VÍNCULOS DEL PASADO

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VÍNCULOS DEL PASADO

Elena Marroig trabajaba de secretaria en un importante Buffet de arquitectos, pero con la llegada de la crisis y la desaparición de influyentes clientes Carlos Conesa y Emilio Valles socios y amigos, se vieron obligados a tener que despedir a la plantilla. Poco a poco los empleados empezarían a desfilar hacia la cola del paro.  Mientras que Elena sería una de las últimas, su labor le permitiría continuar pero, con toda probabilidad no más de un mes.

La sensación de frustración flotaba en el ambiente, tanto a Carlos como a Emilio les costaba resignarse a tener que cerrar el Buffet, les había supuesto tanto esfuerzo, invirtiendo sus ahorros y también sus ilusiones para ver ahora, como aquel sueño se les  se les escurría entre los dedos.

Elena,  empezó con ellos, luego fueron llegando todos los demás. Sus funciones iban más allá de las de una secretaria con el tiempo, y la confianza de los clientes había desarrollado cierta psicología la cual, a veces hacía que se extralimitase en sus funciones aclarando posibles dudas que pudieran surgir a los futuros clientes.

Elena residía en un pequeño y acogedor apartamento en una de las zonas más céntricas de Palma. Vivía con tuinty, un periquito que le encantaba volar por toda la casa, y al oír girar la llave en la cerradura volaba hacía la puerta para darle la bienvenida.

Llegó el fatídico día en que Elena tuvo que recoger sus pertenencias. Tenía la sensación de que en esas cajas metía también su vida. Estaba de pie, detrás de lo que fue durante tantos años su mesa. Era una mujer alta de constitución delgada, pelo castaño  de cuarenta y tantos, ojos  verdes y mirada profunda, de aspecto enigmático,  pero tras la apariencia se ocultaba una persona de gran fortaleza. Carlos y Emilio la llamaron a su despacho.

-Elena, ven por favor.

Carlos inició la conversación.

-Lamentamos profundamente tener que prescindir de tus servicios, durante todos estos años has sido una pieza fundamental en este despacho.

Prosiguió Emilio.

-Sin tu eficacia muchos de los proyectos no se habrían podido presentar a tiempo, tanto Carlos como yo hemos valorado mucho tu entrega. Elena, te damos las gracias por todos estos años que nos has dedicado, incluso a veces;  renunciando a salir a tu hora para terminar algún proyecto que no podía esperar. Por eso hemos decidido añadir algunos cero más al cheque de tu indemnización.

Carlos  se apresuró a decir:

-Aquí tienes una carta de recomendación.  Elena, si algún día necesitas lo que sea, no dudes en llamarnos. Te deseamos lo mejor.

Elena se quedó conmovida ante el reconocimiento de sus jefes.

-Os agradezco vuestras palabras, serán el motor que me impulse a emprender una nueva etapa.

 

 

La ciudad con sus primeras luces se preparaba para albergar la noche, era el momento que más le gustaba. Se sentó en el interior de una cafetería, de esas de toda la vida, delante de una humeante taza de café, y empezó mentalmente a trazar su nueva vida. Al día siguiente ya tramitaría la prestación por desempleo, pero ahora necesitaba estar consigo misma. Se disponía a ojear la prensa cuando una llamada al móvil la interrumpió.

-Dime, Marcos.

-Hola hermanita,

-¿Cómo estás?.

-Mal, acabo de sufrir un aparatoso accidente.

-¿Qué te ha pasado?  preguntó  Elena preocupada.

-Una estúpida caída, iba al cajero a sacar dinero, la acera estaba mojada y he resbalado, no puedo mover la pierna, me ha quedado doblada. El director del banco ha llamado a la ambulancia, pero… no termina ahí la cosa, espera a oír esto (podría ser una escena de una película de Mr. Bean) había dejado el coche cerca del cajero pensando que sería una gestión rápida, el coche molestaba y el director del banco muy amablemente se ha ofrecido para estacionarlo en un lugar seguro. Le he dado las llaves y al hacer marcha atrás ha dado contra una farola destrozando la parte trasera del coche.

