Un extraño caso de… ¿Fatiga de vuelo?
Los aviones de combate también cuentan cuentos. Y estas son historias de guerra, cuentos de hangar narrados desde un punto de vista totalmente diferente: el del avión.
Inspirado en hechos reales…
Viernes. Nunca antes el significado de ese día había cobrado tanta vigencia para nuestros extenuados amigos como ese viernes en particular.
Para aquellos aviones que se encontraban en la cubierta de vuelo, la oscuridad de una noche que apenas comenzaba era una invitación a disfrutar de unas cuantas horas de relax.
Si bien no había luna, el brillo de cientos de miles de estrellas luchaba por iluminar, apenas, el vasto océano. El Enterprise navegaba sobre “aguas cristalinas” a unos 23 nudos de velocidad y, aunque el viento estaba en calma, el “viento sobre la cubierta” discurría plácidamente por entre los aviones; se deslizaba por sobre la cubierta de vuelo; rebotaba aquí y más allá para luego subir al cielo en forma de pequeños torbellinos de caprichosos bucles blancos, solo para terminar disipándose a pocos metros de altura en el calor de la noche, una noche propicia para contar historias de fantasmas.
Y eso era justo lo que el pequeño grupo de aviones parqueados al extremo más alejado de la proa del buque se disponía a hacer en ese momento.
Dos F-14, dos Corsairs, un Intruder, un Vigilante un Sea King y el RA-3B Skywarrior se preparaban, por qué no decirlo, a disfrutar del espectacular paisaje nocturno y de un bien merecido descanso.
—… Su paso por el mundo fue fugaz… Efímero… —relataba un A-7 Corsair II de los “Royal Maces” del “Attack Squadron 27”—… Tan pronto como llegó, su presencia volátil se evaporó hacia el infinito cielo azul, desde donde puso rumbo franco a la eternidad, una eternidad que la convirtió en leyenda… —finalizó el avión de ataque.
—Historia interesante, sin duda… —comento Intruder.
—Cierto… —intervino Tom—… Yo había leído sobre Amelia Earhart en un artículo en la “Naval Aviation News” de julio del año pasado. Es increíble que no los hayan encontrado… —añadió el F-14 en relación también al navegante de Amelia.
—Hay muchas historias que circulan por ahí —dijo el otro Corsair—. Desde que se estrellaron en el mar, pasando por un amarizaje forzoso o que lograron bajar en una isla a cientos de millas de distancia de Howland, hasta que fueron capturados por los Japoneses y ella fue obligada a hacer transmisiones de radio bajo el infame pseudónimo de la “Rosa de Tokio”…
Hubo una breve pausa, tras la cual, él Sea King tomó la palabra.
—Recuerdo que era la temporada de incendios de 1969 —comenzó su historia el SH-3G—. El comando me había asignado la tarea de colaborar en la búsqueda de focos de incendios, por lo que fui destinado al aeropuerto Internacional de San Bernardino que actuaba como base de avanzada para las operaciones aéreas.
Todos guardaban silencio. Él Sea King prosiguió.
—Teníamos la costumbre que, después del de-briefing, nos íbamos al final de la rampa de vuelo a intercambiar opiniones, a planificar las operaciones del día siguiente o, simplemente a contar historias… —un pequeño paréntesis—. Ustedes saben… Eso nos ayudaba a aliviar la tensión acumulada durante el día y, además, a crear un ambiente propicio para la camaradería…
Él Sea King había captado el interés de todos.
—En una de esas noches de tertulia, tuve la oportunidad de conocer a dos TBF-1 “Avenger”, cisternas volantes de “Calfire”, quienes habían sido compañeros en el “Torpedo Squadron 16”, a bordo del Lexington durante la campaña de la isla Tarawa en 1943 y quienes, hay que decirlo, se robaban las noches con sus historias de guerra —puso cara de circunspección—. Pero esa noche fue diferente…
El helicóptero volvió a hacer una pausa.
—Los aviones relataron que se encontraban ejecutando un vuelo de patrulla cuando de pronto entraron en una extraña neblina la cual, según, había surgido de la nada…
Skywarrior frunció el ceño.
