Y lo llamaron Bolívar
Los aviones de combate también cuentan cuentos. Y estas son historias de guerra, cuentos de hangar narrados desde un punto de vista totalmente diferente: el del avión.
Inspirado en hechos reales…
Era cerca de la medianoche del sábado.
Las actividades del día no se dieron por finalizadas hasta que el último espectador hubo abandonado las instalaciones del aeropuerto de Reno/Stead ubicado unas millas al norte de la ciudad de Reno, Nevada, y donde en septiembre, como todos los años, se celebra el Campeonato Nacional de Carreras Aéreas de los Estados Unidos.
Fue en ese momento que un variopinto grupo de aviones ─desde los clásicos “Warbirds” del Circuito de Reno hasta un poderoso bombardero B-1 de la Fuerza Aérea de los Estados─ decidió dirigirse vía el taxiway “Alpha” hacia el final de la rampa de vuelo que da a la cabecera de la pista 32/14 donde, como acostumbraban a hacer desde que había empezado el campeonato, se reunían a contar emocionantes e increíbles historias, algunas de guerra, otras sobre el acontecer de las carreras.
La cuestión es que esa noche en particular, última del evento, no iba a ser la excepción.
—Para los que no me conocen, mi nombre es “Duck”, “Baby Duck”… Pero para mis amigos sólo soy “Babe” —dijo, entre lo que parecían ser murmullos, el poderoso caza P-51 Mustang de la Segunda Guerra Mundial a la vez que trataba de encender su pipa.
Una mueca de enfado empezaba a dibujarse en su morro mientras procedía por tercera vez a tratar de darle vida a un fuego que se le mostraba esquivo.
Tiempo atrás y desde su base en Raydon, Inglaterra, “Baby Duck” había combatido contra los cazas de la famosa y otrora poderosa Luftwaffe alemana que colmaban los cielos sobre la Europa ocupada por el III Reich.
Al cabo de unos segundos, un delgado humo blanquecino se elevaba de la pipa en cuestión, impregnando el ambiente con un suave y agradable olor a canela.
—Bien —dijo con satisfacción mientras exhalaba una larga bocanada de aire de un color gris pálido—. La historia que les voy a referir hoy no la viví yo, me fue contada poco después del final de la guerra por un P-47 “Thunderbolt” que a su vez la escuchó de un P-38 “Lightning” que volaba entonces en misiones de escolta a los grandes bombarderos que operaban desde lugares paradisíacos, perdidos en la inmensidad del Pacifico Central…
El pequeño avión volvía a hacer otra pausa, esta vez para ordenar sus recuerdos. Luego continúo.
—Tal y como me llegó, se la cuento a ustedes para su disfrute…
“Hace mucho, mucho tiempo, salía de la nave principal de una planta de ensamblaje cualquiera, en una fábrica de aviones de las muchas que habían diseminadas a lo largo y ancho del país, un bombardero B-24J “LIberator” muy especial. Sólo su nombre era sinónimo de grandeza y homenaje además a uno de los personajes más grandes que haya parido la América entera.
Después de cumplir con las pruebas de aceptación por parte de la Fuerza Aérea del Ejercito, el avión fue asignado al 27th Escuadrón del 30th Grupo de Bombardeo en el Teatro de Operaciones del Pacifico.
Llegado a su base en las islas Ellice, ubicadas en el Pacifico del Sur, en noviembre de 1943, el avión causó sensación. No se sabe si por lo impecable de su camuflaje verde oliva sobre gris neutral o por lo imponente que lucía con sus nuevas insignias o, quizás, porque ya se sentía que el curso de la guerra había dado un giro a favor de nuestras fuerzas en la región. Lo cierto es, que quienes iban a operar el nuevo avión, decidieron estar a la altura de la historia e ir más lejos en su afán de rendirle tributo al grande Héroe Americano.
Y lo llamaron Bolívar.
De esa manera comenzó Bolívar su periplo por las islas del Pacifico Central que lo llevó a combatir desde Tarawa y Makin hasta Saipan, Guam y Tinian, pasando por Kwajalein, Majuro o Eniwetok, combates estos, donde además, se enfrentó a enjambres de “Zeros”, ese valiente y legendario caza japonés, verdugo implacable de Pearl Harbor y dueño y señor de los cielos sobre el Pacifico ─por supuesto, hasta que llegamos nosotros los P-51… modestia aparte…─ y en todas estas batallas, Bolívar salió victorioso.
Una vez cumplidas sus 81 misiones de combate ─muchas más que cualquier “Liberator” de la 7ma. Fuerza Aérea del Ejercito─ y en contraste con las 25 misiones ejecutadas en el Teatro de Operaciones Europeo por su archi-némesis, el famoso B-17 “Memphis Belle”, Bolívar fue enviado de regreso a los Estados Unidos para promocionar los, para aquel momento, famosos Bonos de Guerra.
Es con orgullo entonces, que Bolívar asume la noble misión de llevar el mensaje por todo el país, sobre la necesidad de que cada uno debía colaborar con el esfuerzo bélico para mantener en movimiento los engranajes del complejo industrial que fabricaba las armas para ganar la guerra en el menor espacio de tiempo posible algo que, de hecho, ya estaba sucediendo.
