ÁNGEL PROTECTOR
Mamá barría la clínica para cuando papá pasó sobre la camilla, el viejo llevaba un padecimiento de cuadros realmente reservados, estaba al borde del precipicio, en el umbral de la muerte y entonces…
- López – la voz decidida y alterada de mi vieja, llamaba su atención cuando ella ya estaba a trece años de su muerte.
Sólo la escuchó una vez y despertó del letargo insalubre en qué se hallaba. Allí se percató de donde se encontraba, pasillos largos, fríos, claros. Las luces fluorescentes impregnaban sus ojos, veía pasar el mundo a gran velocidad como si de un carrusel se tratara.
Las puertas batientes fueron golpeadas con la camilla a toda velocidad y una cantidad indescriptible de personas con batas blancas, mullidos zapatos y tapa boca, rodeaban su estar. De repente, sintió lo levantaban en peso y caía en un vacio, que creyó eterno, a la cama de atención. La lámpara colgaba y bamboleaba como si alguien la tropezó, la luz pasaba por su frente, escaneándolo. Todo era frío, hasta las manos que lo tocaban y revisaban. Salieron mangueras por todos lados, cables y boquillas de respiración forzada. Muchas voces inentendibles, comentaban. Una corredera en el pasillo y dentro de la sala de emergencia
- ¿Quién es?… ¿quién es? ¿alguien lo
acompaña? Avisen a la familia - Estoy aquí, soy su hija. ¿Qué pasa?
- Esta grave- dijo una de las voces
Un enredo de palabras quedaban colgando en el aire. El viejo se debatía la vida en lo que parecía su última batalla, pero lo que los médicos no sabían era… que a las puertas de la clínica una viejita que barría impedía su viaje pronto.
Los llantos de preocupación brotaron en seguida mientras las temblorosas manos de la chica trataban de comunicarse con el resto de la familia. La noticia voló con la inmediatez hertziana, alcanzando a los rincones más remotos de donde los hechos se suscitaban.
Los más cercanos llegaron enseguida, aportando las credenciales del seguro y pendiente del tratamiento del paciente. El padre. Más tarde, lo que aun lejos, más cerca que otros, entre ellos, yo. Informado de forma alarmante con maximización de los hechos, la preocupación cegó todo mi pensamiento, me emboté y grité sin necesidad pero a su vez, argumentado por la forma en que fui informado.
Para cuando llegamos los de mediano recorrido el viejo estaba en sala de cuidados intensivos, aun con cuadro crítico. Lo vi disminuido con una boquilla de respiración. Sus ojos se abrieron ante mi presencia y una lágrima brotó de sus ojos cafés. Me habían informado que no lo incentivará a hablar y entonces opté por lenguaje de señas. Sus ojos pestañearon dando aprobación, lo llené de esperanzas y amor.
Ahora estoy acá…convencido, de que aun no le toca partir. Su estado es crítico, está en recuperación, pero ese ángel del otro lado que partió hace trece años le avisa que algo queda por hacer y por tanto no debe partir antes de dejar la casa limpia.
EPEV-Poerrante.