A lo que Elena exclamó.

-¡Cuánto lo siento!  pero tranquilo, ¿Dónde estás?

-Estoy entre el Paseo Mallorca esquina C/. Cataluña esperando a la ambulancia.

 

Marcos era arqueólogo, había cogido un año sabático cuyo fin tenía que ver con unas extrañas excavaciones.

 

Elena llego al mismo tiempo que la ambulancia, lo trasladaron al hospital donde estuvo unos días en observación.

 

Habían transcurrido varios meses desde que Elena dejó el despacho. Su día a día se reducía a la constante búsqueda de empleo, pero lo máximo que lograba era alguna entrevista de vez en cuando. Todas las empresas coincidían en lo mismo: – tiene mucha experiencia y está muy cualificada, pero la política de la empresa es contratar a un candidato más joven. Esos latigazos verbales después de cada entrevista le producían una mezcla de rabia, indignación e impotencia ¿Cómo era posible que después de haber demostrado su valía pensarán que ya era vieja para seguir trabajando?  Esto la sacaba de quicio.

El tiempo transcurría y Elena no vislumbraba el menor atisbo de esperanza de encontrar trabajo.

Nunca se había sentido tan atrapada en su propia ciudad, esta no le ofrecía ya ninguna perspectiva de poder seguir desarrollando su actividad profesional. Pero, estaba a punto de suceder algo que daría un importante giro a su vida, ocurrió en una terraza del casco antiguo de Palma. Elena de vez en cuando solía ir a desayunar y a leer la prensa diaria. En una mesa continúa a la suya escucho una conversación, había dos ejecutivos tomando café, el tema era precisamente el trabajo, el más mayor decía al más joven: –  ¿Sabes que en Dinamarca es donde hay la tasa más baja de paro? y donde más probabilidades hay de emprender algún negocio, incluso a nivel fiscal, ya que los impuestos también son inferiores a los de aquí, la vida allí no es tan complicada -.

Estas palabras le hicieron replantearse su vida, fueron el detonante para dejarlo todo e irse a Dinamarca, al fin y al cabo, todavía le quedaba una importante suma de la indemnización, además contaba con algunos ahorros. Una sensación de miedo mezclada con un improvisado reto la empujaban hacía aquel desafío. Estaba impaciente por contarle a su hermano lo que había decidido. A veces; esas decisiones precipitadas son las que dan los mejores resultados.

Carlos vivía en un estudio en Cala Mayor, cerca del mar.  Elena llamó al timbre y casi enseguida apareció su hermano.

-Hola hermanito, te veo bien.

-Solo fue un estúpido accidente.

-Carlos, quería comentarte algo, al principio puede parecerte descabellado pero, tal y como están las cosas, creo que es lo mejor.

-¿De qué se trata? Pregunto Carlos.

Elena empezó a detallarle lo que quizás fuera la mejor opción a su situación laboral.

-Veras, durante estos últimos meses he enviado currículums a infinidad de empresas.  Marcos, no importa que me esfuerce, el resultado es siempre el mismo: n  a  d  a.

Así que he decido irme a Dinamarca, allí la vida no es tan difícil, incluso a nivel personal podría aportarme alguna experiencia.

Marcos se quedó pensativo durante unos instantes y dijo:

-Elena ¿Qué se te ha perdido en Dinamarca? Allí no conoces a nadie y, ¿si tampoco encuentras trabajo? habrás perdido tiempo y dinero.

A lo que Elena respondió.

-En primer lugar; de nada me han servido los contactos que pensaba que tenía, cuando las cosas van mal, los primeros que me ofrecieron su ayuda son los que ahora se esconden. Creo que yéndome a Dinamarca tendré más oportunidades de encontrar trabajo, allí la tasa de paro es muy inferior a la nuestra. Y en segundo lugar; tiempo es lo que más tengo ahora mismo, en cuanto al dinero hay que arriesgarse, peor es estar como ahora, sin expectativas.

A Marcos no le hacía gracia que su hermana se fuese tan lejos, pero acabó por resignarse no le quedaba otra.

-Esta bien, dijo.