—Los instrumentos se volvieron locos… El compás dejo de funcionar y hasta los motores tosieron…
Todos los presentes contuvieron el aliento.
—Cuando lograron salir de la neblina, los “Avenger” se encontraban volando sobre un islote que, se suponía, no debía estar allí…
Él Sea King detuvo su relato al constatar la cara de sorpresa de todos los presentes.
—En ese mismo instante, una especie de estática comenzó a sonar en los radios, interrumpiendo cualquier comunicación con el “Bote”…
Intentando darle al ambiente un aire de misterio, el SH-2 encendió sus reflectores, los apunto hacia arriba y se alumbró el morro, logrando con ello captar mejor la atención de todo el grupo.
—Una especie de voz metálica apenas perceptible, luchaba por hacerse escuchar a través de la radio; murmullos ininteligibles se diluían en la estática, mientras ambos aviones trataban infructuosamente de hallar un rumbo que los llevara de nuevo al portaviones…
Uno de los Corsair estornudó, interrumpiendo de manera inesperada al veterano helicóptero.
—Di… Disculpen… —se excusó encogiéndose de alas y con una sonrisa nerviosa, cuando las miradas del resto del grupo se clavaron, cual cuchillos, sobre él.
—En fin… —continuó el SH-2G, mirando de reojo al A-7E—. Gastaron algo más de una hora de su tiempo y de su precioso combustible, hasta que encontraron el rumbo que los llevaría de vuelta al Lexington…
—¿Nunca supieron que fue los que les pasó?… —preguntó Tom.
—Estando a bordo del “Lady Lex”, le comentaron la novedad al Comandante del escuadrón quien, apremiado por las circunstancias, les sugirió que dejaran eso así, que solo había sido un error de navegación producto quizás de su concentración durante la búsqueda del hipotético submarino y… Bla… Bla… Bla…
Un murmullo se extendió por el lugar donde se encontraban nuestros amigos. Solo el RA-3B permanecía inmerso en un profundo silencio, absorto en quien sabe qué clase de pensamientos.
—Uhmm… Qué curioso… —dijo el RA-5C, atrayendo sobre si la atención del resto de sus compañeros—. Recuerdo una noche como esta, ya no se en que mes de 1971 en la que, por razones que no vienen al caso, llegamos tarde a Okinawa para un muy merecido periodo de 72 horas de “descanso y recreación”…
El Vigilante se tomó unos segundos para encender su pipa. Luego, continúo.
—Había un KC-130F perteneciente al “Marine Aerial Refueler Squadron 352” conversando con un C-117D y un par de Crusaders, ya no recuerdo de que unidad… —aspiró una larga bocanada de humo de su pipa a la vez que miraba el cielo tratando de recordar mejor los hechos referidos por el Hércules—. Contaba en ese momento, que durante un vuelo de traslado de suministros y equipos desde NAS Agana a Pago-Pago… Eehhh… Samoa, había sufrido un extraño incidente…
El tiempo pasaba y nuestros amigos ni siquiera se habían percatado de que estaba cerca la hora del toque de silencio. Estaban tan ensimismados con el relato que contaba Vigilante, que el ruido de la maquinaria que impulsaba la imponente mole de acero del Enterprise parecía quedarse en la distancia, confundiéndose con el de las ondas que producía el barco al abrirse camino en el mar.
—De pronto, el Hércules se sumergió en una espesa neblina, tan espesa, que no se veían ni siquiera sus motores 2 y 3… La radio se apagó; los instrumentos fallaron y el compás empezó a girar como loco…
Lo que parecía ser el sonido de un silbato se escuchó a lo lejos, sin que el pequeño grupo de aviones se diera por enterado.
—El Operador de Radio trataba de comunicarse, por cualquier método posible, con las diferentes estaciones en tierra sin resultado alguno; más aún, hizo el intento de comunicarse con buques de la Marina que patrullaban en la zona… Pero no obtuvo respuesta…
—“… TAPS… TAPS… TAPS… ¡Luces fuera!!!”
Resultaba obvio que, para unos cuantos en la cubierta de vuelo, el aviso del Contramaestre se lo llevaba el viento.
