentado tanto la situación que ya estaba encendida y estaba decidida
a hacer algo más. 

 


Dani, ¿nos vamos al jacuzzi?

– Sí,
me das unos minutos porque ahora mismo no puedo salir del agua. Ya sabes,
gracias a ti no es plan de ir señalando a todo el mundo y no precisamente con
el índice.

 

Fue
una chorrada pero me hizo muchísima gracia. Me abrace a él de nuevo y le besé
otra vez. Por cosas como esas, hacerme reír y ser tan cómplice conmigo, le
quiero tanto.

 

Salimos
de la piscina y nos fuimos a la zona de spa con jacuzzi, baños de vapor, saunas,
sala de olores, etc. Fuimos saltando de una habitación a otra y probando
 todo, hasta que ya nos decidimos por meternos finalmente en el jacuzzi.
Según bajábamos los escalones para meternos en el agua saludábamos a la gente
que ya estaba dentro, unas 4 personas.

 

Nos
sentamos y disfrutamos del agua caliente y de la fuerza de las burbujas que
chocaban contra nuestro cuerpo. Daniel se recostó  poniendo sus brazos en
el borde del jacuzzi y yo apoye mi cabeza en su pecho. ¡Estábamos en la gloria
y muy relajados!

 

Con
la relajación del momento casi me quede dormida pero lo que me mantenía
despierta era un pequeño chorro de burbujas que golpeaban a ratos mi pubis. Me
acomodé mejor y el chorro de burbujas ya era continuo. Las burbujas subían y
acariciaban rápidamente desde la parte baja de mi vagina hasta rozar mi
clítoris. Cada vez que pasaba una burbuja mi querido botón de placer se hacía
más grande y la excitación crecía al mismo tiempo.

 

Disimuladamente
acaricié el estomago de Daniel, fui bajando hasta la goma de su bañador, lo
desaté y metí mi mano. Con la complicidad de las burbujas y la espuma que estas
hacían empecé a acariciar sus testículos. Daniel ni se movía. Parecía estar
disfrutando. Seguí jugando con ellos mientras subía la mano. Su pene ya estaba
firme y erecto, al tocar su erección comencé a masajearlo. Daniel movió la
cabeza, me miró de reojo, me agarro una pierna y tiró de mi para que me subiera
encima de él. La gente nos miraba por el movimiento rápido que acababa de hacer
pero no pasó de allí su atención.

 

Encima
de Daniel me acosté en su pecho pero esta vez presionaba mi entrepierna, que ya
estaba muy excitada, contra su pene duro y erecto. Entre su cuerpo y el mío
metí las manos en el agua y saque su pene del bañador. Me incorporé sin que
nadie se diera cuenta. Retire mi bikini hacia un lado dejando mis labios y mi
vagina expuesta a las burbujas y al agua caliente.

 

Me
volví a echar encima de Daniel. Empecé a moverme muy despacio hasta que la
punta de su pene entro en contacto con la entrada de mi dilatada vagina. Al
estar a las puertas de mí, comencé a bajar para tener a Daniel completamente
dentro. Los dos empujamos, con movimientos sutiles e imperceptibles por el
resto de la gente, hasta que me penetró por completo.

 

Movía
mi cadera despacio, notando como su pene recorría todo mi interior acariciando
las paredes. Apretaba los músculos de mi vagina para hacerla más estrecha y que
el roce de su glande dentro de mi fuera más intenso. Daniel a su vez empujaba y
tiraba de mí hacia abajo para penetrarme lo más profundo posible. En cada
movimiento mi clítoris se hacía más grande y más sensible, notando como se
rozaba por su pubis. No apretábamos más y más el uno contra el otro hasta notar
nuestros huesos. Arriba y abajo, despacio, muy despacio para que nadie notara
lo que estábamos haciendo. 

 

Me
acerqué a su oído y le dije:

 


Cariño, estoy muy cachonda, quiero que te corras pero no hagas ruido, ahógalo
de alguna manera

– ¡Oh
Caroline, no sé si podré, esto es una pasada!

Seguí
moviendo mis caderas como si estuviera bailando la danza del vientre. Adelante
y atrás, adelante y atrás, fuerte, presionando, mojada por el agua cálida y por
mis excitación.

 


Caroline, amor, ¡me voy a correr!- me dijo al oído

 

Un
golpe de cadera, otro golpe de cadera y noté como se corría dentro de mí. En
cada latido de su pene, su orgasmo chocaba contra mis paredes. En el último
movimiento que hice, Daniel soltó un ¡Oh!, muy ahogado. Nadie le oyó. Un golpe,
dos golpes y mi orgasmo llegó. Me apoye en su hombro para que mi gemido no se
oyera.

 

Allí,
en el jacuzzi, nos quedamos los dos quietos, parados esperando que los espasmos
de nuestros sexos se detuvieran.

 




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