Elena se dirigió a su casa para hacer las maletas. Echó una ojeada al apartamento y llamo a Tuity, el periquito revoloteó a su alrededor. Elena haciéndole una carantoña le dijo.

-Estarás poco tiempo solito, Marcos vendrá a cuidar de ti.

 

Cuando llego a Copenhague cogió un taxi que la trasladó a un Hostal cerca de la Plaza del Ayuntamiento. La habitación era espaciosa y agradable desde la ventana podía contemplarse un conjunto de calles peatonales conocidas como Stroget   situadas en la parte más antigua de la ciudad, repletas de tiendas, restaurantes, y transitadas por miles de personas siendo una de estas calles la más larga del mundo.

La actitud relajada de los daneses se percibía en muchos de los ambientes alternativos y fascinantes del país.

Elena, deshizo la maleta y tras darse un relajante baño, se acostó. Eran casi las diez de la mañana cuando bajó a desayunar en la cafetería del hostal. Tomó un café con leche con unos apetecibles dulces daneses. Le esperaba un interesante día para empezar a conocer la ciudad, paseando por sus empedradas calles, luego haría un breve descanso para probar la gastronomía del país.

Eran casi las cinco de la tarde y Elena empezó a actualizar su currículo,  considero la opción de inscribirse  a un curso de danés, ya que no tenía fecha de regreso, como mínimo tenía que hablar el idioma del país en el que ahora residía.

 

El tiempo transcurría sin recibir ninguna oferta. Elena empezaba a desanimarse. Pensó que tal vez, estaba enfocando mal la búsqueda de empleo, y fue cuando un recuerdo asomó a su memoria. Su abuelo le enseño a elaborar la ensaimada mallorquina cuando Elena era apenas una niña. El abuelo regentaba un horno en Mallorca en Alcudia, cuyo nombre era “Es Forn de Sa Alcudienc” (El horno de él de Alcudia) sus papilas gustativas empezaron a evocar el sabor de aquellas ensaimadas artesanales de gran tradición que hacía su abuelo.

Transitando por las calles peatonales de Strogel, se percató de que un pequeño local estaba en alquiler, era genial, no podía ser más céntrico tenía un pequeño chaflán con unos ventanales muy luminosos, el lugar idóneo para abrir la tienda. Así que sin más dilación entró, y tras una breve conversación con el propietario, salió con el local alquilado. Se le presentaban dos importantes retos: competir con los deliciosos dulces daneses, y acordarse de todos los ingredientes para la elaboración de la ensaimada, aunque ahora la máxima prioridad era decorar y organizar la tienda.

 

Elena estaba ya en la recta final, abasteciendo el obrador con los ingredientes suficientes para elaborar la cantidad de ensaimadas que pensaba vender, así que empezó a trabajar, hablando consigo misma se preguntó.

-¿Cómo era?

-¿Cómo las hacía el abuelo?

-Ah sí! Ya me acuerdo, eran:

350 gr. De harina de fuerza.

120 gr. azúcar glass (para espolvorear).

150 ml. De agua.

12 gr. De levadura fresca….

Y así fue haciendo una ensaimada tras otra, estuvo horneando toda la noche.

La inauguración era el día siguiente a las cinco de la tarde.  Según la aceptación del público podría hacerlas de distintas variedades, pero sin lugar a dudas, la estrella sería la lisa, espolvoreada con azúcar glass, la típica ensaimada mallorquina.

Elena llego exhausta al hostal, se tumbó en la cama vestida. Se despertó a las tres de la tarde. Se dio una ducha rápida comió algo y regreso a la tienda para comprobar que no se le hubiese pasado ningún detalle por alto. Había logrado crear un espacio confortable que invitaba al paseante a contemplar uno de los mejores productos de la repostería Balear

No eran todavía las cinco de la tarde y la gente ya estaba haciendo cola para entrar a degustar ese dulce que
los daneses aún desconocían.

Aquel día Elena, hizo una importante recaudación, fue el principio de su nueva vida profesional.

Gracias a su preparación y a los vínculos del pasado, tuvo la capacidad para gestionar su propio negocio. En otro país, y lejos de su querida Palma natal.




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