—De pronto —continuó—, una voz se escuchó en el auricular del operador de radio… Lejana e ininteligible, parecía estar dando una posición…
—“¡La lámpara de fumar está apagada en todos los camarotes!…” — terminaba así el Contramaestre con la llamada al toque de silencio.
Ajenos a las palabras del Contramaestre, los aviones seguían con atención la historia que el RA-5C les contaba.
—El Operador seguía intentando que su respuesta fuera escuchada. Pero nada…
Una pausa de suspenso, y el Vigilante prosiguió.
—A medida que pasaban los segundos, la extraña voz, que por momentos sonaba como femenina, se volvía más frenética, pero, a su vez, menos audible, hasta que se desvaneció…
Nuestro grupo de amigos había perdido la noción del tiempo por completo.
—Entonces, en el instante exacto en que “Herky” decidió descender, el Operador de Radio empezó a recibir un mensaje en código morse… Un mensaje que carecía de todo sentido y así se lo hizo saber al Hércules, quien le ordenó enviar una respuesta…
—Justo al momento en que el operador iniciaba la comunicación, la neblina desaparece, se disipa con el viento… Cielo despejado y sol radiante…
En eso, una de las cadenas de anclaje de unos de los aviones sonó, con un estrépito tal, que parecía que la hubiesen dejado caer desde el mismísimo “Pri-fly”.
—Je Je Je… —se rió nerviosamente uno de los Corsair—. No estaban bien ajustadas…
Vigilante le echó una mirada fulminante al A-7, y luego prosiguió.
—Pero, algo no estaba bien, se encontraban sobrevolando una isla que no debía estar allí…
Un murmullo de sorpresa se expandió como la pólvora entre los presentes.
—Una vez confirmado que todos los instrumentos volvían a funcionar y el compás retornaba a la normalidad… Pensando en que, quizás, las transmisiones de radio provenían de esa isla y como tenía suficiente combustible, el KC-130 decidió bajar y echar un vistazo…
—Dos vueltas sobre el pequeño atolón bastaron para confirmarle que no había presencia alguna en el lugar que pudiese haber enviado un mensaje… —dijo el Vigilante en tono sombrío, a la vez que echaba una mirada directa a los ojos de cada uno de sus amigos.
—Entonces, ¿quién lo envió?… —preguntó él Sea King.
—En la creencia de que, quien mandó el mensaje podría dirigirse hacia la isla, el Hércules le ordenó a su “Loadmaster” que lanzara en paracaídas una de las paletas con comida, agua y medicinas que pudieran servir para varios días… Igualmente informó a su tripulación que, una vez en Pago-Pago, debían pasar la novedad de lo sucedido al personal de rescate de guardia en el aeropuerto…
—Luego de eso, retomó su rumbo a Pago-Pago donde, después de descargar las paletas restantes, se dirigió a Operaciones para hacer un reporte de lo acontecido durante su inusual vuelo…
—¿Y qué le dijeron?… —preguntó, impaciente, el segundo F-14.
—Pues, según relató el Hércules, el oficial SAR, después de leer el reporte, lo envió inmediatamente a chequeo médico, donde le diagnosticaron un severo caso de “fatiga de vuelo” y lo dejaron en tierra por cinco días…
—¡No puede ser…! —exclamó el poderoso Intruder con indignación—… ¿No le creyeron nada?…
—No. Pero el informe, según el Hércules, lo “desaparecieron” y nunca se volvió a hablar del asunto…
Todos se quejaron. Como era posible, que ni al viejo “Herk” ni a su tripulación altamente calificada, le hubiese sido permitido apelar aquella decisión médica por demás injustificada y que los mantuvo en tierra por varios días.
Todos, menos el RA-3.
El Skywarrior se mantenía en actitud circunspecta, pensativo, como si tratara de ir más lejos en la comprensión de la historia que acababa de escuchar, buscando quizás, encontrarle algún sentido.
Mirando al cielo, y después de aclararse la garganta dijo…
—Me encontraba yo un día en una de mis tantas pasantías por “Point Mugu” —comenzó su relato con voz profunda—, ya saben, probando equipos nuevos para darle el “OK check” y proceder a introducirlos a la flota…
El silencio volvió a apoderarse de aquel lugar del barco.
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