TERNURA

TERNURA

A veces me pregunto, qué hubiesen sido de las noches de verano, cuando éramos niñas, sin los relatos de nuestro padre. Echado sobre su vieja hamaca de madera clara, recostaba su cansancio para poner imaginación a sus recuerdos. Empezaba colocando las manos tras la nuca, luego, miraba al cielo durante un minuto y comenzaba a narrar. Con una habilidad sorprendente, transformaba las penurias de su niñez durante la guerra civil, en unas historias fascinantes, exentas de toda crudeza. Sonreía cuando nombraba a su pueblo, sus amigos y sobre todo a su hermano pequeño; aunque alguna vez también me pareció notar una chispa de tristeza entre sus labios.

La ternura de sus ojos, se fue haciendo anciana sin apenas darnos cuenta. Ahora, pasados ya los años, alguna vez aún la veo prendida en ellos; sobre todo cuando me dice que le recuerdo a su hija. Yo lo miro con cariño y le digo que ya lo sé. Luego cierro los ojos y pienso que ahora me toca sufrir por él.

(Seleccionado en el IV concurso de narrativa “Vidas” (letras con arte)




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