Pero con el pasar del tiempo, Bolívar había dejado de sentirse a gusto con su nueva asignación. Quería volver al Pacifico, combatir ala con ala con sus compañeros de escuadrón… Ustedes saben… se avecinaban tiempos difíciles…
No obstante, su palmarés en combate, sus superiores se negaron a dejarlo ir pues se había convertido en toda una celebridad…
Una noche, de regreso al campo de vuelo de la Consolidated, el cansado y trasnochado bombardero sufrió una falla mecánica y mientras viraba a base calculó mal su senda de planeo y… bueno… se estrelló unas decenas de metros antes de llegar al umbral de la pista.
Después de evaluar el estado en que quedó el avión, el personal estableció que los daños sufridos estaban más allá del costo de cualquier reparación posible y se vieron forzados a tomar la amarga decisión de enviar a Bolívar al… desguace…
Triste final para tan noble guerrero…
Los que conocen la historia de Bolívar cuentan que quien parió a Bolívar parió a otro… Si… Aquellos que se habían encargado de construirlo, afligidos por la noticia de su pérdida, no dudaron en poner manos a la obra y comprar bonos de guerra para financiar ellos, a manera ya personal, un nuevo bombardero que continuaría con la tradición libertadora de su predecesor.
Noche tras noche dedicaban tiempo extra a construir ese bombardero, fabricando cada remache; colocando con esmero cada panel y cada instrumento de vuelo en su lugar; instalando y ajustando sus motores con sumo cuidado para lograr que ese avión fuera tan especial, único en su estirpe.
El nuevo bombardero B-24M resultante, aunque era más ligero que su hermano B-24J, era más poderoso, tenía capacidad para llevar más bombas y un mayor alcance, algo realmente necesario para las enormes distancias que había que recorrer en el Pacifico.
Y lo nombraron Bolívar Jr.
Tan pronto terminaron sus pruebas de vuelo, Bolívar Jr. fue transferido al 431th Escuadrón perteneciente al 11th Grupo de Bombardeo con base en la isla de Guam, desde donde comenzó con sus misiones habituales de castigo contra las instalaciones militares enemigas repartidas a lo largo del Pacifico Central.
Al igual que su epónimo venezolano, el cual recorrió a caballo enormes distancias sobre terrenos escabrosos y por lugares remotos que lo llevaron de Venezuela a Perú, pasando por Colombia y Ecuador… ─hasta Panamá se plegó a su ideal, ¡imagínense!…─ Bolívar Jr. fue subiendo de isla en isla, volando largos trayectos, liberando pueblos y culturas a su paso…
Armado con una valentía sin igual, a Bolívar Jr. se le veía siempre donde la lucha era más cruenta, combatiendo contra docenas de cazas enemigos o ejecutando misiones casi suicidas de interdicción naval; era de los primeros en aterrizar en campos de aviación que ni siquiera habían sido liberados por completo de las fuerzas enemigas que los ocupaban y donde ─valga decirlo─ normalmente recibía impactos por armas ligeras, cuyos orificios eran prácticamente “parchados” de inmediato para que el avión volviera al aire lo más rápido posible…
Wake… Truk… Iwo Jima… Okinawa… Filipinas…
Nombres de lugares evocadores de recuerdos grabados con sangre en la historia militar de la nación y que fueron testigos del paso de Bolívar Jr. sobre sus cielos…
Y cuando ya la guerra estaba perdida para los japoneses, la negativa de estos a rendirse obligo a los altos mandos navales a planificar la “Operación Olympic”, que no era otra cosa que la invasión de las islas japonesas empezando por la isla de Kyushu…
…Y ahí estaba el 11th Grupo de Bombardeo, Bolívar Jr. a la cabeza, para actuar tan pronto se les ordenara…
Pero el destino, a veces caprichoso, tenía otros planes para ellos.
De pronto, la guerra dio un vuelco imprevisto, uno que sólo sucede cuando grandes acontecimientos cambian de forma radical la historia del mundo tal y como la conocemos…
…Hiroshima… Nagasaki… En fin, Japón accedió a rendirse casi que de inmediato…
Y las cosas cambiaron.
Todos los “Liberators” supervivientes de los muchos construidos ─y créanme cuando les digo que fueron muchos─, salvo las versiones navales PBY… Eehhh… PBY algo… ─no me pregunten cuales son, soy un avión de la Fuerza Aérea, ¡por el amor de Dios!─ fueron desmovilizados tan pronto se declaró el “Día de la Victoria” sobre el Japón y se les ordenó a todos los grupos de bombardeo que los enviaran al desguace…
Algunos de ellos, demasiados tal vez, se encontraban todavía en las rampas de vuelo en sus respectivas fábricas y el único viaje que realizaron fue justamente el que los llevó directo a caer víctimas de las “cuchillas” de la muerte y de las “antorchas” de la vida…
… Europa, África, Asia, Oceanía… El legado de Bolívar trascendió la América Latina para convertirse en un ideal universal, cuando los “Liberators” se encargaron de esparcir las semillas de la libertad sobre todos los rincones del planeta…
En cuanto a Bolívar Jr., solo me resta decirles que voló alto… hacia el oeste, con rumbo franco a la eternidad un día de noviembre de 1945…”